LONDRES, martes, 11 julio 2006 (ZENIT.org).- Más de tres millones de niños han nacido como resultado de la fertilización in vitro. Las cifras las presentaba Jacques de Mouzon, del Comité Internacional para la Supervisión de las Tecnologías de Reproducción Asistida (ICMART), informaba Reuters el 21 de junio.
La presentación tuvo lugar durante el encuentro anual de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embrionología, que se reunió en Praga, República Checa, del 18 al 21 de junio. El informe del ICMART, que incluye datos de 52 países, cubre dos tercios de todos los tratamientos de fertilización in vitro del mundo.
El informe hacía una observación sobre la desigual distribución de los nacimientos in vitro. Cerca del 56% de todos han tenido lugar en Europa. Y casi la mitad se han llevado a cabo en cuatro países – Estados Unidos, Alemania, Francia y Gran Bretaña.
Los medios laicos han recibido bien las noticias sobre el número de bebés probeta. Pero otros informes presentados en la conferencia no eran tan positivos. Un comunicado de prensa de los organizadores, el 19 de junio, informaba sobre una la investigación presentada en la reunión. Esta investigación advertía de que las condiciones en que los embriones son cultivados en el laboratorio durante la fertilización in vitro podrían causar errores genéticos. Estos errores se asocian a síndromes de desarrollo y a otras anormalidades en el crecimiento y el desarrollo, como el bajo peso al nacer.
Los temores surgieron de la investigación sobre la impresión genética en embriones de ratones. Dicha investigación muestra que ciertos medios de cultivo y las concentraciones de oxígeno alteran la impresión de algunos genes. La impresión es el proceso por que se activan o no algunos genes dependiendo del hecho de que se hereden de la madre o del padre. Los resultados, no obstante, son sólo preliminares, advertía Paolo Rinaudo, un científico del Centro para las Ciencias Reproductivas, de la Universidad de California, en San Francisco.
Otro problema tratado en la reunión fue el hecho de que los embriones concebidos in vitro tienen una alta probabilidad de ser masculinos, informaba el 25 de junio el periódico australiano Sun-Herald.
El embrionólogo australiano Jean Scott declaró a la conferencia que este fenómeno tiene lugar cuando el embrión sigue creciendo por un largo periodo de tiempo antes de ser implantado. Cuando el óvulo y el esperma se mezclan fuera del cuerpo, y el embrión crece como blastocisto antes de ser transferido a la mujer, hay un 56% de probabilidades que el bebé sea un chico.
El director de IVF Australia, el Dr. Ric Porter, afirmó que esto ocurría debido al hecho de que los doctores escogerían el embrión que se divide más rápido y éstos tienden a ser masculinos, informaba el Sun-Herald.
Peligro de fraude
En la conferencia también se habló de la necesidad de estar en guardia contra los fraudes de identidad. El Dr. Luca Sabatini, del Centro de Medicina Reproductiva del Hospital St. Bartholomew de Londres, afirmó que la investigación ha demostrado que en muchas clínicas del Reino Unido no existen suficientes salvaguardas para comprobar apropiadamente la identidad de los pacientes.
El equipo del Hospital St. Bartholomew hizo una encuesta en las 70 clínicas del Reino Unido que tienen licencias. De éstas respondieron 45, y se informó de que se había dado el caso o se sospechaba de fraude en la identidad el paciente en el 37%.
«Nuestra sensación es que no hay medidas suficientes para proteger la unidad, los derechos legales del paciente, y lo que es más importante el futuro bienestar del niño no nacido», afirmaba Sabatini.
El comportamiento fraudulento puede consistir en obtener financiación pública que normalmente excluiría al paciente. Puede también ocurrir cuando la pareja en proceso de tratamiento se rompe y uno de ellos intenta continuar con el tratamiento con otra pareja. O puede haber casos en el que el esperma de un hombre joven se pueda sustituir por el de una más mayor, mientras se mantiene la pretensión de que el hombre mayor será el padre legal.
Dejando a un lado lo «no apropiado»
El tema más controvertido en la conferencia de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embrionología fueron las pruebas genéticas. Médicos británicos anunciaron que habían desarrollado una nueva prueba para detectar desórdenes genéticos en embriones, informaba Reuters el 18 de junio.
En vez de buscar un gen alterado relacionado con una enfermedad hereditaria, la nueva prueba busca las huellas dactilares del DNA, o marcas, cerca del gen. De esta forma, se excluye a los embriones problemáticos y sólo se usan los sanos para la implantación durante el proceso de fertilización in vitro.
La prueba ha sido desarrollada por el Guy and St. Thomas’ National Health Service Foundation Trust en Londres. Ya se ha utilizado en siete mujeres, cinco de las cuales están ahora embarazadas.
Las críticas contra el nuevo test fueron inmediatas, informaba el periódico británico Daily Mail al día siguiente. «No se trata de tomar un embrión y curarlo», afirmaba Josephine Quintavalle, de Comment on Reproductive Ethics, «sino diagnosticar para luego tirarlos».
Simone Aspis, del British Council of Disabled People, advertía: «Eliminar el autismo crearía el miedo a que cualquier que sea diferente de alguna forma no sea aceptado. Crearía una sociedad donde sólo se valorase la perfección»
El Daily Mail también publicaba, junto al reportaje con la noticia, un artículo de opinión de Virginia Bovell, madre de Danny, un niño autista de 11 años. Tras declarar que se sintió «aludida» por la noticia del nuevo test. Bovell explicó que ella conocía muy bien las dificultades de tener un niño con autismo.
Pero añadía que «el ‘problema’ reside no tanto en el autismo en sí sino en la forma en que nuestra sociedad responde ante él». Para comenzar, el gobierno podría ayudar mucho más a las parejas con niños discapacitados, indicaba Bovell.
«Sí, cuidarlo puede consumir y aislar, pero puede decir sin equivocarme que Danny es la mejor cosa que me haya ocurrido jamás y la idea de que pudiéramos haber sido ‘mejores’ si él nunca hubiera nacido me resulta intolerable», concluía.
Otros, sin embargo, dieron la bienvenida al anuncio de una nueva prueba. La columnista del Sunday Times, Miente Miriam, escribiendo el 25 de junio, describía la nueva técnica como casi «divina» y la calificaba de la mejor noticia que había escuchado en años.
Rechazaba las críticas de que rechazar los embriones con problemas era jugar a ser Dios. «Pero, ¿qué hay de malo en que los humanos jueguen en la tierra a ser Dios?», escribía Miriam. «Estoy totalmente a favor, especialmente porque Dios no parece que lo haga». Concluía: «La tarea en cuestión es un hombre y ahora, en parte, una humanidad divina».
Valorar la vida
A principios de año, Benedicto XVI defendía el valor de la vida en sus primeras etapas, ofreciendo una interpretación notablemente diferente de cómo valora Dios la vida. Hizo estos comentarios en su alocución el 27 de febrero a los participantes en el congreso «El Embrión Humano en la Fase de Pre-implantación», organizado por la Pontificia Academia para la Vida.
Podemos encontrar referencias en la Sagrada Escritura, indicaba el Papa, que muestran el amor de Dios a cada ser humano, incluso antes de formarse en el seno materno. En Jeremías 1:5, Dios dice al joven profeta: «Antes de que te formara en el seno materno te conocí; y antes de que salieses te consagré».
«El amor de Dios no hace diferencia entre el niño recién concebido todavía en el seno de su madre y el niño o el joven, o el adulto y la persona anciana», explicaba el Pontífice. La persona human
a, continuaba, está revestida de una dignidad excelsa, enraizada en su vínculo con el Creador. Esta dignidad se encuentra en toda persona en cualquier etapa de su vida. Por esta razón la Iglesia defiende la vida humana como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. Hoy en día esta inviolabilidad está en crisis.