El caso de los sacerdotes «colaboracionistas» con el régimen comunista en Polonia

Entrevista al historiador Peter Raina

Share this Entry

VARSOVIA, martes, 18 julio 2006 (ZENIT.org).- El historiador Peter Raina aclara en esta entrevista concedida a Zenit –realizada por Włodzimierz Redzioch– las condiciones en las que vivía el clero polaco bajo el régimen comunista y explica cómo se ha orquestado la campaña de calumnias desencadenada contra el mismo tras la muerte de Juan Pablo II.

El profesor Raina estudió en Oxford, obtuvo el doctorado en la Universidad de Varsovia y enseñó Historia Contemporánea en la Universidad de Berlín.

Es autor de numerosos libros sobre Historia Moderna de la Iglesia y ha publicado 13 volúmenes sobre la historia del Primado polaco, cardenal Stefan Wyszyński.

Se ha ocupado además, con ensayos y artículos, de la historia del padre Jerzy Popieluszko, asesinado por el régimen comunista, y del padre Konrad Hejmo, acusado por la prensa de ser un espía ruso en el Vaticano.

–Algunas semanas después de la muerte del siervo de Dios Juan Pablo II empezó una gran campaña de denigración del clero polaco, acusado de haber colaborado con los Servicios de Seguridad del régimen comunista. El primer sacerdote que fue objeto de tales acusaciones fue el padre Konrad Hejmo, persona conocidísima en Polonia y en el Vaticano porque durante 20 años dirigió el centro para los peregrinos polacos en Roma, y acompañó a los grupos de peregrinos que visitaban al Papa. Los títulos de los diarios de todo el mundo fueron tremendos («El espía comunista en la corte de Juan Pablo II», por citar uno de los más difundidos). Usted ha calificado el asunto Hejmo como «un linchamiento del sacerdote». ¿Podría explicarnos qué hay detrás de este linchamiento?

–Raina: He descrito detalladamente «el asunto Hejmo» en mi libro publicado en polaco, titulado «La Anatomía del Linchamiento» (Editorial Von Borowiecky), pero puedo brevemente recordar esta triste historia. Ni siquiera dos semanas después de la muerte de Juan Pablo II, el doctor Kieres, director del Instituto de la Memoria Nacional (IPN), dio la noticia de que uno de los sacerdotes cercano al Santo Padre proporcionaba información a los Servicios de Seguridad. Como el director no reveló el nombre del presunto espía, en un primer momento todos pensaban que se tratase de un viejo amigo del cardenal Wojtyła, el padre Mieczysław Maliński. En los días siguientes, Maliński tenía que repetir a los medios que no se trataba de él.

Algunos días después, Kieres reveló además de modo espectacular ante los periodistas el nombre del padre Hejmo. Pero lamentablemente, desde el inicio las noticias difundidas por el director eran dudosas o falsas. Antes que nada, informó a los periodistas que había recibido el dossier del padre Hejmo del Ministerio del Interior sólo el 14 de abril de 2005 (luego se descubrió que estaba en posesión del material ya desde el 2 de diciembre de 2004). Nacen entonces las preguntas: ¿por qué el Ministerio del Interior mandó el material relativo al padre Hejmo en diciembre de 2004? ¿Quién pidió este material? Según las normas establecidas por el Parlamento polaco sobre el funcionamiento del Instituto de la Memoria Nacional, los órganos del Estado pueden pedir al Instituto que controle si una persona que debe ocupar un puesto en la Administración del Estado colaboró con los Servicios comunistas. ¡Pero el padre Hejmo no pretendía ocupar ningún puesto en el aparato del Estado!

¿Por qué entonces decidieron ocuparse de su caso? Además, el director Kieres no podía revelar públicamente, lo dice el estatuto del Instituto, el nombre de la persona verificada. ¿Por qué entonces decidió hacerlo, atrayendo sobre sí incluso las críticas del Garante de los Derechos de los Ciudadanos? El «caso Hejmo» es sólo uno de tantos. Luego le tocó al padre Drozdek, rector del famosísimo santuario mariano de Zakopane, y a los otros.

–¿Cómo estaba organizado en Polonia el aparato de la represión del clero?

–Raina: Uno de los objetivos principales del totalitarismo comunista era la destrucción psicológica o la eliminación física de los opositores. La persecución física consistía en el uso de la violencia, incluido el asesinato. El terror psicológico servía para destruir la personalidad del hombre. Para esto servía la reclusión durante largos años en las prisiones, a menudo en completo aislamiento. Cada ciudadano podía encontrarse en la situación «sin salida». Todos debían ser conscientes de que su vida privada, la carrera profesional y el futuro dependían de los Servicios de Seguridad (en polaco «Służby Bezpieczeństwa» o SB). El aparato de seguridad formaba parte de la estructura del Ministerio del Interior (MSW), donde existía un departamento especial, el llamado Departamento IV, que se ocupaba específicamente de la lucha contra la Iglesia (entonces se hablaba de la lucha contra el «clero reaccionario»). Existía también un despacho de investigación especial («biuro C») que recogía todas las informaciones relativas a las personas «sospechosas».

Hay que decir que a pesar de las persecuciones, que se prolongaron durante largos años, las autoridades comunistas no lograron ni destruir la Iglesia Católica ni romper sus lazos con el pueblo, como han hecho muchas otras organizaciones no comunistas. La razón de este fracaso era la profunda raíz de la Iglesia en la sociedad polaca. Los comunistas fracasaron también porque a la cabeza de la Iglesia en Polonia en esos años difíciles había un gran pastor y estadista –el Primado de Polonia, el cardenal Stefan Wyszyński. Su postura hacia el totalitarismo se convirtió en el símbolo de la lucha contra el comunismo.

–¿Cómo lograban obligar los funcionarios de los Servicios de Seguridad a los sacerdotes a colaborar, y en qué consistía esta colaboración?

–Raina: Los Servicios de Seguridad usaban dos métodos. El primero, era la política anti-eclesial de las autoridades; por ejemplo: la abolición de las clases de religión en las escuelas, las prohibiciones de organizar ceremonias religiosas, obstaculizar el uso de los medios de comunicación por parte de la Iglesia. El segundo método, el terrorismo psicológico, era mucho más pérfido. Los modos de aterrorizar a los sacerdotes eran múltiples y vale la pena enumerar algunos: los sacerdotes más celosos eran acusados de actividades contra el Estado y de servicio al enemigo imperialista. Eran procesados en espectaculares procesos-farsa que acababan con la pena capital o largas penas de detención. Ciertos sacerdotes, como por ejemplo el reverendo Kaczyński, murieron extenuados en las prisiones. Se trataba de comprometer al sacerdote para poderle chantajear. Era una praxis común recoger todas las informaciones posibles sobre las costumbres de cada sacerdote: si le gustaba el alcohol o las mujeres, si estaba frustrado en el trabajo. A menudo, se empleaban agentes-mujer para crear alguna situación comprometedora para el sacerdote; se hacían fotografías a escondidas o la agente informaba que estaba embarazada. Entonces, pudiendo chantajear al sacerdote, se le hacía una propuesta de colaboración con los Servicios. La colaboración con el SB consistía en proporcionar información sobre la situación de la parroquia, la actividad del párroco, el comportamiento y las convicciones del obispo, etc.

En cada provincia, funcionaban las Oficinas para las Confesiones Religiosas (Urzad ds. Wyznań) ligadas a los Servicios Secretos, que controlaban las actividades de las organizaciones eclesiásticas. Cada vez que el episcopado polaco publicaba una carta pastoral conteniendo una crítica al sistema comunista, cada obispo local era llamado por el presidente de la provincia para un encuentro en el que debía dar explicaciones y aclaraciones sobre tal carta. En aquellas ocasiones, los funcionarios estatales usaban el método del «palo y la zanahoria»: pasaban de las amenazas a las ofertas de ayuda (por eje
mplo en la construcción de una nueva iglesia), si el obispo hubiera prometido tomar distancia del Primado. Normalmente, los obispos rechazaban toda colaboración y por este motivo las iglesias no se construían, la policía financiera controlaba con malicia las cuentas y las tasas de las parroquias, los seminaristas eran maltratados durante el servicio militar obligatorio.

La censura del Estado normalmente se limitaba a la tirada de revistas eclesiásticas. El aumento de la tirada dependía de la decisión del empleado de la Oficina para las Confesiones Religiosas, que colaboraba con los Servicios Secretos. Con los sacerdotes directores o secretarios de revistas se usaba el método que llamaría: «Algo a cambio de algo». Se prometía dar permiso para aumentar la tirada o proporcionar más papel (entonces la distribución del papel estaba completamente en manos del estado) si los responsables de las revistas se comprometían a proporcionar informaciones respecto a los miembros de la Redacción. Ciertos responsables, con el permiso verbal de los superiores, aceptaban tales chantajes porque la posibilidad de aumentar la tirada de la prensa religiosa era percibida como prioritaria.

Una de las armas de chantaje más usadas por los Servicios Secretos era la concesión de un pasaporte para poder viajar al exterior. Cada ciudadano que hacía solicitud de pasaporte era invitado a un encuentro en las oficinas del SB. También en estos casos valía la regla «Algo a cambio de algo»: al ciudadano se le daba el pasaporte si prometía proporcionar información, y los Servicios querían saber todo sobre la gente. Obviamente esta regla valía también para los sacerdotes que, para poder ir a estudiar al exterior (muchos sacerdotes soñaban con visitar Roma y seguir los estudios en las universidades pontificias) o para ser misioneros, debían pedir el pasaporte. Normalmente los sacerdotes contaban hechos sin ningún significado para satisfacer de alguna manera al funcionario de los Servicios, que tomaba nota de todo.

–Tras la caída del comunismo, ¿los miembros del viejo aparato de represión fueron juzgados por sus delitos?

–Raina: Lamentablemente no. Fue condenado algún criminal del periodo estalinista (años ‘50) pero casi ninguno del periodo siguiente (de los años ‘60 a los ‘80). Esta impunidad es culpa de los gobiernos que se han sucedido en el periodo post-comunista.

–¿Qué ha pasado con los enormes archivos de los Servicios de Seguridad comunistas?

–Raina: Todo lo que sucedía y sucede en los viejos archivos de los Servicios comunistas es una cosa extraña y fuera de toda norma. Le doy un ejemplo, empezando por el primer gobierno post-comunista de Tadeusz Mazowiecki. El primer ministro nombró ministro del Interior a su colega Kozłowski, subredactor jefe del semanario «Tygodnik Powszechny» de Cracovia. Con el permiso del ministro Kozłowski, cuatro personas, entre ellos dos activistas de la vieja oposición política, un historiador y un periodista, escudriñaron en los archivos durante seis semanas. El solo hecho de que Kozłowski permitiera a extraños tener acceso a los archivos con los secretos de Estado es un gesto ilegal, que en el Estado de Derecho sería castigado. Oficialmente estas personas «ordenaban» los archivos del Ministerio del Interior, pero un funcionario del propio Ministerio privadamente dijo que «ciertas personas» destruyeron sus dossier. Además el mismo historiador ha admitido recientemente haber colaborado con los Servicios Secretos en los años ‘70 durante su estancia como estudiante en la Alemania Federal.

No se sabe nada en cambio sobre lo que haya hecho en los archivos el periodista. El hecho es que, mientras tanto, se descubrió que personas de la redacción de «Tygodnik Powszechny» colaboraban con los Servicios. El tema es mucho más desagradable si se piensa en lo relativo al ambiente que hoy a menudo se yergue como “voz libre” de la nación. La gente tiene derecho a saber la verdad sobre estos personajes. Según la decisión del Parlamento polaco (Sejm) los archivos de los Servicios Secretos deberían ya desde hace tiempo estar en los fondos del llamado Instituto de la Memoria Nacional (en polaco «Instytut Pamięci Narodowej» – IPN), pero no es así. Una parte de los archivos ha sido retenida en el Ministerio y, paradójicamente, para ordenar los archivos se emplea a ex funcionarios del Servicio. Podemos sólo imaginar los resultados de tal trabajo.

–¿Qué fuerzas y qué razones están detrás de este linchamiento mediático hacia el clero en Polonia?

–Raina: No tengo duda alguna: detrás de este linchamiento están ciertos ambientes ex comunistas junto a los cosmopolitas ambientes liberales que quieren comprometer a la Iglesia a los ojos de los ciudadanos. No por casualidad han elegido a personas que tienen un cierto prestigio moral en la sociedad. El momento obviamente no es casual: los antes citados ambientes han esperado la muerte del Papa que temían, para desencadenar un ataque frontal contra la Iglesia Católica.

–Las acusaciones contra los sacerdotes se basan en informes escritos por los miembros de los Servicios de Seguridad. ¿Qué valor tienen estos documentos?

–Raina: Los documentos de los Servicios que yo pude consultar personalmente son creíbles, pero cada documento hay que leerlo atentamente y hay que saberlo valorar. No debemos olvidar cómo fueron redactados estos informes. A menudo los funcionarios en sus informes añadían siempre algo para hacer ver que trabajaban bien. Ocurría que los funcionarios declaraban haber pagado a un agente, pero no era verdad, porque el dinero acababa en su bolsillo. Hay que subrayar que encontrarse con los funcionaros de los Servicios no quiere decir ser un colaborador; entonces antes de acusar a alguien, hay que estar seguros de que había firmado el documento de colaboración o que recibía dinero. No se puede declarar públicamente que alguien era un agente, un espía sólo porque se encontraba con los funcionarios de los servicios. Esto quiere decir denigrar a la persona.

–Desde que el cardenal Stanisław Dziwisz se ha convertido en arzobispo de Cracovia, también en esta ciudad han empezado a acusar a los sacerdotes de ser colaboradores de los Servicios Secretos comunistas. Estas acusaciones han sido movidas también por un sacerdote, el padre Isakowski-Zalewski, el cual, sin permiso del arzobispo y sin ninguna preparación científica, ha empezado a escudriñar entre los documentos de los Servicios. Este sacerdote ha convocado luego una rueda de prensa para distribuir el elenco de los presuntos «espías». Así el cardenal Dziwisz se opuso para evitar denigrar a sacerdotes. La decisión del purpurado ha sido ásperamente criticada por ciertos medios italianos. ¿Cómo valora la decisión del cardenal Dziwisz?

–Raina: La decisión del cardenal Dziwisz es justísima, porque el padre Isakowski-Zalewski no se ha comportado correctamente ni según la ley. Si ha logrado obtener su dossier del Instituto de la Memoria Nacional, es libre de difundir su contenido. Pero ¿por qué amenaza con publicar los nombres de los otros sacerdotes? ¿Y cómo es posible que el Instituto le haya dado los dossier relativos a otras personas? Según la ley, el Instituto puede dar tales dossier sólo a los historiadores para su investigación, pero el padre Zalewski no hace investigaciones históricas, busca más bien suscitar clamor en torno a su caso. El control de los ciudadanos para verificar si colaboraban con el régimen comunista debe ser hecho con mucha responsabilidad. Por ello la iniciativa del cardenal Dziwisz de crear una comisión especial diocesana para estudiar el fenómeno de colaboracionismo entre los sacerdotes es importante y loable.

–La mayoría de los polacos está desilusionada porque en la Polonia democrática no se ha logrado procesar a los criminales del pasado régimen comunista, a los organizadores y a los
ejecutores del sistema de terror. Además, se somete a las víctimas, es decir a los sacerdotes, a la pública condena de los medios de comunicación, haciéndoles víctimas por segunda vez. Y algo todavía más extraño: no se ha logrado procesar a los periodistas ni a los jueces que fielmente servían al Estado dictatorial comunista. ¿Por qué todo esto?

–Raina: Es verdad que en Polonia funcionan las instituciones democráticas, pero Polonia no ha alcanzado todavía la condición en la que rige un verdadero Estado de Derecho. Lamentablemente, la lucha política mira a los sillones y a los intereses privados, y no al interés y el bien de la nación. Ha prevalecido el oportunismo. Los medios se caracterizan por su extremismo y no por su imparcialidad. Diría que ésta es una nueva forma de totalitarismo y en este clima se lincha por segunda vez a las víctimas del totalitarismo comunista.

Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación

@media only screen and (max-width: 600px) { .printfriendly { display: none !important; } }