Por qué el día del Migrante

SANTIAGO, sábado, 2 septiembre 2006 (ZENIT.org).- El Instituto Católico Chileno de Migración (INCAMI), Organismo de la Conferencia Episcopal de Chile, encargado de la animación y coordinación de la Pastoral de los Migrantes en Chile, celebra en este día 3 de septiembre de 2006 el Día Nacional del Migrante.

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En este análisis explica el por qué el Día de Migrante.

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Para introducir, podemos decir que es para:
• Detenernos a pensar un poco en el que es distinto y que vive entre nosotros. Que la Sociedad en que vivimos está conformada en distintos lugares y espacios, para no olvidar que la diversidad cultural, proveniente de estas distintas personas que conforman la Sociedad, es motivo de riqueza y nos da la oportunidad de aprender unos de otros. Es la ocasión de tomar conciencia de las distintas facetas que toma hoy el fenómeno de la migración, de las dificultades tanto de los países de acogida como de los de procedencia de quienes emigran, y también de las riquezas que conlleva la migración, tales como el intercambio de las culturas y el compartir material, intelectual y espiritual.
• Detenernos a pensar en el extranjero con todo lo que implica su persona, sin importar el status que se tenga y que, por esta razón, este concepto de igualdad trae consigo el saber que cada persona aporta, que cada persona trae algo que entregar a la Sociedad, con sus propias características sociales y culturales; ésto, para superar el que nos vayamos acostumbrando a un estilo de vida en el que no las consideramos como tales.
• Detenerse y recapacitar que el extranjero, con su ser distinto, tiene una gran riqueza para aportar. Observar humanamente y en la fe la vida de los emigrantes, aceptando buscar juntos los caminos de vida suscitados por ellos, por sus valores culturales, por su trabajo diario, por su testimonio de fe en nuestra Sociedad y en nuestras Comunidades Cristianas.
• De igual modo, celebrar un día del migrante es para dar la oportunidad a aquellos que profesan un mismo Credo, de celebrar juntos la fe y orar unos por otros.
Es interesante saber que EL DIA DEL MIGRANTE fue instituido por el Papa Benedicto XV, en 1914. Cada Conferencia Episcopal elige el día apropiado para recordar a los Migrantes y a sus Familias, para crear conciencia del fenómeno migratorio; pues tiene sentido que, tanto la Sociedad como la Iglesia, se detengan a profundizar en esta realidad con el fin de acoger, de apoyar, para un mutuo intercambio.

Algunas Conferencias hacen una Colecta con el fin de colaborar y solidarizar ante las necesidades de los migrantes, también promueven actividades en su beneficio.

La mayoría de los países de América Latina eligieron el mes de Septiembre para celebrar este día, porque se asocia al Mes de la Biblia, puesto que el Pueblo de Israel fue peregrino y vivió la experiencia de ser extranjero. Así el Día del Migrante viene a resaltar la urgencia de considerar a las personas que emigran, quienes, desde la iluminación bíblica, son las más necesitadas: los pobres, las viudas y los extranjeros.

Profundizando en la razón de ser del DIA DEL MIGRANTE, podemos decir que, inscrito en un planteamiento de la Caridad Cristiana, este día encuentra su sentido en la llamada que Dios hace resonar en el corazón de cada persona, es en efecto la ocasión de llevar este día hacia una atención más especial para con todos los emigrantes. Teniendo en cuenta que “las migraciones forman parte integrante de la vida de la Iglesia, expresan la profunda universalidad, favorecen la comunión, influyen en el crecimiento. Las migraciones brindan a la Iglesia la ocasión de hacer la experiencia de las propias características”. (Instrucción Pontificia Erga Migrantes Caritas Christi, Nº 97).

Así, la pregunta ¿Por qué un DIA DEL MIGRANTE?, nos sugiere esta otra ¿Por qué un único día? Siendo que es una realidad de toda la vida, por ejemplo, los Misioneros de San Carlos y tantos otros Religiosos, de diferentes Carismas, y Laicos ofrecen su vida entera a Dios para el servicio y la evangelización de los migrantes. Considerado así, todo hombre, en tanto ciudadano responsable, justo y solidario y, más aún todo cristiano siente el deber de prestar atención a todos los Hombres y Mujeres de esta tierra. Por esto es importante conocer las distintas problemáticas que se juegan en nuestro mundo complejo y en nuestra Sociedad contemporánea, como ésta de la migración que se siente, cada vez más al inicio de este nuevo siglo, en la economía de mercado laboral, en la apertura de las fronteras, en la economía nacional e internacional, etc.

Consagrar un día para los migrantes es además, tomar conciencia del sufrimiento de cada uno de ellos, es tomar el tiempo para la escucha de el que es talvez más pobre, en cualquier caso, más escaso que nosotros, en un momento dado. El Día del Migrante, para enterarse de que, hoy día cada vez más, aumenta el número de mujeres que abandonan a sus hijos y su vida familiar para buscar los medios de poder proporcionar los recursos que necesitan para vivir más dignamente; es ver el sacrificio de tantos estudiantes que se exilian para asegurar, no sólo su futuro personal, sino también un trabajo de calidad para el futuro de su familia, de su terruño.

“La celebración anual del Día Mundial del Emigrante será la ocasión de redoblar esfuerzos … a fin de poder ayudarse a vivir juntos ante Dios – en el mismo momento – un día de oración, acción y sacrificio para la causa de los emigrantes …” (Doc. ya citado, Nº 72). Por esto el Día del Migrante puede ser aprovechado por todos para renovar, en la fe, la confianza en Dios, Padre de todos los hombres, de todas las razas, de todas las lenguas, orígenes y culturas. Convicción que viene a dar un nuevo vigor a todas las iniciativas Diocesanas habituales que siguen siendo la columna vertebral de la atención de la Iglesia en la Pastoral de la Movilidad Humana y a hacer que todos los cristianos y hombres de buena voluntad se pregunten sobre su compromiso ante la inaceptable deshumanización de la persona, la que debe ser reconocida y respetada en su sacralidad.

Esto nos llama, finalmente, a asumir nuestra responsabilidad de hacernos artífices de la historia, a fin de que sea historia de la salvación, que aun teniendo sus contradicciones es conducida por el Espíritu de Dios. Optimismo y sentido de responsabilidad nos tienen que acompañar siempre, particularmente en estos tiempos y en este ámbito de la experiencia humana representado por las migraciones masivas. El hombre está en perenne camino, en camino con los otros y entre los otros. No olvidemos que todos estamos en camino: ya porque nuestra Patria celestial está en otro lugar o porque cada uno de nosotros cambia continuamente en su misma persona.

Sor María Victoria Leal Valladares
Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl
Secretaria del Instituto Católico Chileno de Migración
( I N C A M I )

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ZENIT Staff

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