Conclusiones del II Encuentro Internacional de Pastoral de la Carretera

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 16 enero 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el comunicado final del II Encuentro Internacional de Pastoral de la Carretera que se celebró en el Vaticano del 1 al 2 de diciembre y que ha sido distribuido por la institución organizadora, el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.

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CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PASTORAL DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES

II Encuentro Internacional de Pastoral de la Carretera
Ciudad del Vaticano, 1- 2 de diciembre de 2006

» En el camino de la movilidad sostenible»

COMUNICADO FINAL

I. El Acontecimiento

El segundo Encuentro Internacional de Pastoral de la Carretera se ha llevado a cabo los días 1 y 2 de diciembre de 2006, en la sede del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, en el Palacio San Calixto, Ciudad del Vaticano.

Participaron 5 Obispos, Directores Nacionales o representantes de Conferencias Episcopales, así come expertos, de 21 países, es decir: Alemania, Argentina, Australia, Austria, Bélgica, Bolivia, Bosnia-Herzegovina, Brasil, Chile, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, España, Francia, India, Inglaterra, Irlanda, Italia, Polonia, República Checa, y Rumania, y un representante del Consejo Episcopal Latino-Americano (CELAM). Además, estaban presentes delegados de «Die Akademie Bruderhilfe-Familienfürsorge» y de la Asociación Nacional Italiana de los Sociólogos. Hay que recordar también la participación de un capellán-operador de la Pastoral del Ferrocarril en Italia y de tres exponentes de la Pastoral de los “habitantes de la calle” (los niños, las mujeres, y los sin techo).

Muy estimulante ha sido el mensaje del Santo Padre Benedicto XVI, quien, expresando sincera apreciación acerca de la iniciativa «para ahondar y estimular la acción Pastoral en favor de los que operan, se encuentran y viven en la calle», desea «que la atención de la Iglesia esté siempre alimentada por el constante amor y por los generosos propósitos de ejemplar testimonio de la fe cristiana».

El Presidente del Consejo Pontificio, Su Eminencia el Cardenal Renato Raffaele Martino, ha saludado a los participantes y ha subrayado el hecho que para defender la vida hay que observar las reglas del tráfico, y que al infringirlas “se llega a graves perdidas de vidas humanas». De todos modos, al estar presentes varias categorías que pertenecen a este sector, ha precisado que el Encuentro intenta ofrecer la ocasión para reflexionar acerca de las necesidades pastorales del sector, en sus distintas expresiones, … e intentar dar respuestas adecuadas». Será, de todas maneras, muy particularmente «con el intercambio de las distintas experiencias» que podrá comprenderse «cuales son los medios más adecuados para asistir a los viajeros, a los encargados del transporte y a los habitantes de la calle».

El Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario del Dicasterio, ha introducido los trabajos y ha unido «el apostolado de la carretera al signo de los tiempos (que es) la movilidad humana», el cual tiene dos grandes aspectos: migración e itinerancia. Luego ha hecho una lista de los destinatarios de esta Pastoral, es decir «los conductores y los acompañantes así como los encargados a servirles», sin olvidar a los habitantes de la calle, es decir los niños, las mujeres y los clochards. Describiendo la característica de la pastoral de la carretera y del ferrocarril como «la mirada y la acción del Buen Samaritano», ella tendrá que traducirse más concretamente «en presencia de acogida y de servicio, en el sentido más amplio de la palabra». En fin el Arzobispo Marchetto ha vuelto a concentrarse en el centro del Encuentro, es decir el de «volver a situar con prospectiva real, social, nuestro compromiso especifico» en el ámbito del «papel evangelizador y de promoción de la vida humana», con una «propuesta renovada de valores éticos y cristianos».

Las sesiones del primer día, dedicado a la Pastoral del los profesionales y usuarios de la carretera y de los trabajadores en los servicios para ellos destinados, han empezado con la intervención del Arzobispo emérito de Sens-Auxerre, Su Excelencia Monseñor Georges Gilson. El ha individuado entre las revoluciones técnicas de nuestros días la invención del motor de explosión y del motopropulsor, importantes para trasladar a las personas y las cosas. Ello ha “decuplicado nuestra capacidad de correr, de desplazarnos, de viajar». Es sin embargo el hombre el dueño del autovehiculo y no el motor; él tiene la autoridad de decidir de manera autónoma la velocidad y el respeto del código de la circulación. El hombre de esta forma se asume la responsabilidad hacia si mismo, su propia vida, la de los demás y con respecto al medio ambiente. Se necesita entonces educar a la movilidad «sostenible», para garantizar la seguridad en la carretera y la solidaridad social, así come acoger la orden del Señor «que se amen los unos a los otros como yo los he amado».

Luego se han presentado las experiencias española, brasileña y alemana en materia.

Fray Juan Rivas, FSC, Director Nacional de la Pastoral de la Carretera en España, ha presentado de una manera muy detallada y con profundidad la historia, el empeño actual y los desafíos de esta Pastoral en su País. Ella involucra, en la Conferencia Episcopal, cada diócesis, colaborando con éxito con las instituciones civiles relacionadas al transporte. La importancia de la participación y animación de esta Pastoral es cada vez más percibida, incluso por los profesionales laicos. Fray Juan Rivas ha auspiciado, en fin, el desarrollo de esta Pastoral en todas las diócesis y la colaboración exhaustiva en los Departamentos de la Conferencia Episcopal.

La experiencia brasileña, presentada por el Reverendo P. Marian Litewka, CM, encuentra en la Eucaristía el punto de partida y la cumbre de la Pastoral de la Carretera nacional, pero la presencia de la Iglesia se expresa también “en los viajes (de los agentes pastorales) y durante las visitas a las estructuras de servicio situadas a lo largo de la carretera». Entre los objetivos de estas visitas, está la necesidad de «crear un ambiente de amistad en la carretera » y de valorizar… los que viven y trabajan en tal ambiente. así como quiere el Evangelio. Más concretamente, se celebra la Santa Misa en los espacios abiertos en las áreas de servicio de las carreteras, que los trabajadores consideran su propio “hogar”. O bien se utiliza el interior de un camión-capilla, y alrededor se concentra la asamblea al aire libre.

Monseñor Wolfgang Miehle, Director Nacional para las inmigraciones en la Conferencia Episcopal alemana, se ha fijado en la Pastoral de los camioneros. Además, ha subrayado la soledad a lo largo de su trabajo, al recorrer durante días, y a veces semanas, largos trechos de carretera a solas. Se han encontrado dificultades entre los camioneros en la consolidación de las relaciones sociales, también en las familias. Ellos además tienen condiciones de trabajo muy duras y están al límite de la explotación; por lo tanto pueden ser considerados realmente pobres, y para ellos la Iglesia necesita tomar una opción de preferencia. Los camioneros son sensibles a la cura pastoral que tiene que caracterizarse por ir donde ellos se encuentran, en los aparcamientos y en los autoservicios. Pastores y agentes pastorales tienen entonces que ser localizados en lugares alcanzables a «lo largo del recorrido». Es una experiencia positiva, en este ámbito, el «Kanal K», teléfono amigo de los camioneros, creado por iniciativa de la Comisión de la pastoral de empresa en el sur de Alemania. A través de este, el mundo camionero puede ponerse en contacto con un sacerdote u otro agente pastoral. Además, por ejemplo, sería muy oportuna la presencia de unas iglesias a lo largo de las carreteras, con presencia también del «camión eclesial» en los autoservicios.

Los ferrocarriles igualmente son carreteras, pero férreas. Monseñor Oliviero Pelliccioni, capellán de la «Estación Termini» en Roma, para ellas ha trazado la historia de la relativa pastoral en Italia, cuyos objetivos ha esclarecido. Creada como pastoral de empresa, está dirigida sobretodo a los ferroviario
s, para acompañarles en su trabajo especifico, tanto con la presencia y la «compañía» como con las palabras. El capellán, o el agente pastoral, para ellos tiene que ser «un amigo, un hermano», capaz de asimilar su lenguaje y sus aspiraciones, logrando escucharles con respeto y confianza, entregando su propio tiempo, sin juzgar, estableciendo relaciones y poniéndose constantemente al día en los problemas de ese ámbito. «En el respetuoso reconocimiento de las competencias de los laicos», el capellán reúne «a los creyentes con la Palabra y la Eucaristía».

En el segundo día se ha encarado el asunto de la pastoral para los habitantes de la calle: los niños, y las mujeres de la calle, y los sin techo. Tres expertas, han comunicado con vigor y con aflato las experiencias relacionadas a este campo. Ellas también han atestiguado la soledad de aquellos que viven en la calle, distinta y aún más dolorosa, expresando satisfacción al estar en contacto con la comunidad.

La doctora Chiara Amirante, presidente de la asociación Nuevos Horizontes, ha presentado de manera muy tocante el trabajo pastoral que su asociación desarrolla a favor de los niños y de las mujeres de la calle, no sólo por lo relacionado a la asistencia, sino también llevándoles a responder al amor de Quien ha dado su vida para nosotros derrotando la muerte. Ellos pueden quedar muy involucrados e incluso pueden volverse apóstoles de evangelización y de esperanza en la calle.

En nombre de la «Comunidad de San Egidio», ha hablado la doctora Francesca Zuccari, ilustrando el empeño a favor de las personas sin domicilio y de los niños de la calle, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano. La Comunidad opera de esta forma no sólo en Italia y en Europa, sino también en África, Latinoamérica y Asia.

La hermana Eugenia Bonetti, M.C., nos ha comunicado su experiencia decenal de pastoral a favor de las mujeres y de las menores víctimas del tráfico de seres humanos y de la explotación en la calle, y el empeño de las congregaciones religiosas femeninas en esta pastoral para la liberación y la ayuda a estas personas para que vuelvan a construirse una vida. Además ha auspiciado que las congregaciones masculinas se empeñen de la misma manera para la recuperación de tales víctimas y la reeducación de los «consumidores del sexo».

En fin, hubo la intervención, muy breve, del Rev. P. Christopher Riley, salesiano, quien ha ofrecido su gran experiencia relacionada a la recuperación de los niños de la calle en Australia, encomendando valentía y perseverancia, sin rendirse, nunca, en el cumplimiento de este empeño pastoral.

El intercambio ha continuado en el trabajo en grupos ahondando estos temas: «Carretera y ferrocarril» y «Habitantes de la calle».

II. Conclusiones

En el misterioso plan de la historia de la salvación, Dios alcanza al hombre en su condición de viandante, de buscador del Absoluto, autocomunicandose por sus vías y llamándole a la comunión de amor con Él, origen y cumplimiento de todo bien. Dios se revela como libertador de un pueblo oprimido y necesitado de libertad y luz, de verdad, de ordenamientos para encontrar el sentido de su vivir y la respuesta a su errar. Se encuentra, entonces, en la epopeya del Éxodo el paradigma de la condescendencia de Dios y la respuesta del hombre que deja la tierra del destierro para volver a su patria, la tierra prometida, allí atraído por la revelación de Yahvé.

De esta forma, está emblemáticamente representada la existencia del hombre, ubicada entre el auspicio de una verdadera libertad y su propia incoherencia e incapacidad de alcanzarla a solas. Dios dona su Alianza como signo de paz, de seguridad, de felicidad y belleza, dando al hombre la posibilidad de salir de la esclavitud de las cosas, de una sociedad enajenadora, de la pesantez de la autonomía absoluta, para confiarse a sabiendas a la benevolencia tranquilizadora de Dios, en la novedad de ser sus «hijos».

La Iglesia sigue entonces el camino del hombre con interés, con solicitud, según la voluntad de Dios en Cristo. Donde haya un hombre, con sus felicidades y sus dolores, allí estará la Iglesia, con su presencia pastoral. La atención eclesial hacia la movilidad no se acaba en una presencia genérica, sino se manifiesta proclamando el Evangelio, a través del testimonio, de la palabra, de la acción pastoral en aquellos sitios y ámbitos donde las mujeres y los hombres contemporáneos conducen formas de vida particulares, engendradas asumiendo las responsabilidades de trabajo o intentando sobrevivir.

En esta perspectiva, la «calle» se vuelve cifra de la vida y define una manera de ser hombres o mujeres en una sociedad proyectada en la velocidad y en el cambio, en la competición y en el consumo, relegando a la indiferencia o a la deriva aquellos que no corren, que no compiten y no consumen, aquellos explotados o aquellos que viven en la calle, por ejemplo. El hombre realiza de esta forma su ser «peregrino», que llega de lejos y va lejos, incluso por las carreteras. Con los medios de transporte, ellas cambian aspecto y se vuelven un bien para quien, como viandante, corre el riesgo de convertirse en «móvil», en “auto-móvil», que conduce a si mismo de manera falsamente autónoma.

En este recorrido la persona, que desarrolla su profesión recorriendo por largos trozos de tiempo las autopistas (los camioneros, por ejemplo), corre el riesgo de encontrar la soledad, lejo de la familia y de su dignidad. Por ello la Iglesia, educadora y madre, en las diócesis, con los grupos diocesanos y los encargados parroquiales, junto a las distintas asociaciones, a los movimientos y a las comunidades de la Iglesia, ofrece una pastoral de encuentro para que Cristo esté presente en los lugares de trabajo y de diversión, conjugando pastoral especifica y ordinaria, territorial, como demostración de una profunda comunión.

El Señor Jesús va a acompañar al hombre a cualquier lado en la vida cotidiana, gracias también a la Iglesia presente en la comunidad, en los colegios, en los aeropuertos, en las estaciones de trenes y en las calles, con la pastoral del encuentro y de la acogida, allí donde el hombre o la mujer vive cada día, o se detiene para volver una vez más a tomar su recorrido y su trabajo. De hecho, la base de su obra pastoral es la conciencia que cualquier cosa hacemos a los más pequeños lo hacemos a Cristo mismo. La Iglesia reconoce entonces la dignidad y los derechos también a los habitantes de la calle – tanto a los niños y a las mujeres, como a los sin techo – al ser ellos también creados a imagen y semejanza de Dios. De esta forma se reitera la opción preferencial por los pobres, para que puedan vivir respetados y con reiterado sentido de responsabilidad.

Al tener cuenta de la religiosidad popular, a la luz de «Jesús viandante» y de la Iglesia peregrina, se comprobó la devoción a los Santos relacionados a la calle y la invocación a que acompañen y protegen. Las capillas y los santuarios edificados a lo largo de las carreteras y las capillas móviles en las zonas de aparcamiento, están destinadas a la acogida del peregrino moderno, como importantes puntos de referencia religiosa y humana.

La fe, también en su expresión de piedad popular, eleva el hombre de su banalidad y caducidad de lo cotidiano a la belleza del divino, que se manifiesta en las sencillas y también intensas modalidades de la devoción. Los Santos, cuya veneración popular ha elegido como amigos y hermanos cercanos a los caminantes, se colocan en los caminos del hombre in itinere, y lo conducen al buen fin y a la meta.

El hombre «móvil» que escribe en correcta autonomía su recorrido de libertad, con una real responsabilidad hacia si mismo y hacia los demás, tiene cuidado, para evitarlas, con aquellas provocaciones de nuestro tiempo que se dirigen hacia la promoción de una cultura del exceso, cuna de un egoísmo desencadenado y perjudicial. <br>
En todo caso, al ser la pastor
al de la calle complicada, también por la variedad de sus destinatarios, es imposible desarrollarla cada uno por su cuenta. La Iglesia tiene entonces un papel de «red», sobretodo en defensa de la vida y de la dignidad humana. Ella es comunidad que se expresa a través de carismas y ministerios, y llama a sus miembros para que desarrollen un trabajo pastoral afín de que, por medio de ellos, Dios pueda todavía y siempre intervenir en la historia de la humanidad, en Cristo, por obra del Espíritu Santo. El Señor de la historia salva en la historia.

III Recomendaciones

Por las razones que se acaban de expresar, se recomienda
* a favor de los automovilistas y de los profesionales del transporte por carretera o ferrovía:
– ahondar la atención pastoral para una movilidad segura, sostenible, que respete la vida, el hombre, su dignidad, sus derechos y su destino;
– promover un conocimiento compartido, favoreciendo el dialogo entre todos los actores sociales que se ocupen de movilidad;
– intensificar los contactos con los medios de comunicación social para invitarlos a un más atento análisis de los mensajes cotidianos y volverse aliados de una obra de educación, incluso de aquella que se refiere a la carretera;
– tutelar el derecho de los profesionales y de los trabajadores de la carretera para condiciones seguras de trabajo;
– crear nuevos sitios y ocasiones de encuentro con los profesionales de la carretera, ya que a diferencia de los que utilizan el auto por razones personales o familiares, ellos experimentan más la soledad y la lejanía de la familia;
– desarrollar estos encuentros en los espacios que los interesados consideran «suyos», como pueden ser las zonas de aparcamiento, sin olvidar los autoservicios;
– convertir los encuentros en momentos en los que se pueda vivir más intensamente y espiritualmente y con la posibilidad de crecer en la fe;
– incluir entre los trabajadores de la carretera y del ferrocarril también aquellos quienes, en la estructuras de vario tipo, ofrecen servicios a los viajeros y a los medios de transporte.

* Al tener presente también las conclusiones y recomendaciones del 1º Congreso Internacional para la pastoral de los niños de la calle (Roma, 25-26 de octubre de 2004) y del 1º Encuentro internacional de pastoral para a liberación de las mujeres de la calle (Roma, 20-21 de junio de 2005) (www.vatican.va/roman_curia/pontifical_council/migrants/documents_1/rc_pc_migrants_doc_20230605_Iinc_past-don-strada-findoc_sp.html), por lo relacionado a los habitantes de la calle, se recomienda:
– considerar que la situación de los niños, de las mujeres de la calle y de los sin techo, es de total vulnerabilidad;
– responder a su callada necesidad de salvación y de seguridad, yendo donde ellos se encuentran, en las calles, no quedando esperándoles en los centros de acogida;
– cualificar estos centros de manera que se vuelvan verdaderos sitios de acogida, de solidaridad, y de familia ensanchada, donde se encuentran las respuestas a las exigencias del espíritu, y no solo a aquellas materiales;
– ayudarles para que vuelvan a descubrir su propia dignidad y para que recuperen un nivel adecuado de autoestima;
– amarles, respetarles, estar cerca, “llamándoles por nombre», de manera de restituirles una vida más humana; ellos también aprenderán de este forma a amarse y ayudar a los demás;
– dar una familia a quien no la tiene, o quizás nunca la ha tenido, sobretodo a los niños de la calle;
– ayudar para que vuelvan a integrarse en la sociedad;
– no obligarles a seguir los programas establecidos de antemano, sino crear lo que responda a sus exigencias;
– organizar actividades para los jóvenes en riesgo y formar oportunas asociaciones de manera que la calle pierda ese atractivo que, a pesar de todo, tiene;
– trabajar en los sitios de procedencia de los niños y de las mujeres de la calle, sobretodo para derrotar las causas de su situación desgraciada;
– aprontar una pastoral de presencia, acogida y acompañamiento, dando respuestas concretas a las necesidades que se presentan;
– realizar una integración entre pastoral especifica y territorial;
– dialogar y colaborar «en red» con organismos eclesiales y no eclesiales, gubernamentales y no gubernamentales, con órganos de Estado (ministerios, parlamento, policía, cárceles, etc…) con el intento de poder, si es posible, cambiar la realidad de manera, no solo temporaria, sino definitiva;
– trabajar para la instrucción y la formación escolar y de los valores;
– individuar agentes pastorales adecuados, y formarles convenientemente;
– compartir experiencias y conocimientos con otros agentes pastorales;
– sensibilizar a los obispos y las diócesis, las asociaciones y los movimientos para este tipo de pastoral especifica;
– utilizar con prudencia las estructuras parroquiales – si son disponibles – para la asistencia material y espiritual de los niños y de las mujeres de la calle y de los sin techo;
– reconocer las diferencias culturales, y otras, en los sitios donde se opera, en las distintas zonas del mundo;
– sensibilizar al fenómeno de los “habitantes” de la calle e informar sobre la acción emprendida para ofrecer soluciones a los problemas relacionados con tal fenómeno;
– continuar la obra de sensibilización respecto a la sociedad y a las instituciones publicas que tienen el deber de intervenir;
– trabajar por un cambio de mentalidad con respecto a estas nuevas formas de pobreza, de explotación, y de esclavitud, empeñándose para que vuelva a descubrirse el valor y la dignidad de la persona humana, más allá de sus condiciones objetivas y temporarias de vida;
– tomar en consideración la creación de un sitio web que permita facilitar las informaciones y el intercambio de experiencias en este importante ámbito de atención humana y pastoral.

[Traducción distribuida por el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes]

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ZENIT Staff

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