CIUDAD DE PANAMÁ, martes, 16 enero 2007 (ZENIT.org).- Aunque la economía panameña muestra signos de crecimiento, este no ha beneficiado a amplias capas de la población. Los niveles de pobreza que subsisten y la mala distribución de la riqueza representan una vergüenza el país, señaló la Iglesia Católica de Panamá.
«Tenemos recursos para acabar con la pobreza», indicó en declaraciones a la prensa monseñor José Luis Lacunza, presidente de la Conferencia Episcopal Panameña (CEP).
«Es una vergüenza para nosotros. Panamá está peleándose el primero y segundo puesto en América Latina como el peor distribuidor de la riqueza», agregó.
Eso «no es una medalla de oro», agregó monseñor Lacunza, quien formuló sus críticas un día después del acto de Consagración de Panamá al Sagrado Corazón de Jesús, el pasado 11 de enero, y durante el cual la CEP divulgó una carta en que pidió una investigación «expedita e imparcial» sobre la contaminación de varios medicamentos y el incendio en un autobús del transporte urbano que cobraron decenas de muertos en 2006.
El Gobierno dijo recientemente que la economía creció un 8% el año pasado y estimó que seguirá por esa senda en 2007, pero los obispos del país constataron que esas estadísticas chocan con los altos índices de pobreza, que afectan a casi el 40% de los 2,9 millones de panameños
«Urge la elaboración de un plan de desarrollo nacional, donde participen los gobernantes y dirigentes sociales, para mejorar la condición de los pobres», destacó la carta leída por el obispo auxiliar, monseñor José Domingo Ulloa.
Agregó que la muerte de unas 50 personas por culpa de la contaminación de un lote de fármacos de la Caja de Seguro Social, así como la tragedia de los 18 calcinados en el incendio de un autobús, «son el reflejo de la falta de responsabilidad y vocación de servicio de los funcionarios encargados de la seguridad de la población».