MADRID, lunes, 8 enero 2007 (ZENIT.org-Veritas).- El arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, presidió este lunes en la Iglesia San Pedro Apóstol, del pueblo de Barajas, una Misa de Exequias por Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate, las dos víctimas mortales del atentado que la banda terrorista ETA perpetró el pasado 30 de diciembre en el aparcamiento de la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas.

Durante su homilía, el cardenal afirmó que «en España no falta la paz porque haya guerra, sino porque hay terroristas que amenazan la vida y la libertad de sus semejantes» y añadió que al terrorismo sólo se le superará «definitivamente cuando las conciencias se conviertan, sanen, y consideren y estimen a la persona y a sus derechos como inviolables y parte esencial del bien común».

Para el prelado, el fin del terrorismo llegará cuando esas mismas conciencias «diseñen y apoyen proyectos sociales, culturales y políticos, inspirados en los valores de la libertad, de la concordia y de la unidad solidarias».

De todos los daños producidos por el atentado el cardenal afirmó que «lo más doloroso, lo cualitativamente más doloroso ¡con mucho! fue la muerte de nuestros hermanos Carlos Alonso y Diego Armando, ciudadanos ecuatorianos que, como tantos de sus compatriotas, habían venido a España para mejorar las condiciones materiales de sus vidas y las de sus familias, pero también a compartir con nosotros trabajo, servicio y sacrificios en aras del bien común de todos los españoles».

Para el arzobispo de Madrid, Estacio y Palate, «escribían así en la reciente historia de la emigración de los países de la América Hermana a España el nuevo capítulo de la solidaridad con los que han dado la vida, víctimas del Terrorismo de ETA».

«Los terroristas y sus cómplices piensan cómo los impíos, de los que habla el Libro de la Sabiduría, que no conocen los secretos de Dios, no esperan el premio de la virtud… e, ignoran, que Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser», afirmó el prelado.

Asimismo, dijo que el Terrorismo, también el de ETA, «utilizó perversamente al hombre, con sumo desprecio de su dignidad y de su vida, al servicio de sus crueles e implacables intereses de conquista de poder político a toda costa«.

El cardenal Rouco utilizó la definición del terrorismo como «una estructura de pecado», que dan los obispos españoles en sus instrucciones pastorales «Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias” y «Orientaciones morales ante la situación actual de España».

El arzobispo de Madrid presentó a Dios a los hermanos ecuatorianos fallecidos –que fueron «víctimas de esa ideología del odio, que inspira el terrorismo»– para que «su muerte violenta, como la de las demás víctimas de las ocasiones terroristas, les haya servido para encontrarse por la gracia del Espíritu Santo» y para que «sus familiares y amigos sientan en sus corazones el alivio y la fuerza vivificadora de la esperanza cristiana».

El cardenal aludió también a la enormidad de «los daños materiales producidos por el atentando. Incontables las personas que se vieron afectadas inmediata y/o mediatamente por sus efectos: los numerosos heridos, los perjudicados en sus planes de viaje, el personal del Aeropuerto de Barajas, los dueños de los automóviles y de otros objetos destruidos por el mismo».

Finalmente, dijo que «nuestra oración-plegaria se debe dirigir, agradecida, por todas las personas que han trabajado denodadamente hasta la extenuación –del Aeropuerto, de los Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad del Estado, del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid, Voluntarios, etc.– por prevenir y neutralizar en lo posible los terribles efectos del atentado».