ROMA, viernes, 2 febrero 2007 (ZENIT.org).- Continúa el debate en muchos países sobre el uso de la así llamada píldora del día después. En Chile, tras muchos meses de conflicto sobre el tema, el gobierno ha dado el visto bueno a la distribución de la píldora el pasado septiembre. El 12 de enero, sin embargo, el Tribunal Constitucional de Chile votó 6 contra 4 para parar la píldora.
Según un reportaje de Associated Press del mismo días, los jueces invalidaron el programa bajo el que se distribuye la píldora porque fue autorizado por un decreto administrativo, en vez de un por decreto presidencial o una ley parlamentaria.
El alto a la distribución de la píldora puede que dure poco. El gobierno respondió a la sentencia anunciando que la presidenta chilena Michelle Bachelet emitiría un decreto para superar el error técnico que encontró el tribunal.
La Iglesia católica en Chile se ha opuesto firmemente al programa puesto en práctica por el gobierno. En una declaración el 7 de septiembre, la Conferencia Episcopal apuntaba los posibles efectos abortivos de la píldora si tiene lugar la concepción.
Los obispos también criticaron el programa para minar el papel de los padres. El programa del gobierno prevé la distribución de la píldora del día después a chicas de 14 años, sin la necesidad de la aprobación de los padres. Esto priva a los padres de su legítima autoridad en la educación y guía de sus hijos, indicaban los obispos.
El debate en Chile tiene lugar precisamente cuando se levantan dudas sobre la efectividad de los programas que implican la distribución masiva de la píldora del día después. Proclamada desde siempre por sus promotores como algo necesario para ayudar a reducir los abortos, en la práctica no hay evidencia alguna de que tenga tal efecto.
Una revisión de 23 estudios sobre diversos tipos de «anticonceptivos de emergencia», publicada en la entrega de enero de la revista Obstetrics and Gynecology, no encontró evidencia de que el uso de la píldora haga bajar los índices de embarazos y abortos.
En su reportaje del 8 de enero sobre el artículo de la revista, el Washington Times comentaba que en el 2005, los investigadores del Guttmacher Institute, un organismo de investigación conectado con la abortista Planned Parenthood, publicaba un informe sosteniendo que el uso de la píldora y otros «anticonceptivos de emergencia» ha prevenido 51.000 abortos en el 2000.
Tales argumentos siguen repitiéndose. «No es un sin sentido el hecho de que aumentemos el acceso a los anticonceptivos y, en especial, que la píldora del día después esté disponible sin receta», sostenía el editorialista del New York Times, Nicholas Kristof, en un artículo el 2 de mayo.
Más píldoras, más abortos
Otro informe, publicado el 8 de enero, confirmaba el fracaso de la píldora del día después en la reducción de los abortos. El portal informativo español Forum Libertas analizaba lo que ha ocurrido en el país desde que se introdujo la píldora. En el 2000, el año anterior a su introducción, había 60.000 abortos, un índice de 7,5 abortos por cada 1.000 mujeres menores de 20 años.
En el 2005, se distribuyeron no menos de 506.000 píldoras del día después. Al mismo tiempo, sin embargo, el número de abortos dicho año subió hasta los 91.000 y el índice de abortos por mujer menor de 20 años subió hasta los 11,5 abortos por cada 1.000 mujeres.
El año pasado se informó de resultados similares en Gran Bretaña. El 15 de septiembre el British Medical Journal publicaba un editorial con la firma de Anna Glasier, directora de una unidad del Servicio Nacional de Salud en Edimburgo, Escocia.
Glasier escribía: «Los anticonceptivos de emergencia se han anunciado como la solución a la subida del índice de abortos». «Algunos autores han sugerido que en Estados Unidos casi un millón de abortos podrían prevenirse al año si cada mujer utilizar los anticonceptivos de emergencia cada vez que los necesitase».
«Sin embargo, a pesar del claro aumento en el uso de anticonceptivos de emergencia, el índice de abortos no ha descendido en el Reino Unido», continuaba el artículo. De hecho, escribía Glasier, ha subido del 11 por cada 1.000 mujeres de entre 15 y 44 años en 1984 (136.388 abortos) hasta 17,8 por cada 1.000 en el 2004 (185.400 abortos). Añadía que el incremento en el uso de anticonceptivos de emergencia en Suecia tampoco se ha asociado a una reducción en el índice de abortos.
En Escocia ya había suscitado preocupación el uso de la píldora del día después. En un informe publicado en noviembre de 2005 por el Consejo Escocés de Bioética Humana, la doctora Anne Williams observaba que la píldora del día después «es etiquetada de forma errónea y engañosa por los organismos médicos y del gobierno como ‘anticonceptivo de emergencia’».
«Es engañosa porque encubre el hecho de que puede actuar, no previniendo la concepción, sino previniendo que sobreviva y se desarrolle un embrión ya existente», explicaba el informe.
El término anticoncepción es insuficiente para describir el efecto completo de la píldora del día después, escribía Williams. De hecho, la píldora puede actuar para prevenir la implantación (el anidamiento del embrión en la pared del útero), que ocurre aproximadamente siete días después de que haya tenido lugar la concepción. Los anticonceptivos previenen la concepción, no la implantación. «Los actos que son post-conceptivos no pueden incluirse razonablemente en la definición de anticoncepción», indicaba.
Preocupación por la salud
El informe también observaba la falta de una investigación adecuada y profunda sobre las implicaciones sobre la seguridad de la píldora del día después a corto y largo plazo. Esto es particularmente preocupante cuando las mujeres la usan de modo frecuente.
El informe citaba evidencias de siete clínicas de planificación familiar que muestran que más de la mitad de las mujeres han usado la píldora del día después al menos una vez aquel año, y el 25% tres veces o más. Seguir los problemas de salud debido al uso de la frecuente de esta píldora también es problemático dada la naturaleza de los programas puestos en práctica por algunos gobiernos, que incluyen la distribución libre sin necesidad de prescripción médica.
Williams también sostenía que la disminución del miedo al embarazo debido al recurso de la píldora del día después puede traer consigo una postura más superficial a la hora de entablar relaciones sexuales, con pocas excusas para rechazarlas por parte de una joven. Una mayor actividad sexual podrá contribuir a niveles mayores de enfermedades de transmisión sexual.
Susan Wills, directora adjunta de la oficina pro vida de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, también mostraba su preocupación por los efectos para la salud de la píldora. Plan B, una clase de píldora del día después, y otros métodos de «anticoncepción de emergencia» son el equivalente a tomar de 4 a 40 veces la dosis diaria de varias píldoras anticonceptivas en un periodo de 12 horas, observaba en un artículo publicado el 15 de agosto en la página web de Nacional Review Online.
Los efectos negativos de la píldora del día después incluyen interrupciones graves del ciclo menstrual, convulsiones, y un notable riesgo de embarazos ectópicos. A pesar de estos peligros, el año pasado la Administración para Alimentación y Medicamentos de Estados Unidos suavizó la reglamentación para Plan B, permitiendo a las mujeres comprarla sin receta.
Los promotores de estas píldoras siguen presionando para que usen de modo cada vez más frecuente, hasta el punto de sostener que debería estar presente en el botiquín del cuarto de baño de toda mujer, informaba el periódico británico Teleg
raph el 14 de diciembre.
En diciembre, el Servicio Consultivo Británico para el Embarazo afirmaba que las mujeres deberían considerar la píldora como si fuera una aspirina. «Intentamos hacer que la píldora del día después sea tan normal como el Nurofen», declaraba un portavoz al periódico.
Norman Wells, director del Family Education Trust, criticaba esta actitud como «muy irresponsable». Wells sostenía que el uso frecuente podría tener efectos negativos a largo plazo. También comentaba que cuando se aprobó por primera vez en Gran Bretaña esta píldora, se propuso como algo para usarse sólo en circunstancias excepcionales. Ahora, si embargo, se presenta como si fuera tan insignificante como una aspirina.
Por el padre John Flynn