Más recientemente, en Australia, John Elliot, que sufría de cáncer, viajó a Zurich, Suiza, para poner fin a su vida con la ayuda de la organización Dignitas. Como suele ocurrir con estos casos, los activistas a favor de la eutanasia explotaron el impacto emocional del sufrimiento de un paciente enfermo terminal que busca un supuesto derecho a morir.

Elliot fue acompañado en su viaje por el defensor de la eutanasia australiano, Philip Nitschke, así como por un reportero del periódico Age de Melbourne, informaba el mismo periódico el 27 de enero. Nitschke admitía abiertamente que esperaba que la publicidad resultante ayudaría a su larga campaña para que se permitiera la eutanasia en Australia.

Nitschke publicó hace poco un trabajo sobre cómo suicidarse llamado «The Peaceful Pill Handbook» (El manual de la píldora pacífica). El Fiscal Federal Philip Ruddock ha recurrido la decisión tomada por el Classification Review Board de permitir la publicación del libro en Australia, informaba Age el 13 de enero.

Como reacción a la noticia de la muerte de Elliot, el ministro de sanidad, Tony Abbott, advirtió que legalizar la eutanasia podría poner a los ancianos en el riesgo de verse «presionados», informaba el 29 de enero Age.

Abbott distinguía entre usar de forma legítima el quitarse dolor que podría acelerar la muerte como efecto secundario, y la intención deliberada de morir. «Si la intención es causar la muerte, eso está mal y seguirá estando mal», afirmaba Abbott. El artículo observaba, no obstante, que otros políticos han declarado su apoyo a que se permita la eutanasia.

La clínica suiza Dignitas, donde Elliot fue a morir, es bien conocida por su promoción de la eutanasia. El fundador de la clínica, Ludwig Minelli, afirmaba en una gira reciente por Inglaterra que estaba a favor incluso de ayudar a las personas deprimidas a poner fin a sus vidas, informaba el 21 de septiembre el Times de Londres.

Sin límites
Además, Minelli declaró en un encuentro en la conferencia de los Liberales Demócratas de Gran Bretaña en septiembre que «si aceptas la idea de la autonomía personal, no puedes poner la condición de que sólo los enfermos terminales tendrían derecho a esto». Según el Times, Minelli habló al grupo por invitación de Chris Davies, un liberal demócrata y miembro del Parlamento Europeo, que está haciendo campaña para cambiar la ley británica.

Según un reportaje de Reuters el 3 de julio, Dignitas había facilitado hasta esa fecha la muerte de 573 personas desde su fundación en 1998.

El año pasado el gobierno suizo rechazó la idea recortar la ley sobre suicidio asistido tras la preocupación expresada por la creciente reputación del país como lugar de «turismo mortal».

El ministro de justicia, Christoph Blocar, declaró que el gabinete había decidido que no se requería una nueva legislación, informó la agencia Swissinfo el 31 de mayo.

Poco después de la decisión, tres obispos de Alemania, Francia y Suiza publicaron una carta pastoral conjunta hablando en contra del suicidio asistido. El arzobispo de Friburgo, Mons. Robert Zollitsch, el arzobispo retirado de Estrasburgo, Mons. Joseph Doré, y el obispo de Basilea, Mons. Kurt Koch, afirmaba que todos están obligados a respetar la santidad de la vida humana y los derechos del enfermo crónico y del moribundo, informaba la agencia alemana Deutsche Welle, el 4 de julio.

En una conferencia de prensa, Mons. Zollitsch declaró que «en este momento, el enfermo, el que sufre y el moribundo son vistos como una carga de la que hay que encargarse».

Todavía más preocupante es la sentencia del Tribunal Supremo suizo de permitir el suicidio asistido para personas con enfermedades mentales. El Tribunal Federal rechazó la sentencia del caso de un hombre de 53 años con desorden bipolar, que pidió ayudar para suicidarse, informaba Associated Press el 2 de febrero.

El tribunal dictaminó en contra de su petición, pidiendo un estudio médico más completo. Indicó, sin embargo, que en el caso de desórdenes incurables y graves, una persona enferma mental podría recibir ayuda para suicidarse.

Aún más preocupación surge del hecho de que Soraya Wernli, antigua asistente de Minelli, acusase a la organización Dignitas de haberse precipitado a la hora de ayudar a gente a morir. Estas acusaciones aparecieron en un artículo publicado en el periódico australiano Sydney Morning Herald el pasado 3 de febrero.

En el 2005, Wernli, una enfermera que ha trabajo para Minelli durante tres años, y su marido Kurt, uno de los directores de Dignitas, abandonaron la organización, debido a la preocupación por su trabajo. Con frecuencia, explicaba, había una indebida precipitación en el proceso de aceptación de peticiones de las personas que solicitaban ayuda para suicidarse. Además, no todas ellas tenían enfermedades terminales. Wernli afirmaba que algunas de aquellas personas a las que se ha ayudado a morir sufrían de depresión, mientras que otras simplemente eran ancianas y querían morir.

Bebés discapacitados
La eutanasia no sólo servirá para los ancianos. Cada vez se presiona más para que se practique a recién nacidos que sufren de enfermedades o discapacidades. El Royal College of Obstetricians and Gynecology del Reino Unido propuso que se considerara la «eutanasia activa» para bebés enfermos, informó el 5 de noviembre el Sunday Times.

La propuesta se presentó en una comunicación enviada por el colegio a una investigación del Nuffield Council of Bioethics, sobre el tema de prolongar la vida a los bebés recién nacidos. Su comunicación recibió el apoyo de John Harris, miembro de la Comisión de Genética Humana del gobierno y profesor de bioética en la Universidad de Manchester, informaba el Sunday Times.

«Podemos poner fin para que una grave anormalidad fetal no acabe en nacimiento, pero no podemos matar a un recién nacido. ¿Qué es lo que la gente piensa que ocurre al pasar el canal del nacimiento para que den su aprobación a matar un feto a un lado de dicho canal pero no en el otro?», preguntaba.

John Wyatt, neonatólogo consultor en el University College London Hospital, se opuso a estas propuestas. «La mayoría de los doctores y profesionales de la salud creen que una vez que introduces la posibilidad de un asesinato intencional en la práctica médica, cambias la naturaleza fundamental de la medicina», indicaba. «Cuándo tiene valor la vida de alguien, se convierte de inmediato en una decisión subjetiva».

Poco después el Nuffield Council hizo público su rechazo a la idea de la eutanasia activa para los recién nacidos. «La obligación profesional de los médicos es preservar la vida hasta donde puedan», indicaba la nota de prensa del consejo, con fecha del 15 de noviembre.

No obstante, el consejo hacía recomendaciones en contra de cuidados intensivos para bebés nacidos prematuramente con menos de 23 semanas. Para los nacidos entre 23 y 24 semanas, el consejo afirmaba que sus casos deberían debatirse entre padres y médicos.

El informe también recomendaba aumentar la ayuda a los niños que sobrevivan y a sus familias. «Resulta inconsecuente afanarse en salvar las vidas de los más jóvenes sin proporcionarles suficientes cuidados y ayudas para los niños que sobrevivan», declaraba el consejo.

Benedicto XVI ha elevado su voz en defensa del valor de la vida humana de quienes sufren. La enfermedad y la muerte no es una negación de lo que es humano, sino parte de nuestro viaje, que nos llevará, siguiendo a Cristo, a la vida eterna, explicaba el pontífice el 10 de noviembre del 2006, en un mensaje a los obispos de Italia.

El Papa añadía: «Del mismo modo, ante la pretensión, que aflora a menudo, de eliminar el sufrimiento recurriendo incluso a la eutanasia, es preciso reafirmar la dignidad inviolable de la vida humana, desde su c oncepción hasta su término natural».

Por el padre John Flynn