CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 15 marzo 2007 (ZENIT.org).- Los teólogos deben profundizar sobre la humanidad de Cristo y su solidaridad con los pobres, pero esto no debe oscurecer su divinidad, elemento fundamental del cristianismo, explica el padre Federico Lombardi S.I., al comentar obras del padre Jon Sobrino S.I.
El director de la Oficina de Información de la Santa Sede ha ofrecido una reflexión a través de los micrófonos de «Radio Vaticano», de la que también es director, tras la publicación este miércoles de la «Notificación» publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El documento afirma que dos obras del padre Sobrino contienen «notables discrepancias con la fe de la Iglesia», sobre cuestiones como «la divinidad de Jesús», «la encarnación del Hijo de Dios», «la relación entre Jesucristo y el Reino de Dios», «la autoconciencia de Jesucristo» y «el valor salvífico de su muerte».
Para comprender el significado de la «Notificación», el padre Lombardi recuerda «la importancia de una adecuada comprensión de la naturaleza y de la obra de Jesucristo como corazón mismo de la fe cristiana».
«Jesucristo es para la Iglesia el “mediador” entre Dios y el hombre, es el “pontífice”, es decir, el constructor del puente que permite a los hombres volver a entablar una relación de amistad y de unión con Dios, superando la distancia, la imposibilidad de comunicación provocada por toda una historia de pecados».
«Para ser mediador y puente, Jesucristo debe apoyarse firmemente «tanto sobre la orilla de la humanidad como sobre la de la divinidad. De lo contrario, el paso de una orilla a otra queda interrumpido, o se hace inseguro».
«Desde los primeros siglos del cristianismo, esta necesidad del puente se ha afirmado con fuerza y se ha defendido con decisión ante numerosas teorías que negaban uno de los dos pilares fundamentales del puente: o la humanidad o la divinidad».
«Al negar uno de los dos aspectos se pone en tela de juicio la misma salvación del hombre, dado que falta el puente concreto, real, a través del que el hombre puede entrar en relación con Dios».
«La reflexión teológica sobre Jesucristo ha debido tener en cuenta siempre estos dos aspectos, ambos esenciales, aunque los diferentes contextos históricos y culturales han influido, asumiendo tonos y acentos característicos según las corrientes teológicas y espirituales».
«Con frecuencia, el contexto de la experiencia cristiana lleva a insistir en la solidaridad entre Jesús y los hombres, en su participación en las vicisitudes humanas: sus controversias, su pasión, su muerte violenta son cruciales para el anuncio y para la acogida del Evangelio por parte de los pobres, de quien sufre por la fe y la justicia».
«Quien vive su fe participando en las experiencias más dramáticas del pueblo, cultiva naturalmente una sintonía espiritual profunda con la humanidad de Cristo y, si es teólogo, se ve movido a profundizar en una “cristología desde la base” que se basa en el pilar del puente que está sobre la orilla de la humanidad».
«Esta es ciertamente la situación del padre Sobrino, siguiendo el surco característico de la teología latinoamericana, tan atenta al camino de liberación humana y espiritual de los pueblos del continente».
«No olvidemos que el padre sobrino fue miembro de ese equipo de la Universidad Centro Americana de San Salvador, en la que seis de sus miembros fueron bárbaramente asesinados en 1989 precisamente por su compromiso cultural en solidaridad con el pueblo salvadoreño».
«Al mismo tiempo, la insistencia en la solidaridad entre Cristo y el hombre no debe oscurecer o minusvalorar la dimensión que une a Cristo con Dios. Pues, si Cristo no es al mismo tiempo hombre y Dios, al puente le falta su segundo pilar y la realidad de nuestra comunicación con Dios queda puesta en cuestión de manera radical».
«Este es el problema que explica la “Notificación”: manifiesta respeto por la obra de Sobrino y por sus intenciones, pero considera que tiene la obligación de hacer notar que en algunas de sus obras ciertas afirmaciones sobre algunos argumentos cruciales, como la divinidad de Cristo, la encarnación del Hijo de Dios, la autoconciencia de Jesucristo y el valor salvífico de su muerte, ponen en tela de juicio puntos verdaderamente fundamentales de la fe permanente de la Iglesia».
«En otras palabras, ponen en cuestión la integridad y la estabilidad del puente que permite la comunicación entre los hombres y Dios, incluida la de los pobres de todos los tiempos», concluye.