El secreto para ser felices cuando se sufre, según el Santo Padre

Encuentro con los menores de la Institución Penitenciaria de Casal di Marmo (Roma)

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ROMA, domingo, 18 marzo 2007 (ZENIT.org).- El secreto para ser siempre felices, incluso cuando se sufre, es que Dios ocupe siempre el primer lugar en nuestra vida, constata Benedicto XVI. <br>
Escucharon atentamente estas palabras medio centenar de jóvenes reclusos de la Institución Penitenciaria para Menores Casal del Marmo, en Roma.

Al centro se dirigió en la mañana de este domingo el Santo Padre; allí celebró la Santa Misa con la participación de los jóvenes, con quienes mantuvo posteriormente un encuentro en el gimnasio del lugar.

Fue la segunda parte de una visita pastoral en la que se pudo ver al Papa visiblemente contento. En ese segundo momento, más distendido, le ofrecieron sus saludos las autoridades, responsables y voluntarios del centro penitenciario, así como un interno en nombre de los demás.

Agradeciendo todas estas muestras de afecto, Benedicto XVI se dirigió a los presentes, a quienes acompañaban también sus familiares, mencionando que aún se mantenía vivo en el centro el recuerdo del cardenal Casaroli, a quien allí simplemente se le llamaba, con familiaridad, el padre Agostino.

Secretario de Estado de Juan Pablo II, el purpurado italiano desempeñó durante los años ‘80 su ministerio pastoral entre los jóvenes de esa cárcel; éstos desconocían la elevada responsabilidad eclesiástica de quien les visitaba.

Benedicto XVI relató este domingo ante los jóvenes internos que el cardenal Casaroli le hablaba de esta experiencia suya, y de que siempre se sentía muy amigo y muy cerca de los chicos y chicas allí recluidos.

«Sabed que el Papa os quiere y os sigue con afecto», les aseguró por su parte Benedicto XVI.

Y constató que para ellos este domingo era de fiesta, por el acontecimiento de esta visita pastoral, también el día en que la liturgia misma comienza con la invitación a ser felices.

«Pero ¿cómo se puede ser feliz cuando se sufre? ¿Cuándo se está privado de la libertad? ¿Cuándo uno se siente abandonado?», se preguntó ante los menores reclusos.

«Dios nos ama» -recordó el Papa, aludiendo a cuanto se había celebrado en la Misa, pocos minutos antes-; «he aquí la fuente de la verdadera alegría».

«Aún teniendo cuanto se desea a veces se es infeliz; se podría en cambio estar privado de todo, hasta de la libertad o de la salud, y estar en paz y en gozo, si dentro del corazón está Dios», reveló Benedicto XVI.

«El secreto por lo tanto está aquí -añadió-: es necesario que Dios ocupe siempre el primer lugar en nuestra vida. Y el verdadero rostro de Dios lo ha revelado Jesús».

Antes de despedirse, el Papa aseguró de corazón a los jóvenes que permanecerán con él en sus oraciones.

Con fuertes aplausos, al inicio de este encuentro, fueron acogidas también las palabras de la directora de la institución penitenciaria, Maria Laura Grifoni, quien después de agradecer al Papa -en nombre del personal y de los jóvenes del centro- su presencia, reconoció espontáneamente que «algo extraordinario» había sucedido

«Desde que supimos que usted venía» ha sucedido algo «verdaderamente extraordinario porque la sonrisa ha entrado en la cárcel -expresó-. Todos reían, todos trabajaban. ¿Qué puedo hacer por el Papa?», preguntaban constantemente los jóvenes.

«Éste es el clima que tenemos alrededor» -confirmó-; «creo que ha nacido una esperanza por un futuro, difícil, pero tal vez mejor».

La directora del centro de menores pidió finalmente al Papa: «Recuerde en sus oraciones a estos trabajadores, a cuantos desarrollan su labor aquí dentro, que frecuentemente en los fracasos podrían desmotivarse».

Entre 17 y 23 años de edad tienen los chicos y chicas, medio centenar, recluidos actualmente en la Institución de Casal del Marmo. El 85% son extranjeros.

En nombre de todos ellos, un joven dirigió este saludo: «Querido Papa, nos ha dado mucho gusto tu visita a la cárcel. Nos quedamos de piedra cuando nos lo dijeron. No imaginábamos que una persona tan importante como tú podía venir a encontrarnos. Lamentamos haber cometido tantos errores (…)».

«Confiamos mucho en que cuando salgamos de aquí, lograremos dar un giro a nuestra vida -continuó-. Pensamos que tú eres un punto de referencia para escapar de todos nuestros pensamientos»; «nuestro mayor deseo es recibir tu bendición».

Inmediatamente Benedicto XVI se levantó y acudió a saludar al joven, y al final del encuentro hizo lo mismo con todos, uno por uno, intercambiando algunas palabras. Los internos le ofrecieron regalos de artesanía hechos por ellos mismos.

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ZENIT Staff

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