CIUDAD DEL VATICANO, martes, 24 abril 2007 (ZENIT.org).- El aborto y la eutanasia se han convertido en manifestaciones del nuevo «terrorismo de rostro humano», que junto al de los kamikazes constituye el látigo de las sociedades contemporáneas, denuncia el secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El arzobispo Angelo Amato presentó esta denuncia el pasado lunes al intervenir sobre «El problema del mal – Reflexiones filosóficas y teológicas» en el seminario mundial de los capellanes católicos y miembros de capellanías de aviación civil, que se celebra en Roma hasta el 26 de abril por iniciativa del Consejo Pontificio para los Emigrantes y los Itinerantes.
«Leyendo los diarios e Internet o escuchando la televisión y la radio, cada día asistimos a una película perversa sobre el mal que es grabada en todas las partes del mundo con escenas siempre nuevas y crueles, como constatamos en el caso de las mil provocaciones del terrorismo internacional», comenzó explicando el prelado salesiano.
Ahora bien, subrayó, «además del abominable terrorismo de los kamikazes, que ocupa diariamente nuestras pantallas, se da el “terrorismo del rostro humano”, cotidiano y tan repugnante como el otro, que es promovido subrepticiamente por los medios de comunicación social, manipulando el lenguaje tradicional con expresiones que esconden la trágica realidad de los hechos».
Como ejemplos, mencionó el hecho de que el aborto sea llamado «interrupción voluntaria del embarazo en vez de asesinato de un ser humano indefenso» o que se haga referencia a la eutanasia como «muerte con dignidad».
Ejemplos de ese «terrorismo de rostro humano», explicó, son los laboratorios en los que se «fabrica» la píldora abortiva o en los que se «manipulan los embriones humanos.
Mencionó además las decisiones de los parlamentos de las naciones «civiles», en los que se «promulgan leyes contrarias al ser humano».
El mal hoy «no es sólo la acción de individuos o de grupos fáciles de señalar, sino que proviene de centrales oscuras, de laboratorios de opiniones falsas, de potencias anónimas que martillean sobre nuestras mentes con mensajes falsos, considerando ridículo y retrógrado un comportamiento según el Evangelio», siguió denunciando.
«No podemos cerrar las bibliotecas del mal ni destruir sus videotecas que se reproducen como virus letales», reconoció el arzobispo, pero aclaró que los cristianos pueden fortalecerse «mediante la formación de una recta conciencia que busca y ama la verdad y el bien y que evita el mal».