ROMA, domingo, 6 mayo 2007 (ZENIT.org).- El reconocimiento legal del matrimonio entre personas del mismo sexo sigue siendo un tema de acalorado debate.
El 26 de abril, en Estados Unidos, el senado del estado de New Hampshire votó a favor de una ley que garantiza virtualmente a las parejas del mismo sexo todos los derechos legales de que gozan los esposos heterosexuales, informaba el Washington Post el mismo día. La ley irá ahora al gobernador, John Lynch, quien ya ha dicho que la firmará.
La votación tuvo lugar poco después del reciente anuncio del gobernador Eliot Spitzer de que presentará una ley para legalizar los matrimonios del mismo sexo en el estado de Nueva York, informaba el 23 de abril el New York Times.
Además, el pasado diciembre tuvo lugar una votación en la cámara de Nueva Jersey para dar el estatus de uniones civiles a las parejas del mismo sexo. La votación hizo de Nueva Jersey el tercer estado, tras Vermont y Connecticut, en establecer el estatus de uniones civiles para los homosexuales, informaba el New York Times el 15 de diciembre. Massachussets es hasta ahora el único estado en haber introducido el matrimonio del mismo sexo.
La votación en Nueva Jersey tuvo lugar después de que el Tribunal Supremo del estado ordenara a las autoridades que garantizaran a las parejas del mismo sexo los mismos beneficios fiscales y derechos legales que a las parejas casadas heterosexuales.
Fuera de Estados Unidos, los grupos de promoción de la familia y eclesiales celebrarán en Italia una manifestación el 12 de mayo en Roma. El acontecimiento, el «Día de la Familia», forma parte de una campaña para defender el matrimonio heterosexual frente a las propuestas de dar reconocimiento legal a las parejas del mismo sexo.
El año pasado en México, a pesar de la fuerte presencia católica en el país, los legisladores de la capital dieron a las parejas la posibilidad de registrar las uniones civiles, aunque no legalizaran formalmente el matrimonio del mismo sexo. La medida del legislativo de Ciudad de México dio a las parejas homosexuales el derecho a heredar y otros beneficios, según un reportaje del 17 de noviembre de Associated Press.
Poco después, el estado de Coahuila, en el norte de México, adoptó una sentencia que garantiza un estatus legal similar a los miembros de una pareja homosexual, informaba el 10 de enero.
A finales del año pasado en Sudáfrica, el parlamento del país votó la legalización del matrimonio del mismo sexo, convirtiéndolo en el primer país de África en hacerlo, informaba el 14 de noviembre la BBC. La medida siguió a la sentencia del Tribunal Constitucional Sudafricano en 2005, que declaraba que el gobierno tenía que legalizar el matrimonio del mismo sexo. El dictamen se basaba en una cláusula de la constitución del país, que prohíbe la discriminación por razones de inclinación sexual.
Antes de la votación, el cardenal Wilfred Napier, arzobispo de Durban, presentó una declaración de la Conferencia Episcopal Sudafricana a un comité parlamentario explicando por qué la Iglesia católica se oponía al matrimonio de las parejas del mismo sexo.
El texto, fechado el 16 de octubre, explicaba que la Iglesia no condena a las personas homosexuales, sin embargo, los actos homosexuales son contrarios a la ley natural cierran el acto sexual al don de la vida.
Dañar la sociedad
Legalizar las uniones homosexuales, continuaba el cardenal, también va en contra de esta misma ley natural. Además, tal medida mina la misma naturaleza del matrimonio y de la familia. Al debilitar el matrimonio también se daña el bienestar de la sociedad, advertía.
Quienes proponen la legalización de los matrimonios de parejas del mismo sexo suelen rechazar tales argumentos como una imposición de la moralidad de la Iglesia a la sociedad laica. Esto no es verdad, explica un libro publicado en marzo por David Blankenhorn, presidente del Institute for American Values con sede en Nueva York.
En su libro «The Future of Marriage» (El Futuro del Matrimonio), Blankenhorn explica que es un error concebir el matrimonio como un asunto meramente privado entre dos personas. El matrimonio influye de modo significativo en el bienestar individual y social.
«El matrimonio es la primera y más importantes de las instituciones sociales», sostiene. Esto es reconocido incluso por los pensadores laicos. Fue John Locke, por ejemplo, quien llamó al matrimonio la «primera sociedad».
Por tanto, los esfuerzos contemporáneos de redefinir el matrimonio como una relación privada constituida emocionalmente ignoran una gran parte de lo que es su naturaleza. El matrimonio es, además de una relación personal, una institución social – una institución con funcionales vitales que llevar a cabo, una de las cuales es asegurar que los hijos crecen con la asistencia de una madre y un padre».
Desafortunadamente, observa Blankenhorn, los heterosexuales han sido responsables del debilitamiento de la conexión entre matrimonio, procreación y crianza de los hijos, debito al aumento de prácticas como las relaciones sexuales premaritales, el divorcio y los hogares con un solo progenitor. La tendencia en los últimos tiempos a concebir el matrimonio como algo que tiene que ver principalmente con las necesidades y sentimientos privados de los esposos ha hecho mucho más fácil sostener que la institución debería abrirse a las parejas del mismo sexo.
La naturaleza de la paternidad
Redefinir el matrimonio para incluir a las parejas del mismo sexo debilitaría gravemente la idea de que los niños necesitan un padre y una madre. En este punto, Blankenhorn explica lo ocurrido con la ley del 2005 en Canadá, que legalizó el matrimonio del mismo sexo. La legislación quitó el término de «padre natural» de la ley canadiense y la reemplazó con el «padre legal».
Esta es una diferencia sustancial, sostiene. El matrimonio, como es visto tradicionalmente, une las dimensiones biológicas y sociales de ser padre. El niño es amado y educado por dos individuos cuya unión física hizo al niño.
El matrimonio del mismo sexo rechaza la importancia de este don de la vida, y desde este momento un padre es simplemente cualquiera al que el estado juzga ser padre. Un cambio que es manifiestamente contrario a los intereses de los niños. Aún más, continúa Blankenhorn, dichas necesidades de los hijos son atendidas mejor cuando crecen en el contexto del matrimonio entre un hombre y una mujer, que son sus padres biológicos.
Otro argumento propuesto por los defensores del matrimonio para los homosexuales se basa en el concepto de dignidad humana. En nombre de la dignidad, los derechos humanos y la igualdad, sostienen quienes proponen el matrimonio homosexual, deberían ser libres para casarse para evitar una discriminación injusta.
Esta es una visión demasiado estrecha, replica Blankenhorn. El matrimonio como derecho está, de hecho, ligado al matrimonio como institución. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas conecta intrínsecamente el matrimonio a la paternidad, y a su vez, el matrimonio a su papel como institución fundamental en la sociedad.
En contexto
Así, el matrimonio está ligado a la familia y a las responsabilidades dentro de la familia y de la sociedad. Por lo tanto, el matrimonio como derecho no es un concepto que flote libremente, sino que se coloca dentro del contexto de otras realidades y responsabilidades. De ahí que el derecho reconocido en la Declaración de las Naciones Unidas es el derecho a participar en la institución del matrimonio, y no el derecho a convertir cualquier relación privada entre adultos en matrimonio.
Aceptar la propuesta de que los adultos tienen el derecho a casarse con cualquier persona que quieran no es, por tanto, una mera ampliación de un derecho a otro grupo de person
as, sostiene Blankenhorn. Lo que tal cambio altera es la misma naturaleza de lo que significa el matrimonio. Tomado junto a la necesidad de las parejas del mismo sexo de recurrir a técnicas de reproducción asistida para tener hijos, esto significa aceptar la idea de que los individuos tienen el derecho a formar la familia que elijan.
Lo que se está haciendo aquí es convertir en principio primordial el concepto de libertad humana. Esto resulta atractivo a la mentalidad moderna, que nos dice que podemos conformar nuestras vidas como nos plazca. Ignora, sin embargo, un principio clave de los derechos humanos. Es decir, que un derecho existe en comunidad con otros derechos. El derecho que se propone para formar cualquier tipo de familia que se desee está en conflicto con los derechos de los hijos, por ejemplo.
Al final, comenta Blankenhorn, el gran desafío al que nos enfrentamos no es sólo el rechazar la propuesta del matrimonio del mismo sexo, sino renovar el matrimonio y hacerlo más fuerte y más capaz de llevar a cabo sus funciones sociales vitales.
Esta es una idea repetida por Benedicto XVI durante su reciente viaje al norte de Italia. Durante su homilía de la misa del 21 de abril en Vigevano, el Papa indicaba que la familia es la institución en la que se apoya la sociedad. Sólo apoyando a la familia pueden renovarse la Iglesia y la sociedad civil. Un conclusión en la que pueden estar de acuerdo la ciencia social y la Iglesia.
Por el padre John Flynn</i>