APARECIDA, domingo, 27 mayo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención del cardenal Norberto Cardenal Rivera Carrera, arzobispo primado de México, en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.
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Quisiera alentar la propuesta de la Misión continental como una conclusión concreta de esta V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Evidentemente no se trata de una misión eventual o pasajera ni confiar la misión a una comunidad o movimiento quedando nuestras estructuras diocesanas o parroquiales fuera del proyecto.
Las estructuras mismas de la diócesis, del decanato y de la parroquia, deben ser el eje de la misión para que la Iglesia local, como tal, sea misionera. La misión debe ser la vida ordinaria de la diócesis y no un evento aislado.
La Arquidiócesis de México ha venido haciendo un esfuerzo a partir del Segundo Sínodo Diocesano, teniendo como momento culminante la Misión 2000 con ocasión del Año Jubilar. Para esa ocasión nos propusimos hacer una Misión intensiva que nos impulsara en el camino que deberíamos recorrer en el futuro. Dijimos que era como un ensayo de lo que debería ser nuestra pastoral ordinaria. De ahí que a nuestro proyecto Pastoral Arquidiocesano se le ha llamado “Misión Permanente”.
Un proyecto de esa naturaleza lógicamente supone toda una infraestructura de sectorización, de preparación de agentes para acciones específicas, de un momento fuerte de primer anuncio, de paciencia para emprender el Catecumenado, de materiales adecuados y de un seguimiento constante por parte de la Asamblea Diocesana, y sobre todo de sus pastores. Por otra parte no estamos inventando el “hilo negro”, el proceso evangelizador ya está delineado en “Ad Gentes”, “Evangeli Nuntiandi”, “Catechesi Tradendae”, “Redemptoris Missio”, “Christifideles Laici” y, sobre todo, en el Directorio General para la Catequesis.
La convicción misionera la tenemos todos los aquí presentes, ciertamente, pero para no quedarnos en las nubes, “mirando al cielo”, creo que debemos descender a los “cómos” y a las estrategias concretas para alcanzar el anhelo de ser y hacer “discípulos y misioneros”.
Debo testimoniar que Santa María de Guadalupe ha sido la que convoca y abre caminos para la Misión; es más, ella misma es la Misionera.
Me gustaría que manifestáramos más la identidad Mariana de nuestro Continente.