ROMA, miércoles, 7 noviembre 2007 (ZENIT.org).- El diálogo interreligioso es útil y se debe desarrollar en las relaciones cotidianas. Lo subrayó el director del Instituto Pontificio de Estudios Árabes e Islámicos (PISAI), padre Miguel Ángel Ayuso Guixot, al inaugurar el pasado 31 de octubre el nuevo año académico de la Facultad Pontificia Teológica «Marianum».
Tras una oración de invocación al Espíritu Santo, presidida por el cardenal Paul Poupard, Ayuso expuso las líneas guía de la declaración del Concilio Vaticano II «Nostra Aetate», sobre la Iglesia y las religiones del mundo, aludiendo en especial al futuro del diálogo con los musulmanes.
El padre Miguel Ángel Ayuso Guixot, misionero comboniano en Egipto y Sudán, de 1982 a 2002, explicó que «la cooperación entre grupos culturales y religiosos es absolutamente necesaria para superar todo tipo de tensión comunitaria y así poder vivir en la esperanza de la convivencia y de la paz».
«Algunos eventos de comienzos del nuevo milenio (11 septiembre, Afganistán, Irak, Medio Oriente, etc.) han obscurecido al mundo, visto ya como la aldea global, gracias al progreso humano, y lo han puesto en una situación delicada que exige una colaboración a todos los niveles para asegurar la paz mundial», reconoció.
«Es evidente que la religión tiene un papel fundamental en este proceso de integración, de convivencia y de paz», subrayó.
Para el director del PISAI, «en estas últimas décadas, el diálogo con los musulmanes ha producido innumerables frutos».
«En la Iglesia católica, el gran propulsor del diálogo islámico-cristiano fue el Concilio Vaticano II. En el ámbito musulmán, la respuesta a las exigencias de este diálogo llegó un poco tarde, sin ser por ello menos significativa, contrariamente a lo que algunos puedan pensar», dijo.
«La declaración ‘Nostra Aetate’, considerada la carta magna del diálogo islámico-cristiano, es la que nos habla del modo más directo de las relaciones entre cristianos y musulmanes», explicó.
Citando al padre Maurice Borrmans, profesor emérito del PISAI, y conocido promotor del diálogo islámico-cristiano, afirmó que «en medio de los interrogantes y confusiones generados hoy por la situación internacional sobre las relaciones Islam-Occidente, y en medio de las incertidumbres y angustias de muchos hombres y mujeres habituados a dialogar, es necesario, tanto por parte cristiana como musulmana, no desanimarse y recuperar impulso».
«Este diálogo sigue, como hemos visto, a pesar de las dificultades y los obstáculos. Numerosas instituciones, cristianas y musulmanas, se han empeñado en este trabajo», quiso recordar este comboniano español.
Sin embargo reconoció que no todo es fácil: «Muchos critican este diálogo y llegan incluso a creer que es inútil, y a veces peligroso, tanto para unos como para otros. En realidad, el contexto actual ofrece a todos una buena oportunidad para purificar las intenciones, mejorar los métodos y multiplicar las actividades».
«En este sentido, se han delineado tres perspectivas de futuro: la educación, la búsqueda de valores comunes y compartidos, y la colaboración recíproca para la construcción de nuestro futuro», explicó.
El director del PISAI recordó que «en este contexto, han sido recibidos con optimismo, por una parte, el mensaje del cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, con motivo del fin del Ramadán, en el que quiso subrayar la importancia de la educación en la cultura de la paz. Por otra, la carta abierta que 138 intelectuales musulmanes enviaron a Benedicto XVI y a todas las demás autoridades de la Iglesias cristianas».
La vía espiritual es necesaria recordó: «Necesitamos una plataforma común para desarrollar las relaciones interreligiosas en la vida cotidiana, en la cooperación interreligiosa, en la reflexión teológica, así como en el encuentro espiritual».
El director del PISAI observó que «nuestro tiempo, cada día más globalizado, necesita urgentemente relaciones armoniosas que promuevan la libertad religiosa, la sana reciprocidad y la promoción de la paz».
«Nuestra sociedad planetaria debe promover un proyecto de sociedad laica, respetuosa de las libertades y las creencias, con un empeño específico en favor de la paz, basado en la justicia y la legalidad internacional, y con la solidaridad de los creyentes para testimoniar lo trascendente en un mundo secularizado», concluyó.
Citando a Benedicto XVI, subrayó que «todo esto debe ser realizado mediante el diálogo intercultural e interreligioso, con optimismo y esperanza, sencillamente porque este diálogo no puede reducirse a algo accesorio y opcional; por el contrario, es una necesidad vital de la que depende en buena parte nuestro futuro».
El «Marianum» como Facultad Teológica reservada a los religiosos Siervos de María se creó a partir de la Escuela Teológica del Colegio San Alejo Falconieri, erigido en 1666 como Colegio «Enrico di Gand» y luego refundado tras su supresión en 1895.
Pero desde su origen, a partir del privilegio concedido por Bonifacio IX al prior general en 1398, la Orden de los Siervos de María recibió de los papas la facultad de conferir grados académicos.
El «Marianum» es la única Facultad Pontificia de Teología, dedicada a los estudios sobre María. El padre Ignacio Calabuig, durante doce años director «Marianum», junto a otros profesores hizo una especial aportación a la Iglesia con la redacción de numerosos documentos del Magisterio, como por ejemplo la exhortación apostólica «Marialis Cultus», 1974, de Pablo VI.