Evangelios, entre historicidad y aportación de los apócrifos (II)

Entrevista al profesor de Nuevo Testamento Bernardo Estrada

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ROMA, jueves, 10 enero 2007 (ZENIT.org).- Los evangelios apócrifos no nos permiten conocer realmente a Jesús pero nos muestran la evolución del cristianismo.

Lo afirma el padre Bernardo Estrada, profesor de Nuevo Testamento de la Facultad de Teología de la Universidad de la Santa Cruz de Roma, que está convencido de que los apócrifos, aún no añadiendo nada relevante a nivel histórico, respecto a lo ya afirmado por los Evangelios canónicos, nos permiten sin embargo observar el nacimiento de algunas tradiciones que influyeron en la religiosidad popular y en el arte sacro cristiano.

La primera parte de esta entrevista fue publicada por Zenit el 9 de enero.

–El elenco completo de los 27 libros del Nuevo Testamento es fijado por primera vez en tiempo de Atanasio de Alejandría en 367 D.C. ¿Cómo se llega a elegir estos cuatro Evangelios en el canon de las Escrituras?

  

–Padre Estrada: Ya antes de finales del siglo II, san Ireneo, obispo de Lyon y mártir, afirma en un célebre pasaje que «dado que el mundo tiene cuatro regiones y son cuatro los vientos principales (…) el Verbo creador de cada cosa (…) revelándose a los hombres, nos ha dado un Evangelio cuádruple, pero unificado por un único Espíritu» («Contra las herejías», III 11, 8).

La Iglesia había ya definido entonces los cuatro textos que se usaba en la liturgia. Veinte años antes de Ireneo, también Justino habla de los cuatro Evangelios o de la memoria de los Apóstoles, que eran mencionados o leídos durante las celebraciones eucarísticas. ¿Entonces cómo se llegó a esta selección? En realidad se llegó a través de un proceso en el que el Espíritu Santo se abrió paso de modo natural y espontáneo. Cuando se difundía un texto que afirmaba algo extraño, los mismos fieles, unidos a su pastor, lo rechazaban. Por tanto, no habían sido preparados por nadie, aunque ya en el siglo II existía la conciencia de que el Evangelio era cuádruple: es decir, uno solo, porque una sola es la predicación sobre la vida, las obras y las palabras de Jesús, pero con cuatro imágenes diversas, cada una de las cuales ofrece un toque personal.

–La otra cuestión que surge ahora es cómo la tradición apostólica llegó a incluir entre los Evangelios canónicos también el Evangelio de Juan, el más diverso respecto a los otros en cuanto a contenido y exposición, tejido a menudo de reflexiones espirituales y teológicas. Además, algunos estudiosos atribuyen la paternidad de este escrito a discípulos pertenecientes a diversas «escuelas de Juan», como se puede notar en este pasaje: «Este es el discípulo que da testimonio sobre estos hechos y los ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero» (Juan, 21,20).

–Padre Estrada: El hecho de que sus autores no fueran necesariamente los cuatro que son mencionados en los títulos, no desmerece la historicidad de los Evangelios. Querría decir también que ni siquiera hay motivo para dudar si no hay razones serias. Por lo que se refiere al Evangelio de Juan, es cierto que un núcleo se remonta al apóstol pero también que hubo discípulos que reflexionaron sobre las palabras de Jesús y encontraron otras fuentes y redactaron un Evangelio que se aparta un poco de los demás. De hecho, es el Evangelio más espiritual, donde no se habla nunca de la crucifixión y del sufrimiento, porque para el evangelista Juan la hora de la pasión se identifica con la glorificación y la suprema «elevación» de Jesús.

Juan presenta ya la misión del Cristo a partir de la Resurrección. Es un Cristo que ha triunfado y vencido a la muerte. Por otra parte, es imposible explicar el relato tan detallado y crudo de la Pasión sino a la luz de la plena convicción que los evangelistas tenían de la Resurrección. ¡De lo contrario, habría sido simplemente masoquismo! El sufrimiento sirvió para nuestra salvación.

Juan relata muchísimos diálogos de Jesús con el Padre como si no tocara la tierra sino que estuviera constantemente inmerso en la contemplación del rostro de Dios y ya glorificado. Mientras que en los otros Evangelios Jesús es un hombre con todas sus características y sus límites humanos. El hecho de que el Evangelio de Juan haya sido retocado por una comunidad de discípulos, que se encontraba probablemente en Éfeso, y ampliado o quizá ensamblado de otro modo, se comprueba en el pasaje que usted ha citado, y que es considerado un apéndice, un añadido posterior por parte de un discípulo que hace de Juan un testigo veraz. Si se lee el capítulo 20 se comprende que estamos ante un final: «Estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn, 20, 31)

–Lucas en su Evangelio, compuesto en torno a los años 80 del siglo I, alude a los «muchos otros» que han escrito sobre los sucesos de Jesús, casi atestiguando la existencia de una multiplicidad de Evangelios, aquellos mismos Evangelios que luego fueron considerados apócrifos…

–Padre Estrada: En realidad, cuando Lucas inicia el prólogo el Evangelio y dice «porque muchos se han puesto a escribir un relato sobre los acontecimientos que sucedieron entre nosotros», no se está refiriendo a libros sino a los testimonios de muchas personas que recibieron la predicación apostólica y que trataron de poner por escrito los hechos y las palabras de Jesús.

Ciertamente esas son las fuentes a las que acuden también los evangelistas. Pero de ello no debemos deducir necesariamente que se tratara de verdaderos libros. Quizá Lucas, que tenía presente el Evangelio de Marcos, se dio cuenta de que otros trataron de redactar o poner en orden los hechos ligados a la vida de Jesús. Pero eso no quiere decir que en el siglo II se hubieran difundido los Evangelios apócrifos. El fragmento más antiguo del «Evangelio de Tomás» se remonta a finales del siglo II, que probablemente es la fecha de composición de aquél Evangelio. No antes. Mientras que nosotros sabemos que muchos Evangelios son fechados en el siglo I incluso en las citas contenidas en la Primera Carta de Clemente, un texto atribuido al Papa Clemente I (88-97) escrito en griego hacia finales del siglo I.

En la «Didajé» o «Doctrina de los doce Apóstoles», que se puede considerar como el catecismo cristiano más antiguo, habiendo sido escrita algún decenio después de la muerte de Cristo, se cita el «Padrenuestro» tal como lo recitamos hoy.

Además sabemos que el fragmento más antiguo del Nuevo Testamento está dentro del papiro Rylands (P. 52), que contiene partes del Evangelio de Juan y se remonta a en torno al 125 D.C., y es por tanto una copia escrita a menos de 30 años de distancia del original.

–Aunque descartados porque no contienen verdades divinas reveladas, algunos Evangelios apócrifos han llegado hasta nosotros en largos fragmentos, como el «Evangelio copto de Tomás» o el «Evangelio de Pedro», siendo incluso utilizados entre los monjes cristianos de Siria y de Asia Menor. ¿Qué valor tienen? ¿Añaden informaciones útiles al relato de los cuatro evangelistas?

–Padre Estrada: Sobre todo, es necesario decir que entre los Evangelios apócrifos hay algunos que, al presentar la figura de Jesús o al renovar la enseñanza se inspiran en el gnosticismo, que es la teoría filosófico-religiosa que, en los primeros siglos del cristianismo (I-IV), se contrapuso violentamente a la Iglesia católica. En 1945, en la aldea de Nag Hammadi, en el Alto Egipto, se descubrió una antigua biblioteca copta que custodiaba 13 códices, todos escritos en el siglo IV, algunos de los cuales contenían dichos de Jesús, para expresar sin embargo conceptos no cristianos.

Todos los estudiosos concuerdan, por ejemplo, en afirmar que el «E
vangelio de Tomás» –el que ha suscitado mayor interés– es un Evangelio gnóstico que contiene las doctrinas y las orientaciones de una comunidad, nacida como herejía dentro del cristianismo, y que pretendía atribuir a Jesús su concepto de la salvación y todos los principios de la fe según su punto de vista. Por ejemplo, no reconocen la muerte en cruz porque la única salvación vendría de la «gnosis», es decir del conocimiento. Mientras que la materia es siempre causa de pecado o está ligada al demonio. El «Evangelio de Tomás», como los otros Evangelios gnósticos, se limita a notificar dichos de Jesús sin insertarlos en la narración de lo que hizo. Es una especie de «Confucio cristiano» del siglo II.

Entonces, podemos preguntarnos si los Evangelios apócrifos contienen alguna verdad. Ciertamente. Por ejemplo, los protoevangelios nos cuentan los primeros años de vida de Jesús. En este sentido, el más famoso es el «Protoevangelio de Santiago», atribuido a Santiago, hijo de José, que lo habría tenido, junto con otros tres hermanos y dos hermanas, de un matrimonio anterior al suyo con María. Este texto tuvo cierta influencia en la tradición y en la iconografía, tanto que la presencia del buey y el asno en la gruta del Nacimiento y el nombre de los padres de María, Joaquín y Ana, nos llegan justo de esta fuente.

Ciertamente el contenido de los Evangelios apócrifos puede diferir. Algunos contienen verdades y amplificaciones fantasiosas respecto a los Evangelios canónicos, así como un gusto teatral propio de un cristianismo popular, aún permaneciendo en lo fundamental de la ortodoxia; mientras que muchos otros, sobre todo aquellos de orientación gnóstica, contienen falsedades porque quieren convencer de la validez de su herejía.

Bajo el perfil histórico, no nos dicen nada más de lo que ya sabemos por los Evangelios según Mateo y Lucas, de los que ellos dependen. Su intención no es histórica, quieren hacer obra de edificación. Frente a la sobriedad de los Evangelios, que relatan también realidades sobrenaturales de manera «natural» y sobria, sin añadir circunstancias innecesarias, se elige responder al deseo del pueblo cristiano añadiendo de manera más amplia y colorida detalles para subrayar aspectos y hechos de la infancia y la adolescencia de Jesús y María. Pero en realidad de esa manera dan una imagen de Jesús no conforme con la realidad, como sucede en el «Evangelio de la Infancia», de Tomás, donde se le describe como un niño que ya es capaz de hacer milagros.

Por tanto, se puede decir que si no tuvieran aunque fuera una pequeña parte de verdad nadie los hubiera aceptado. Su importancia está en el hecho de hacer ver una época, un desarrollo del cristianismo, una confluencia de varias corrientes teológicas y religiosas. Su utilidad está en lograr mostrar la evolución del cristianismo.

Por Mirko Testa, traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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