ROMA, miércoles, 30 enero 2008 (ZENIT.org).- «Si un párroco quiere tener ovejas, tiene que ir a buscarlas», afirma el padre Yves le Saux, delegado del moderador para los ministros ordenados y de los seminaristas de la Comunidad del Emmanuel, en esta entrevista concedida a Zenit en el coloquio organizado en Roma sobre «Parroquias y nueva evangelización».
Este coloquio, organizado por esta Comunidad, en colaboración con el Instituto Pontificio «Redemptor Hominis», se celebra del 30 de enero al 1 de febrero.
--¿Hay futuro para las parroquias?
--P. Yves le Saux: Hoy, en diversas regiones del mundo, algunos se preguntan por el futuro de las parroquias.
Pienso que la parroquia es y seguirá siendo el espacio principal y privilegiado de la vida de la Iglesia. Por naturaleza, la parroquia es el lugar en el que se reúne la comunidad cristiana. Tiene la vocación de acoger a todos los cristianos en torno a la Eucaristía, en torno a Cristo, también a través del ministerio del párroco. La parroquia es el lugar en el que todo cristiano, todo bautizado, independientemente de su sensibilidad, su carisma propio, puede vivir e integrarse en la vida eclesial.
Dicho esto, el modelo de parroquia en el que el párroco está allí, en medio de su comunidad, disponible para todas las personas que vayan, hoy ya no es suficiente. Si un párroco quiere tener todavía ovejas, debe ir a buscarlas. Hoy, la parroquia debe entenderse como «territorio de misión». Me parece que tal vez habría que añadir al término parroquia el de «territorio de misión» para que el sacerdote y los cristianos que viven en un determinado lugar puedan entrar en una dinámica de anuncio del Evangelio.
Dicho de otra manera, ¿tiene futuro la parroquia? Sí, a condición de que sea misionera.
--¿Que consejos daría a un párroco que tiene profunda conciencia del papel evangelizador de su parroquia pero que se siente solo frente a este desafío?
--P. Yves le Saux: Está claro que la responsabilidad de la misión no debe recaer en un hombre solo. Me parece que hoy la función parroquial no debe confiarse a un hombre solo sino a un equipo de sacerdotes que tengan una exigencia de vida comunitaria y que estén preparados para trabajar juntos en la misión.
Pero esto no es suficiente. Hoy un párroco tiene que estar rodeado de bautizados que compartan con él el mismo impulso misionero. El sacerdote que se siente solo debe en principio tener el objetivo de rodearse de personas que no sólo evangelizan con él, sino que rezan con él, reflexionan con él, tienen una vida cristiana con él.
Dicho esto, me parece que hay una responsabilidad de los mismos obispos, que deben velar para no dejar al sacerdote solo. Un hombre solo, incluso con mucha ayuda y dotación, permanece limitado en su fecundidad.
Hoy el mundo necesita testigos, no sólo individuos sino también grupos. Esta inquietud no corresponde sólo al sacerdote sino también a los bautizados, que deben acompañar a su sacerdote y también a sus obispos, que deben preocuparse de no dejar solos a sus sacerdotes.
--Los movimientos a veces tienen más conciencia de la importancia de la nueva evangelización que las parroquias, pero dudan en comprometerse en las parroquias por temor a perder su identidad. ¿Qué opina de esto?
La parroquia no puede ser la parroquia de una comunidad, de un movimiento concreto. Pero la parroquia puede ser el lugar en el que el carisma de una comunidad, de un movimiento, puede ser puesto en acción a condición de que no sea exclusivo.
Existen dos tentaciones que hay que evitar:
- La de un párroco que usa a las comunidades o movimientos como simples objetos, utilizando a las personas sin tener en cuenta su vocación o carisma propio, lo que hace imposible a éstas dar lo que Dios les da.
-La otra tentación es que una comunidad, un movimiento, use a la parroquia para promoverse a sí misma.
Pero hoy existen experiencias fecundas en diversas partes del mundo.
El Coloquio que estamos celebrando tiene por objeto reflexionar en todo esto y evaluar las condiciones necesarias para facilitar la aportación de las comunidades y permitir a las parroquias ser espacios misioneros.
Por Gisèle Plantec, traducido del francés por Nieves San Martín