Se cumple el 450 aniversario de la primera gramática publicada en América

Obra del fraile franciscano Maturino Gilberti

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TZINTZUNTZAN, martes, 4 febrero 2008 (ZENIT.orgEl Observador).- Se acaba de celebrar el Día Internacional de la Lengua Materna en todo el mundo y en países como México, al hacerse un recuento de las organizaciones que cuidan y han preservado las lenguas autóctonas, por ejemplo, las lenguas indígenas del país (cerca de 60 en activo), se olvida el papel preponderante de la Iglesia católica en este renglón.

Uno de estos aportes significativos de la Iglesia en México tiene que ver con la preservación de las lenguas habladas por las culturas y los pueblos precolombinos. En este campo, son muy apreciados los estudios, las doctrinas, las gramáticas y otros escritos de hombres como los franciscanos de la primera hora americana  Fray Bernardino de Sahagún, en lengua náhuatl  o Fray Maturino Gilberti en la purépecha.

Precisamente de éste último se ha celebrado recientemente el 450 aniversario de la publicación de su Arte de la lengua de Mechuacan. Esta obra del  franciscano de origen francés –nacido en 1498 y muerto en Tzintzuntzan, Michoacán en 1585– que misionó en la Nueva España a partir de 1542, fue escrita en 1558, lo que la convierte en la primera gramática que se publicó en el Nuevo Mundo.

Es bien sabido que uno de los principales obstáculos para la primera evangelización de los pueblos mesoamericanos fue el desconocimiento de las lenguas autóctonas. Así, en el caso de los primeros acercamientos con los purépechas, los misioneros franciscanos debieron auxiliarse de intérpretes,  o bien valerse de signos o señas que no siempre –o casi nunca– entendían los nativos.

Sin embargo no era fácil encontrar a los traductores suficientemente preparados y, sobre todo,  los disponibles, puesto que muchos de estos intérpretes eran requeridos por los tribunales y oficinas de jueces y gobernantes. Así las cosas, los mismos frailes tuvieron que darse a la tarea de aprender las lenguas de los naturales.

Ahora bien, dado que no había la intención de hispanizar a los indios, y que el trabajo de evangelización tenía que hacerse completa y exclusivamente en lenguas indígenas, había necesidad de libros para ponerlos en manos de los religiosos, sea para que estudiaran los rudimentos, sea para que se perfeccionasen en las lenguas de sus fieles.

Así surgieron dos categorías de opúsculos con el fin de ayudar a la predicación de la doctrina cristiana: las gramáticas –o artes, como eran llamadas a la sazón– de lenguas indígenas –tarasca o purépecha, en este caso– y vocabularios, por un lado, y las Doctrinas, por otro, que eran compendios de la fe cristiana católica escritas en las lenguas de esta tierra.

Fray Maturino Gilberti, reconocido como el más destacado lingüista del tarasco, desde su llegada a Nueva España fue destinado a la Custodia franciscana de Michoacán, perteneciente en ese entonces a la Provincia del Santo Evangelio de México, donde hizo gala de sus dotes de teólogo consumado y como un gran predicador de los indios.

Puso todo su empeño en hacer llegar el evangelio y doctrina cristiana en la propia lengua de sus fieles, por tal razón escribió, además de la ya citada obra, un Vocabulario en lengua de Mechoacan, y un Diccionario tarasco-español; además es autor de  Tesoro espiritual en lengua de Mechoacan, Cartilla para los niños, en lengua tarasca, Tesoro espiritual de pobres en lengua de Mechoacan, Diálogos de doctrina cristiana en lengua de Mechoacan,–considerada su mejor obra–, Evangelios en tarasco y algunas traducciones de las Sagradas Escrituras, entre muchas otras.

En la reciente celebración por el  450 aniversario de la aparición de Arte de la lengua de Mechuacan, los estudiosos reunidos en el antiguo convento franciscano de Tzintzuntzan han dicho que la relevancia de la obra maturiniana consiste, primordialmente, en que «reconoce y registra características propias del purépecha a pesar de los modelos de la gramática en aquellos tiempos», además de que plantea desde un tratado de fonética purépecha, hasta reglas de ortografía, así como adoptar el modelo gramatical clásico para explicar la naturaleza de las palabras; y señalan que «es un tesoro poder ver el mundo a través del purépecha y el español», gracias al insigne misionero franciscano.

 Por Gilberto Hernández García

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ZENIT Staff

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