MADRID, miércoles, 5 marzo 2008 (ZENIT.org).- Agradecimiento y dolor son dos palabras con las que expresar el papel de las mujeres dentro de la Iglesia primitiva, y en gran medida la actual.
Lo afirma en esta entrevista concedida a Zenit el profesor Fernando Rivas Rebaque, sacerdote de la diócesis de Getafe en Leganés y consiliario en la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y la Acción Católica Obrera (ACO).
Este sacerdote ha estudiado el papel de la mujer y de la familia en el cristianismo primitivo y aclara que no es lo mismo visibilidad que protagonismo, y apunta a tres tipos concretos de protagonismo de la mujer en la Iglesia.
Lo profundiza en «Desterradas hijas de Eva. Protagonismo y marginación de la mujer en el cristianismo primitivo», novedad editorial de San Pablo de este profesor de Historia Antigua de la Iglesia y Patrología en la Universidad Pontificia Comillas.
–Perpetua, Felicidad, Blandina, Melania la Joven… ¿por qué pocos se acuerdan del protagonismo de estas mujeres en la Iglesia?
–Rivas: Muy pocas personas se acuerdan de estas mujeres de la Iglesia primitiva porque la historia en general, y la de la Iglesia en particular, fija su atención preferentemente en los grandes acontecimientos que «cambiaron» la historia (guerras, reinados, dirigentes), mientras que se suele olvidar la vida cotidiana, los hechos que dan como resultado la existencia de cada día.
Esto significa, en concreto, que la historia de la Iglesia suele ser una historia de los papas, obispos, dirigentes, santos y teólogos que han «marcado» la vida de la Iglesia, quedando en el olvido, o la minusvaloración, las otras personas, en primer lugar los laicos, y mucho más si son mujeres, por sus reducidas posibilidades de influjo social.
Sólo algunas mujeres que tuvieron un comportamiento especialmente sobresaliente en algún campo pudieron pasar a la memoria de la posteridad.
–¿En qué ámbitos destacaba el protagonismo femenino en la Iglesia primitiva?
–Rivas: El protagonismo de la mujer dentro de la Iglesia primitiva es diferente según las épocas y los lugares.
Resumiendo se puede decir que hay tres tipos de protagonismo comunes a todas las épocas y regiones, el relativo al campo ascético, que se expresa en el mundo de la virginidad y el monacato fundamentalmente, otro relacionado con el martirio y el que está en conexión con el papel de las ricas benefactoras de la comunidad, muy valorados en la Iglesia.
Además hay un tipo de protagonismo muy desarrollado en Oriente como es el de las diaconisas, que no tuvo su contrapeso en Occidente.
–¿La mujer está ganando visibilidad en el espacio eclesial?
–Rivas: En principio habría que diferenciar entre visibilidad, protagonismo, autoridad y poder.
La mujer cristiana está presente y es visible en los espacios eclesiales más cotidianos (celebraciones, grupos, actividades), es más, diría que en estos casos son no sólo mayoría, sino en algún caso prácticamente único componente visible.
En cambio, en la medida en que ascendemos en el escalón de los dirigentes, la presencia y protagonismo de la mujer queda prácticamente arrinconada a escasos espacios eclesiales, a pesar de que podrían acceder a cargos que no están unidos al ministerio, hasta prácticamente desaparecer en las cúpulas eclesiales.
Esta situación es mucho más preocupante porque cada vez se va separando más de los procesos que se producen en el ámbito social, donde la visibilidad, presencia, protagonismo y poder de la mujer va creciendo día a día.
–Sin embargo el Papa acaba de denunciar el machismo y la vulneración de muchas mujeres que sufren por el sólo hecho de ser mujeres. ¿Qué está haciendo la Iglesia en concreto para luchar contra esto?
–Rivas: La Iglesia ha luchado por la dignidad de la mujer desde su inicio porque ha unido la salvación a una opción personal e intransferible de cada ser humano en relación con Dios y el hermano.
De esta manera se separó de otros modelos religiosos donde lo importante era el factor étnico (raza), nacional, de clase, género o cultura, obligando a un espacio de igualdad fundamental entre hombres y mujeres.
Además hay una marcada preferencia u opción por los pobres que hace que en muchos casos le permita entrar en contacto con el mundo de las mujeres, muchas de ellas reducidas a esta condición, lo que ha llevado a generar una serie de instituciones, recursos y medidas en ayuda de la persona necesitada, dentro de la cual se encontraba y se encuentra en la mayoría de los casos la mujer.
Incluso la Iglesia ha potenciado la participación de las mujeres en muchos espacios de protagonismo (ascetismo, educación, asociaciones, relaciones) donde la mujer ha podido mostrar lo mejor de sí misma, sin reducirse a los espacios domésticos.
Esto no quita que en todos los casos la cultura dominante, marcada en gran medida por tintes patriarcales, haya coloreado muchas de sus expresiones.
Más en concreto, y dentro de los espacios donde me muevo, que son la parroquia de barrio obrero y la Universidad, la Iglesia ha permitido que muchas mujeres puedan acceder a unos niveles de conocimiento, relaciones, actividades y protagonismo superiores a los de la mayoría de las instituciones que se encuentran en su entorno, sirviendo como plataforma de crecimiento personal y avance en la vida creyente de la mayor parte de las mujeres que han entrado en contacto con la parroquia o la Universidad.
Por Miriam Díez i Bosch