KÖNIGSTEIN, jueves, 13 marzo 2008 (ZENIT.org).- El obispo de la Diócesis de Torit (sur de Sudán), monseñor Ako Johnson Mutek, ha exhortado al Gobierno sudanés, a la ONU y a las organizaciones de ayuda internacionales a redoblar sus esfuerzos para mejorar la atención a los refugiados y desplazados, pues carecen de alimentos, agua y asistencia médica, siendo los más afectados los niños, ancianos, embarazadas y mujeres lactantes.
El obispo ha señalado en una visita a la sede de la asociación católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada. la necesidad de abrir más escuelas, y también ha explicado el problema que representa el ganado que se conduce a la región para pastar y que destruye los campos en una zona en la que la mayor parte de la población vive de la agricultura.
En su opinión, urge controlar esta situación para evitar que estallen nuevos conflictos.
El obispo Mutek describe el retorno de los refugiados como «el cumplimiento de un sueño colectivo», fruto del acuerdo de paz de enero de 2005, que finalmente ha hecho posible el regreso paulatino de los refugiados y desplazados que se vieron obligados a huir –a otras regiones sudanesas o al extranjero– durante la sangrienta guerra civil que ha azotado durante más de veinte años el país.
Se estima que tan sólo el número de desplazados asciende a cinco millones de personas.
Monseñor Mutek ha señalado que la Iglesia católica recibe «con los brazos abiertos» a los retornados, que, pese a estar lejos, nunca dejaron de estar en el corazón y los pensamientos de la diócesis, y ha añadido que la Iglesia «con sus limitados recursos, siempre se ha hecho eco de las voces que pedían la paz» y siempre ha estado pendiente de los refugiados y desplazados.
Según el obispo, ahora que la gente puede finalmente regresar a sus lugares de origen, es preciso hacer todo lo posible para evitar un reavivamiento de la violencia y para poner los cimientos de la tolerancia y el perdón en Sudán.
Monseñor Mutek, de 50 años de edad, ha señalado que hay que construir una «comunidad del amor», porque el odio «genera una presión que hace estallar la violencia, destruyendo la vida y el orden social».
Para alcanzar la reconciliación y la verdadera paz, todavía es preciso «recorrer un camino del corazón y el espíritu», por lo que ahora, más que nunca, los sacerdotes y personalidades cristianas más destacadas deben cooperar estrechamente con la población con el fin de construir un futuro para los niños y la nación. El obispo ha animado a los creyentes de su diócesis a que permanezcan atentos y se organicen bien a escala parroquial y en sus poblados en aras de apoyar al Estado en la consolidación de la paz.
Asimismo, monseñor Mutek ha recalcado que todos los ciudadanos sudaneses tienen la obligación de luchar contra todo tipo de corrupción y sabotaje, de trabajar duro y cumplir con sus obligaciones cívicas. A su juicio, los sudaneses pueden demostrar su amor por la patria reuniendo las experiencias que han tenido en otros lugares para que de ellas surja una «fuerza de regeneración y cambio positivos», y ha añadido que deben trabajar codo con codo con el Gobierno y los amigos del pueblo del sur de Sudán.