BARCELONA, domingo, 30 marzo 2008 (ZENIT.org).- El cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, ha pedido a los católicos recordar su identidad y valorarla para poder acoger al otro, especialmente al inmigrante.
Lo dijo al inaugurar la III Convención de Católicos y Vida Pública en el Aula Magna de la Universitat Abat Oliba CEU de Barcelona, celebrada entre el 28 y el 29 de marzo, dedicada a las raíces cristianas de Cataluña.
«Es absolutamente necesario tener un conocimiento adecuado de los contenidos del cristianismo que han impregnado nuestra cultura y nuestra identidad», subrayó el cardenal, que alentó a los católicos a estar más presentes en la vida pública.
«Sin este conocimiento no sabríamos quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Es inexplicable la realidad, las manifestaciones culturales, nuestra historia sin la presencia y actuación de la Iglesia».
«Si uno no conoce ni valora quién es él mismo, no puede acoger ni dialogar con otro que sabe muy bien quién es. Como es obvio, esto tiene consecuencias muy importantes hoy a causa de la realidad siempre creciente de la inmigración que tenemos en nuestra tierra y que hemos de acoger debidamente y facilitar su integración en el país, en nuestra cultura, respetando también la suya».
«Esta es una razón, además de otras también muy importantes, que pide que los alumnos reciban clase de religión católica. Sin el conocimiento de los contenidos de la fe, de la Biblia, de la historia sagrada y de la Iglesia no se puede entender casi nada de la cultura y del arte de nuestro país», explicó.
El cardenal Martínez Sistach dijo que la identidad de Cataluña, donde el cristianismo estuvo presente desde los primeros siglos, «es incomprensible sin el cristianismo».
«Por desgracia hoy, quizá porque no se conocen debidamente los contenidos cristianos que han formado nuestra identidad, esta identidad no se valora e incluso se hace de ella objeto de burla o de menosprecio», lamentó.
«Es preciso no olvidar que la riqueza de nuestras raíces ha fortalecido nuestra identidad y esto ha permitido que Cataluña haya tenido una larga y fecunda tradición integradora».
«Y todo esto ha sido posible porque conocíamos y valorábamos nuestra identidad y esto permite poder acoger a los otros incorporando algo de ellos para enriquecernos y ofrecer algo a ellos para enriquecerlos», añadió.
El cardenal catalán terminó su intervención señalando la necesidad de luchar por el derecho de las personas a unas condiciones dignas y por el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos, también en lo referente a la religión y la moral.
Como colofón, manifestó su deseo de que esta tercera edición de la Convención de Católicos y Vida Pública contribuya a «despertar a los laicos cristianos para hacerse muy presentes en la sociedad» y dijo que «la familia debe estar más valorada y aceptada, no suplantada por otras formas».
Por otra parte, Pedro Sols, secretario de la Asociación Católica de Propagandistas en Barcelona, remarcó la necesidad por parte de los católicos laicos de ser conscientes de su condición y la importante responsabilidad que tienen con la sociedad.
Carlos Romero, director de las Jornadas de Católicos y Vida Pública señaló que los actuales cambios políticos y sociales «desorientan» a gran parte de la sociedad católica, donde las dictaduras ideológicas llevan al relativismo: «La participación de los católicos en la vida pública no es algo nuevo. Su presencia y participación es necesaria, para hacer propuestas desde la fe y la razón, para los que son católicos y para los que no lo son», indicó Romero.
Romero denunció que «la cultura está acaparada por el ateísmo más radical, que los católicos están siendo atacados por la legislación» y constató cómo «son muchos los campos en los que los católicos pueden trabajar y dar testimonio de su fe».
El rector de la Universitat Abat Oliba CEU, el doctor Josep Maria Alsina, puso el punto y final recordando que «la tradición cristiana ha desaparecido prácticamente en nuestros días» y señaló el gran reto que tienen hoy las universidades católicas: «Recrear una cultura católica».
Por Miriam Díez i Bosch