El sufrimiento silencioso del no nacido

No es ajeno al dolor, afirma un libro

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ROMA, domingo, 1 junio 2008 (ZENIT.org).- Uno de los temas que recibe más atención últimamente en el debate del aborto es la cuestión de si el feto puede sufrir y sentir dolor. Un libro de reciente publicación reúne diversas evidencias sobre el tema de expertos, principalmente italianos.

«Neonatal Pain: Suffering, Pain and the Risk of Brain Damage in the Fetus and Unborn» (Dolor Neonatal: Sufrimiento, Dolor y Riesgo de Daño Cerebral en el Feto y en el No Nacido) (Springer) está editado por Giuseppe Buonocore y Carlo Bellieni, miembros ambos del departamento de pediatría, obstetricia y medicina reproductiva de la Universidad de Siena.

En el ensayo introductorio, los dos autores explican que las aportaciones de un gran número de expertos, que colaboran en el libro, coinciden en afirmar que un feto puede sentir dolor antes de nacer.

Una de las aportaciones, esfuerzo conjunto de nueve expertos, considera las evidencias obtenidas a través de las técnicas de ultrasonido. Estos expertos observan que la introducción de la ultrasonografía tridimensional y cuadrimensional ha permitido una evaluación muchísimo más detallada del feto, permitiendo así la observación de cómo reacciona a estímulos específicos.

El útero es un ambiente protegido, pero no aislado, y el tacto es el primer sentido que el feto desarrolla. En la décima semana de embarazo, se puede observar cómo un bebé no nacido puede llevarse las manos a la cabeza, abrir y cerrar la boca, y tragar.

De igual forma, los últimos experimentos muestran que los recién nacidos tienen memoria funcional, un desarrollo que lo comenzó en el periodo anterior al nacimiento. Los autores observan que, de hecho, los recién nacidos recuerdan sabores y olores percibidos en el útero y estas percepciones pueden tener influencia en sus preferencias futuras. El no nacido también escucha los sonidos, incluyendo la voz de la madre. Los recién nacido han mostrado incluso que reconocen la música que la madre escuchaba durante el embarazo.

Protagonista

Otro artículo examina el tema específico del dolor fetal. El equipo de expertos médicos, autores del mismo, comienza observando que el niño no nacido es protagonista, al promover el tráfico celular con la madre, por lo que el es necesario considerar el feto como un paciente, cuyo bienestar han de tomar en cuenta los médicos.

Existen evidencias, observan, de que el dolor agudo o crónico, o incluso el estrés prolongado, puede ser peligroso para el feto, especialmente si tiene lugar durante el periodo crítico del desarrollo cerebral. Los efectos negativos posibles van desde un umbral más bajo de dolor hasta un incremento de los problemas relacionados con la memoria.

Basándose en experimentos con primates, el artículo lanza la hipótesis de que el dolor fetal puede incluso dañar el funcionamiento del sistema inmunológico del cuerpo, con implicaciones a largo plazo para las infecciones y las enfermedades autoinmunes.

En cuanto al estrés, los autores citan un estudio de un grupo de madres que sufrieron estrés y un grupo de control para comparar los resultados. Los bebés de madres estresadas se caracterizaban por un peso más bajo al nacer, menor circunferencia craneal y una edad de gestación menor al nacer en comparación con los bebés del grupo de control.

Los autores observaban que algunos expertos médicos no consideran que el feto pueda sentir dolor al no estar consciente, y también debido a que normalmente están dormidos en el seno materno. El artículo sobre dolor neonatal del libro replica a esto diciendo que hay evidencias científicas considerables que muestran que los fetos son sensibles en el útero a diversas sensaciones: sonido, cambios de luz, tacto y presión, y cambios de equilibrio.

Además, incluso aunque el feto no reconozca conscientemente el dolor como hacemos nosotros, sigue siendo una experiencia desagradable para el no nacido, añaden.

Efectos del estrés

Otro capítulo del libro consideraba otros efectos del estrés en el feto. Dos miembros del Instituto de Biología Reproductiva y de Desarrollo del Imperial College de Londres, Kieran O’Donnell y Vívette Glover, explican que el estrés maternal está muy relacionado con el desarrollo del feto.

Además, en casos de intervenciones médicas llevadas a cabo en fetos, hay evidencias que muestran una respuesta a un estímulo invasivo desde las 16 semanas de gestación. Incluso a las 12 semanas, el feto se retira si es tocado. No obstante, O’Donnell y Glover admiten que todavía no sabemos con exactitud cuándo comienza el feto a sentir o dolor o cuando llega a adquirir consciencia.

En el capítulo conclusivo, Marina Enrichi anima a los lectores a valorar la vida prenatal. Un mejor conocimiento sobre el estado y el desarrollo prenatal del feto traerá consigo una percepción de la vida fetal como algo precioso, lo que redundará en un mayor respeto por el embrión en desarrollo y por la mujer que lo lleva, sostiene.

Una de las consecuencias de esto, augura Enrichi, será que todos nosotros y la misma sociedad empezará a crear un ambiente más protector para el bebé no nacido y para la madre.

Sistema nervioso

Los expertos médicos italianos no son los únicos convencidos de la necesidad de prestar más atención al dolor que sufre el no nacido. El 10 de febrero, el New York Times dedicaba un documentado artículo informando de los descubrimientos de otros doctores sobre el tema.

El artículo comenzaba citando la experiencia de Kanwaljeet Anand, quien, mientras fue médico residente de un hospital británico pudo ver el notable daño causado a bebés prematuros al ser operados sin anestesia. En aquella época, hace 25 años, los médicos pensaban que el sistema nervioso de los bebés estaba demasiado subdesarrollado para sentir dolor.

A través de pruebas, Anand demostró claramente que este no era ni mucho menos el caso y que, una vez que los bebés recibían anestesia, la tasa de mortalidad descendía del 25% al 10%. El tratamiento antidolor de los bebés prematuros pronto fue una práctica habitual, afirmaba el artículo. Anand continuó sus observaciones en esta área y observó que bebés de hasta 22 semanas de gestación mostraban reacción al dolor incluso al ser pinchados con una aguja.

La consecuencia de esta observación fue la consideración de que el feto podía sentir dolor. Esto se convirtió en una cuestión importante al desarrollarse la cirugía fetal, puesto que, si el no nacido puede sentir dolor, esto se convierte en una consideración importante para el cirujano.

Anand, actualmente profesor en la Universidad de Arkansas para las Ciencias Médicas y pediatra en el Hospital infantil de Arkansas, en Little Rock, declaraba al New York Times que cree que los fetos pueden sentir dolor desde la semana 20 de embarazo, y posiblemente incluso antes.

El artículo también citaba a Nicholas Fisk, especialista en medicina fetal y director del Centro para la Investigación Clínica de la Universidad de Queensland, en Australia. Fisk ha llevado a cabo investigaciones que muestran que fetos de 18 semanas reaccionan ante procedimientos invasivos con la producción de hormonas de estrés y con un aumento del flujo sanguíneo hacia el cerebro. Esta es una reacción presente también en niños y adultos y está diseñada para proteger de las amenazas un órgano vital.

El artículo del New York Times reconocía que la cuestión si el feto siente dolor o no tiene implicaciones obvias en el debate del aborto. De hecho, la evidencia médica muestra que sí sienten dolor y, conforme pasa el tiempo, cada vez llevan más atrás su estimación de la edad a la que el feto se ve afectado por el dolor.

Sin embargo, es difícil para los defensores del aborto, admitir que un feto siente dolor, puesto que es sólo una evidencia más que prueba lo equivocados que están al negar al no nacido l
a oportunidad de vivir.

«Puesto que debe ser tratado como una persona desde la concepción, el embrión deberá ser defendido en su integridad, cuidado y atendido médicamente en la medida de lo posible, como todo otro ser humano», afirma el número 2274 del Catecismo de la Iglesia Católica. Reconocer que el feto puede sentir dolor es un paso en el camino de su reconocimiento como persona.

Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado

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ZENIT Staff

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