Uganda: La Iglesia busca para los refugiados una "vida normal"

Muchos de ellos llevan veinte años en los campos

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ROMA, viernes, 22 agosto 2008 (ZENIT.org).- El rector del seminario mayor de Alokolum (norte de Uganda), el padre Cosmas Alule, ha advertido en una conversación con la asociación católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada de que muchas personas que llevan 20 años alojadas en campos de refugiados ya no saben lo que es una «vida normal».

Casi una generación entera ha nacido o ha crecido en estos campos. Entretanto, muchos ugandeses retornan a sus pueblos de origen, pero también hay muchos que tienen miedo a hacerlo, pues desconocen cómo sobrevivir fuera de ellos. 

«Toda una cultura de trabajo ha quedado destruida, porque en los campos de refugiados recibían a diario sus raciones de comida. Ahora ya no saben cómo ganarse el sustento», explica el padre Alule, añadiendo que la Iglesia debe asesorarles, porque el Estado no ha tomado realmente conciencia de este problema. El Gobierno les entrega algo de material de construcción y semillas, pero eso no es suficiente. Es preciso «ayudar a estas personas a reorganizar sus vidas también desde el punto de vista espiritual y cultural». 

La inactividad impuesta en los campos de refugiados también ha incrementado el abuso del alcohol y del sexo, razón por la que en ellos el índice de contagio del VIH al menos triplica el del resto de la población. En general, el índice de contagio ha disminuido en Uganda gracias a los programas eclesiales y estatales, pero en algunos campos al menos la quinta parte de los refugiados ha contraído el VIH.  

Sin embargo, el mayor problema son los graves traumas que sufren muchas personas. «Han presenciado el secuestro de sus hijos, la violación de sus hermanas, madres, hijas y otras mujeres, y cómo asesinaban a personas delante de sus ojos», informa el presbítero.

En el seminario mayor de Alokolum, ubicado en el recinto de un campo de refugiados, los futuros sacerdotes, que comparten la vida de los refugiados, reciben una formación específica para ayudar a personas traumatizadas.

Pero también algunos de estos 171 seminaristas han sido víctimas del trauma y precisan del apoyo de los docentes. Los acompañantes espirituales de los seminaristas se dedican muy intensamente a estos problemas.

No obstante, también es positivo que «los futuros sacerdotes hayan compartido las experiencias de la población», porque «necesitamos sacerdotes que sepan lo que significa sufrir», dice el rector, que explica que alguien que ha vivido estas experiencias dolorosas y ha sabido sobreponerse a ellas está más capacitado para ayudar a personas traumatizadas. 

La Iglesia del norte de Uganda intenta ahora enseñar a los refugiados a ayudarse mutuamente. Las personas de más edad, que aprendieron a cultivar el campo y administrar un hogar, deben enseñar a los más jóvenes. Es preciso que las personas aprendan a apoyarse las unas a las otras. La Iglesia Católica apuesta por una «estrategia de la solidaridad». Los sacerdotes comparten la vida de los creyentes, y así son capaces de comprenderlos y animarlos. 

Ante el inminente acuerdo de paz, que pondrá fin oficialmente a la guerra civil, el padre Alule se manifestó «muy optimista» respecto a la paz. El rector del seminario está convencido de que la paz no es sólo fruto de un acuerdo; para él, «Dios ha traído la paz, al lograr que las personas se hartaran de la guerra». «Tenemos la íntima convicción de que la guerra ha terminado». 

Desde 1988 viven enfrentados en el norte de Uganda el Gobierno ugandés y los rebeldes del Ejército de Resistencia del Señor. Entretanto ya se han firmado varios acuerdos de paz parciales, pero aún está pendiente el acuerdo de paz definitivo. 

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ZENIT Staff

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