CIUDAD DE GUATEMALA, lunes, 13 octubre 2008 (ZENIT.org).- Al término de su reunión plenaria ordinaria, la Conferencia Episcopal de Guatemala emitió un comunicado en el que ofrece su palabra ante “algunas situaciones que vive el país en el momento actual”.
Ante la actual crisis económica mundial, los pastores guatemaltecos ven, como expresión de esperanza los grandes esfuerzos que realizan hombres y mujeres, pobres, indígenas, campesinos y jóvenes, “para enfrentar las difíciles circunstancias sociales y
económicas actuales”.
Dan gracias a Dios por ello y felicitan “a todos los que trabajan con responsabilidad día a día por la superación personal y por el sostenimiento de sus familias y luchan para contribuir al bienestar del país y a la solución de problemas que nos agobian”.
Al mismo tiempo expresan su indignación por “la falta de respeto a la vida humana que hace que la ola de violencia en que vivimos inmersos sea cada día más grande”.
“El narcotráfico así como el crimen organizado se enseñorean de más y más regiones del país captando a un mayor número de jóvenes como agentes, sicarios y encubridores de actos horrendamente criminales”, denuncian.
“Las cifras de homicidios en el país así como la particular crueldad con que muchos de ellos son cometidos nos indican que las fuerzas criminales son cada vez más poderosas y más impunes”, constatan.
Ante ello, reiteran que “la Iglesia proclama con la convicción de su fe en Cristo, ‘que la violencia es un mal, que la violencia es inaceptable como solución a los problemas, que la violencia es indigna del hombre’ (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 496)”.
A toda esta grave situación, se une otra aún más preocupante, la situación de impunidad de este pequeño país martirizado por la violencia. Y, en consecuencia, la reacción de ciudadanos que salen a tomarse la justicia por su mano.
“La administración de justicia goza cada vez de menor credibilidad. Se generaliza por todo el país la percepción de que la impunidad es la más poderosa aliada del crimen. Por ello cada vez más personas consideran que la única salida es la actuación de grupos ciudadanos que, al margen de la ley y del derecho, toman acciones de hecho para eliminar presuntos o reales criminales”, explican los pastores de Guatemala.
Para acabar de empeorar la situación, se da según los obispos, una “debilidad profunda del Estado” para enfrentar, con eficacia y con la ley en la mano, al crimen organizado.
Lo cual está empujando al país a “escenarios de ingobernabilidad, cosa que nos preocupa profundamente”.
Son precisamente estos escenarios de desorden e inseguridad los que lanzaron al país a las guerras que ha padecido en el siglo XX, y de cuya conservación de la “memoria histórica” son víctimas obispos, profesores y laicos católicos, impulsores de “comisiones de la verdad”.
Por ello, los obispos guatemaltecos advierten que “de muchas maneras la ciudadanía ha podido constatar que la Policía Nacional Civil es una institución débil, que se ha corrompido en muchos de sus miembros y ha sido infiltrada en no pocos casos por bandas criminales”.
Por eso, indican, “el Gobierno ha propuesto como alternativa para garantizar la seguridad aumentar el número de miembros del Ejército para asignarle funciones
policiales”.
Una creciente militarización del país que, en el pasado reciente, desembocó en terribles dictaduras.
“Esa no es la función del ejército en una sociedad democrática –advierten los pastores–. Por eso miramos con satisfacción las acciones que se han tomado últimamente para fortalecer la Policía Nacional Civil y que parecen encaminadas hacia una profesionalización de la institución”.
Por último, vuelven a la crisis económica a la que se han unido los temporales de lluvias que han afectado a las cosechas y los transportes.
“La abundancia de lluvias durante este invierno ha deteriorado gravemente la infraestructura vial, ha destruido viviendas, ha arruinado cosechas. Muchas personas han resultado damnificadas”.
Por ello, piden al Gobierno “que asigne cuanto antes los recursos necesarios para reparar las vías de comunicación, imprescindibles para sostener la vida económica del país; que implemente políticas encaminadas a paliar las hambrunas que se avecinan sobre todo en lugares donde los campesinos han perdido sus cosechas”.
Y concluyen exhortando a todos “a la solidaridad con los más pobres y necesitados”.
Por Nieves San Martín