Monseñor Marchetto: la movilidad humana es un “signo de los tiempos”

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La Iglesia debe estar cercana a los más pobres a través de la pastoral de la calle

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BOGOTÀ, lunes 20 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- La movilidad humana es hoy uno de los grandes “signos de los tiempos”, a los que la Iglesia está llamada a responder, desde las diversas áreas que forman la pastoral de la carretera o de la calle.

Así lo afirmó el secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de Migrantes e Itinerantes, monseñor Agostino Marchetto, en su discurso de bienvenida al Primer encuentro continental de Pastoral de la Carretera, que se celebra estos días en Bogotá (Colombia), y que reúne a los responsables de este área de toda América Latina y el Caribe.

“La posibilidad de viajar superando inmensas distancias, en un corto espacio de tiempo, la capacidad de moverse libremente y con frecuencia, en relativa seguridad, y de elegir cuando y como viajar, son todas características de una gran revolución que ha tenido lugar en los últimos ciento y cincuenta años”, explicó monseñor Marchetto.

Pero también las calles y carreteras, añadió, se han convertido en espejo de las nuevas pobrezas, como las rutas de inmigración, de prostitución y explotación sexual, de miseria de quienes no tienen hogar.

“La Sagrada Escritura habla repetidamente de carreteras y calles, y con frecuencia las convierte en símbolos de la peregrinación humana hacia Dios”, también en vida de Jesús se convirtió en “lugar de evangelización y de encuentro con los marginados de la sociedad”.

La carretera, por tanto, tiene un “significado especial”, explicó el prelado, “ya que continúa a ser un lugar de proclamación, testimonio, transformación y sanación”.

El encuentro de estos días en la sede del CELAM (Bogotá) abordará las cuatro áreas de pastoral de la carretera que la Iglesia mantiene actualmente, y que tienen especial incidencia, reconoció el arzobispo, en la realidad sudamericana.

Esta áreas, explicó, engloban a “los usuarios de las carreteras  especialmente los conductores, comerciantes y particulares ; el ministerio pastoral para la liberación de las mujeres de la calle  prostitutas y ‘trabajadores’ sexuales ; para la pastoral de los niños de la calle y, últimamente, de las personas sin techo”.

Tanto en su discurso de bienvenida como en la presentación del encuentro, el prelado insistió en la importancia de la pastoral de la carretera como expresión de la “opción preferencial por los pobres” de la Iglesia, especialmente en los países americanos, tal y como han recordado en varias ocasiones los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.

“La actividad de la Iglesia en favor de los pobres en todas las partes del Continente es importante; no obstante hay que seguir trabajando para que esta línea de acción pastoral sea cada vez más un camino para el encuentro con Cristo, el cual, siendo rico, por nosotros se hizo pobre a fin de enriquecernos con su pobreza”.

El secretario del Consejo Pontificio para los Migrantes se refirió en primer lugar a la importancia de la pastoral con los usuarios de la carretera, especialmente en este continente, que tiene la tasa más alta de muertes por accidente de tráfico.

“Estas cifras tenderán a crecer, y ninguno puede dejar de ser afectado por ellas y las tragedias que implican. No solo porque ilustran  un balance  de humana devastación, sino porque son una gran causa de pobreza en la región”, advirtió.

Una segunda preocupación pastoral es la de las mujeres de la calle, problema agravado por la globalización y el crecimiento del “turismo sexual”, que “puede cobijar ciertamente adultos que voluntariamente consienten satisfacerlo, pero muy frecuentemente  se caracteriza por personas que son obligadas y forzadas a hacerlo”.

Aludió también al “crecimiento de la pedofilia, la cual afecta tanto a niños que a muchachas en esta área particular. Tampoco debería ser olvidado que existe un desarrollo de la prostitución masculina, la cual necesita, también, su propio y especifico cuidado pastoral”, añadió.

En este sentido, el prelado apeló a una “renovada solidaridad en la Iglesia y entre las congregaciones religiosas, los movimientos de laicos, las instituciones y las asociaciones” para ayudar a las personas explotadas por la prostitución, “sin olvidar la buena nueva de completa liberación en Jesucristo”.

Respecto al tercer problema, los “niños de la calle”, se trata de un problema que afecta especialmente a América Latina, donde se estiman en casi 50 millones.

“Durante muchos años el sistema judicial, la policía, el comercio y la sociedad han proyectado ampliamente la imagen de que muchos de éstos niños representan una amenaza para la sociedad civilizada”, explicó. “Claramente, al centro de cualquier respuesta, deben haber políticas, tanto gubernamentales como no-gubernamentales, que ataquen la raíz de los problemas, cobijando también a las familias”.

Por último, se refirió a la pastoral con transeúntes, una de las manifestaciones de las “nuevas pobrezas”: “son personas obligadas a vivir en la calle por carecer de vivienda, o extranjeros inmigrados de los países pobres que a veces, incluso trabajando, no tienen una casa dónde vivir, o también ancianos sin domicilio, o, en fin, los que – por lo general jóvenes – han ‘elegido’ un tipo de vida vagabunda”.

“La falta de un techo es, por consiguiente, no sólo la carencia de una casa, es el desplome de un mundo, de la seguridad, de las relaciones personales y de la dignidad. Es perder la posibilidad de llevar una vida ‘auténticamente humana’”, añadió.

La Iglesia, concluyó monseñor Marchetto, está llamada a “dar respuesta” a todos estas necesidades para ser “ser auténticamente si misma”, y poder llevar a cabo “la tarea de forjar una nueva creación en Cristo Jesús, recapitulando en Él todo el tesoro de una rica diversidad humana que el pecado ha transformado en división y conflicto”.

[Por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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