BELÉN, jueves, 25 diciembre 2008 (ZENIT.org).- En la Navidad más festiva vivida por Belén en los últimos ocho años, su beatitud Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén, pidió reconciliación para que la paz regrese a Tierra Santa.
La misa de Nochebuena, en la Iglesia franciscana de santa Catalina, a pocos metros del lugar en el que según la tradición nació Jesús, el patriarca de 68 años, recientemente nombrado por Benedicto XVI, presentó el perdón como mensaje lleno de actualidad que deja al final de 2008 el Niño Dios.«Las lágrimas de las viudas y de los niños se mezclan con el ruido de los cañones y las ametralladoras, nos parten el corazón y rompen el silencio de la Gruta y del Pesebre», denunció en la homilía.
En la celebración eucarística participaron el presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen, y representantes musulmanes y de otras confesiones cristianas, así como miembros del cuerpo diplomático.
El entusiasmo general, alentado por la mayor concurrencia de peregrinos desde que comenzara la Intifada de 2000, se veía desafiado no muy lejos por la violencia que seguía estallando en Gaza, a unos 70 kilómetros.
Mientras en Belén se lanzaban fuegos artificiales , extremistas disparaban morteros contra comunidades israelíes, obligando a los residentes a buscar protección en refugios contra bombas.
El patriarca aseguró que el Niño Jesús viene a traer a Tierra Santa el regalo más urgente: «la paz, que hemos perdido y que nos hemos resignado a perder; la mutua caridad que ya no existe, hasta el punto que ha desaparecido incluso de nuestro vocabulario; el respeto y la dignidad que a menudo han sido demasiado escarnecidas por los malos tratos, los insultos y la sangre».
«Aquel que ha enseñado el amor, la justicia y la igualdad, es capaz de hacer de la pobre Gruta una escuela de reconciliación, donde los dirigentes y los responsables de los destinos de los pueblos son instruidos sobre el sentido del bien, de la justicia y de la estabilidad», afirmó.
«La paz es un derecho para todos los hombres; también es la solución a todos los conflictos y a todas las disputas. La guerra no produce la paz, y las prisiones no garantizan la estabilidad», aseguró.
«Los más altos muros no aseguran la seguridad. Ni el agresor ni el agredido gozan de paz. La paz es un don de Dios y sólo Dios dona esta paz», concluyó.
Según la Cámara de Comercio local, en este año, Belén habrá recibido la visita de 1,2 millones de personas, en su mayoría peregrinos.
Esta presencia ha dado esperanza y trabajo a los cristianos de esta tierra, que a causa del conflicto se han convertido entre el 35 y el 50 por ciento de los 40.000 habitantes de la ciudad. En los años cincuenta del siglo XX eran el 90 por ciento.