SANTA CRUZ DE LA SIERRA, lunes, 6 abril 2009 (ZENIT.org).- El cardenal boliviano Julio Terrazas, arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, reapareció en público, tras una delicada operación de corazón, para celebrar en la catedral la Misa del Domingo de Ramos.
En su homilía, el cardenal se dirigió en primer lugar a los jóvenes, presentes en la celebración con palmas, expresando su confianza en ellos: «Nuestra esperanza puesta en los jóvenes y el contagio que esperamos de ellos es que siendo hombres y mujeres de esperanza, que por encima de dificultades y problemas tienen esperanza de que el Dios de la vida va a triunfar sobre los que pregonan la muerte, los odios y los rencores».
Recordando la humildad de la entrada de Jesús en Jerusalén el purpurado exhortó a todos a comenzar con la misma actitud esta Semana Santa: «El Señor viene, es importante que lo encontremos, es importante que nos dejemos encontrar por El, porque si no pasará nuestra semana santa sin ese contacto extraordinario con este Dios que con palabras de amor y de esperanza nos sigue diciendo que nos ama, nos quiere y sigue asegurándonos su presencia en nuestro caminar de cada día».
Subrayó el cardenal Terrazas el estilo de Jesús: «Dios que camina en lo humilde, en lo sencillo, en lo pobre», en medio de un pueblo «que ve que su corazón se hincha de alegría y grita al Dios presente, al Dios liberador, a ese Dios que no engaña y que ha venido a liberarnos definitivamente».
Explicó a continuación el significado de la cruz en la que ya se proyecta la resurrección «para que nuestra esperanza esté clara, que no es una esperanza que se queda anquilosada en los cementerios o en las tumbas, sino es una esperanza en el Dios vivo, en el Dios de la justicia, en el Dios de la libertad para todos por igual».
Invitó a los jóvenes a poner a Cristo en el centro de su vida para que puedan contagiar a todos en un momento en que «los problemas son muchos, las dificultades se multiplican cada día, hay amenazas en lo económico, hay desaliento en lo social, hay desesperanzas de cambios profundos y verdaderos».
El cardenal denunció que «se han multiplicado los espacios donde Dios no está, se prefiere archivar a Dios, a este Dios nuestro, de nuestra fe».
Y advirtió ante la tentación de dejarse llevar, «repetir los gestos y los signos de aquellos que no buscan más que el combate entre hermanos».
«Estamos aprisionados por una mentalidad que irrespeta la vida –añadió–, que no cree, parece al menos, que cada criatura humana es criatura de Dios».
Invitó a los asistentes a encontrarse con Dios , «la gran esperanza grande (…) no la pasajera, no la que se conforma con un regalito, no la que está sólo buscando aplausos pasajeros, sino la presencia de un Dios que ha decidido amarnos para siempre y que ha dejado todo como nos dice Pablo, que lo dejó todo para bajarse y caminar con nosotros».
«No podemos vivir en la desesperación –añadió–, tenemos que renovar nuestra fuerza y nuestra fe en el Dios de la vida, ese Dios que realmente está en medio de nosotros para decirnos el mal no va triunfar, el mal no se va imponer, el mal puede ser una prueba momentánea».
Recordó que «el Papa invita a los jóvenes e invita a todos los creyentes a actuar de manera diferente, a ser solidarios para ir eliminando el mal», para «terminar con los focos de corrupción», entre los que nombró a la droga «esa corriente del mal que se va incrustando en nuestro pueblo y en la sociedad» que que está «aniquilando el alma y el corazón de nuestros niños y jóvenes».
Invitó a resistir las tendencias al enfrentamiento en la sociedad «a lo que quisieran llevarnos todos, a la confrontación de nuestras vidas, a sentirnos enemigos unos de otros».
Y concluyó exhortando a reconocer en Jesús al Hijo de Dios, como hizo el centurión en la calvario: «Verdaderamente este es el Hijo de Dios y allí está nuestra fuerza y allí está nuestra alegría y con el vamos a seguir venciendo la muerte y el pecado».
Para ver la homilía completa: http://www.infodecom.com/Manager.php?var=8917