APARECIDA, viernes, 10 abril 2009 (ZENIT.org).- El presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y arzobispo de Aparecida, Brasil, Raymundo Damasceno Assis, acaba de cumplir cinco años al frente de la archidiócesis, meta de peregrinación de ocho millones de romeros al año, personas en su mayoría sencillas, que vienen a expresar su amor a María, en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida.
En esta entrevista exclusiva concedida a ZENIT, el arzobispo habla sobre la vida de la Archidiócesis, su admiración por los peregrinos, y las virtudes para construir una sociedad mejor, entre otros temas.
–Usted acaba de cumplir cinco años al frente de la archidiócesis de Aparecida. ¿Cómo es ser el arzobispo de la archidiócesis que alberga uno de los santuarios marianos más grandes del mundo, el lugar más querido para los católicos brasileños?
–Monseñor Damasceno: Venir a Aparecida fue una sorpresa para mí. Pienso que a Dios le gustan las sorpresas, y nos tenemos que adaptar a eso, procurando afrontar los acontecimientos con una mirada de fe. No conocía bien la archidiócesis de Aparecida. Salí de una archidiócesis donde era obispo auxiliar, en Brasilia, capital del país, por tanto, una ciudad mucho mayor. Cuando llegué aquí, poco a poco me fui adaptando. Considero un privilegio ser arzobispo de Aparecida, capital mariana y religiosa de Brasil, como normalmente se dice. Es un privilegio, primero porque es una diócesis pequeña. Pablo VI decía al cardenal Carlos Carmelo de Vasconcelos Motta, cuando le escribió, trasladándolo de São Paulo para acá, que Aparecida era una diócesis pequeña, pero notable y muy querida por todo el pueblo brasileño, por tener en ella la sede del Santuario de la Patrona de Brasil.
Fui percibiendo que realmente es una diócesis pequeña pero muy importante. Esa importancia aumenta cada vez más porque el número de peregrinos aumenta. Hoy tenemos cerca de ocho millones de romeros al año. Si miramos a esos romeros que vienen a Aparecida, la diócesis quizá se convierte en la mayor de Brasil, bajo ese punto de vista de la peregrinación. Son personas que merecen toda la atención pastoral del arzobispo, de los sacerdotes que aquí trabajan, especialmente de los misioneros redentoristas, que tienen la misión, recibida de la Iglesia, de cuidar del trabajo pastoral del Santuario y también de su gestión material y administrativa.
Aparte de los peregrinos, Aparecida es una Archidiócesis que tiene muchas casas religiosas. Son más de 30. Pocas diócesis tienen eso. Aquí hay incluso tres monasterios de clausura, las concepcionistas, las clarisas y las carmelitas. Esa presencia de los religiosos, en número tan grande de casas, es realmente una bendición, una gracia de Dios.
El hecho de ser una archidiócesis pequeña desde el punto de vista territorial permite el contacto más frecuente del obispo con los sacerdotes y con los religiosos. Visito cada una de las parroquias dos o tres veces al año, lo que probablemente no sucede en otras diócesis, debido al tamaño y las distancias. Me encuentro con el clero, si sumamos las visitas a las parroquias y otros encuentros, entre diez y quince veces al año. Eso realmente es una gracia y un privilegio.
Desde el punto de vista vocacional, hoy tenemos 14 seminaristas mayores, en teología y en filosofía. Las vocaciones aumentan y estimulamos mucho la pastoral vocacional. Tenemos el plan de llegar a 30 seminaristas mayores. Son apenas 17 parroquias. Así, estaríamos trabajando con la previsión de dos futuros sacerdotes por cada parroquia. Pero no pensamos solamente en nuestra parroquias. Procuramos cultivar una mística misionera en nuestros seminaristas para que puedan estar dispuestos a servir a la Iglesia donde sea necesario. Además, se llama Seminario Mayor Misionero Buen Jesús.
Aparecida es una diócesis que se va proyectando cada vez más hacia fuera de su espacio geográfico. Ese se debe a los millones de peregrinos y también al alcance de los medios de comunicación de que hoy disponemos en el Santuario, a través de los cuales llegamos prácticamente a todo Brasil. Aparecida tiene una repercusión muy grande en todo Brasil. Es un centro evangelizador muy importante.
–¿Cómo ve el amor del pueblo a María, al observar las multitudes de peregrinos que afluyen todos los años a Aparecida?
-Monseñor Damasceno: Tenemos gente que llega en helicóptero, en autobús, en coche, a pie, a caballo. Tenemos el retrato de nuestro país y de los más diversos estratos sociales. Nuestra Señora es la Patrona de Brasil. Es nuestra madre, que no hace distinción entre sus hijos. Ella acoge a todos, los ama y los protege. Tal vez por ser algo propio de las madres, tiene un cariño especial por los más carentes, los pobres. Como una madre que dedica un poco más de atención al hijo más frágil y necesitado, lo que no significa que ame menos a los otros hermanos que son más sanos y fuertes.
La mayoría de los romeros de Aparecida son como aquellos que la Biblia denomina «los pobres de Yahvé». Son personas sencillas, rectas, que confían en Dios, que no tienen grandes bienes materiales y no están apegadas a ellos. María es una persona que ciertamente pertenecía a ese grupo de los llamados «pobres de Yahvé». Esos pobres se caracterizan justamente por el abandono en las manos de Dios y la confianza total en Él, seguros de que Él, como Padre providente, nos conduce y nos responde en nuestras necesidades.
Algunos obispos decían en la Quinta Conferencia [General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, mayo 2007] que los peregrinos también nos evangelizan. Porque nos enseñan el desprendimiento, la sencillez de la fe y la confianza en Dios, la capacidad de sacrificio y renuncia. Mucha gente viene y hace sacrificios para cumplir una promesa o agradecer una gracia.
–¿La fe y las virtudes del pueblo sencillo le suscitan esperanza?
-Monseñor Damasceno: Como dije, nosotros no sólo evangelizamos sino que también somos evangelizados. Los peregrinos alimentan nuestra fe y nuestra vida espiritual. Nos dan ejemplo de total confianza en Dios, de desapego de las cosas materiales. Estos a veces hasta renuncian a alguna cosa que les hace falta sólo para hacer su peregrinación, su ofrenda, para que el santuario pueda realizar la misión que le corresponde. La gente percibe eso a través de las cartas. Cuántas personas dicen: «Este mes no les pude enviar mi contribución porque perdí el empleo, porque me puse enfermo y tuve que gastar más dinero en medicinas, porque mi hija o mi hermana perdió el empleo y tengo que ayudarla». Ese espíritu de solidaridad y de renuncia está muy presente en la vida del romero. Leyendo las cartas, la gente se conmueve. Nosotros que tenemos más comodidad, no siempre tenemos ese espíritu de renuncia. Vemos la parábola de Lucas (Lc 21) vivida, practicada concretamente por el romero aquí en Aparecida: la viuda que depositó la moneda en el templo dio más que los demás, porque los otros daban de lo que les sobraba pero ella dio de aquello que le hacía falta.
–Hace dos años, usted acogió a Benedicto XVI en su visita a Brasil. ¿Qué momentos guarda de forma especial en su memoria, al recordar aquellos días tan intensos?
-Monseñor Damasceno: Fue una bendición muy grande para Aparecida la visita del Santo Padre Benedicto XVI. Toda visita del Papa a un país es siempre una gracia. Eso aconteció aquí en Aparecida. Dios nos permitió acogerlo en nuestro Seminario Misionero Buen Jesús. Asumimos el compromiso de acoger al Papa y a su comitiva de la mejor manera posible y dentro de nuestras condiciones. Nuestra sorpresa, como señal de gracia y de protección de Dios, fue encontrar tantas personas generosas que nos ayudaron a preparar las instalaciones del Seminario Buen Jesús para acoger dignamente al Santo Padre y su comitiva. Y luego acoger también a los obisp
os brasileños delegados a la Quinta Conferencia. Los acogimos aquí durante los 20 días de la Conferencia. Gracias a Dios conseguimos preparar la casa de la mejor forma posible. De una manera sencilla, modesta, pero con una comodidad razonable para acogerlos con toda la dignidad y honra que merecían nuestros ilustres visitantes.
Son muchos los frutos de la visita. El Santo Padre pronunció discursos importantes aquí. Su presencia, sus actitudes, sus ejemplos, su palabra realmente renuevan la fe de los fieles, el entusiasmo de los sacerdotes, de los religiosos. Tuvimos además la Quinta Conferencia que nos dejó un bellísimo ejemplo de los obispos, en cuanto a su sencillez, su amor a la Iglesia, su capacidad de trabajo. Vinieron a esta ciudad sencilla, pequeña. Se hospedaron en hoteles modestos, donde fueron acogidos con mucho cariño.
La Quinta Conferencia nos dejó un documento muy inspirador, muy rico, que trazó esa marca de Aparecida, por tanto, una responsabilidad muy grande para nosotros. La gente ve el nombre de Aparecida continuamente presente en las conferencias, diálogos, oraciones, en todo lugar de América Latina. El año 2007 fue de muchas gracias para Brasil, con la visita del Santo Padre, y muy especialmente aquí para nuestra Archidiócesis de Aparecida. Creo que es difícil medir los frutos de estos dos acontecimientos pero cada día, y cada vez más, se descubren los resultados positivos que la visita del Papa Benedicto XVI y la V Conferencia produjeron en Aparecida y en nuestro continente.
[La segunda parte de la entrevista se publicará el domingo, 12 de abril]
Por Alexandre Ribeiro, traducido del portugués por Nieves San Martín