Confesiones del presidente del CELAM (II)

Entrevista con el arzobispo de Aparecida Raymundo Damasceno Assis

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APARECIDA, lunes, 13 abril 2009 (ZENIT.org).- El presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y arzobispo de Aparecida, Brasil, Raymundo Damasceno Assis, acaba de cumplir cinco años al frente de la Archidiócesis, meta de peregrinación de ocho millones de romeros al año, personas en su mayoría sencillas, que vienen a expresar su amor a María, en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida.

Ofrecemos la segunda parte de esta entrevista especial concedida a ZENIT, en la que el arzobispo habla sobre la vida de la Archidiócesis, su admiración por los peregrinos y las virtudes para construir una sociedad mejor, entre otros temas. La primera parte se puede leer en el servicio de ZENIT del 10 de abril de 2009.

–¿Cómo fue para usted asumir tamañas responsabilidades: arzobispo de Aparecida, acoger al Papa y la Quinta Conferencia, convertirse en presidente del CELAM?

–Monseñor Damasceno: Es como dije al principio. Dios siempre nos sorprende en nuestra vida. A nosotros nos corresponde ver su voluntad en esas sorpresas que Él nos reserva. Y procurar adaptarnos a esas sorpresas, aceptar lo que Dios dispone para cada uno de nosotros, confiar en Él y cumplir la misión que se nos confía. Mi mayor responsabilidad es la archidiócesis de Aparecida. Me debo dedicar en cuerpo y alma a mi trabajo en la guía de esta porción del pueblo de Dios que está aquí. Pero después de la Quinta Conferencia, Dios también me reservó esta sorpresa de ser elegido presidente del CELAM. Acepté. Tengo por principio no rehusar, como también no pedir nada. Pero si Dios me pide un servicio, procuro confiar en Él y ponerme a disposición. Es una tarea sin duda de gran responsabilidad. Es un Consejo, no es una Conferencia. Por tanto, un Consejo que está al servicio de las conferencias episcopales, que desempeña un papel muy grande en el sentido de profundizar cada vez más la comunión entre las conferencias episcopales de América Latina y el Caribe y con el Santo Padre, pastor supremo de la Iglesia, y también colaborar con ellas en todo lo que sea necesario.

–Pensando en los jóvenes que se preparan para, en el futuro, asumir grandes responsabilidades, ¿qué virtudes destacaría que es necesario cultivar para el buen ejercicio de los cargos y atribuciones de responsabilidad?

-Monseñor Damasceno: Los jóvenes son personas que deben estar en vigilia permanente, acompañando el caminar de Brasil y preparándose para asumir sus responsabilidades en el futuro, ya sea en la Iglesia o en la sociedad. Es necesario que la Iglesia abra cada vez más espacio a los jóvenes en las comunidades, confíe en ellos, les ayude a prepararse para vivir su fe en el mundo de hoy, y asumir responsabilidades, sin miedo al día de mañana. Son responsabilidades que la propia vida va presentando a cada uno de ellos, en la medida en que van creciendo y se va abriendo ante sus ojos un horizonte más amplio y su formación profesional va progresando. La vida en sí misma se va encargando de ofrecer oportunidades y responsabilidades a cada uno de nosotros. Y no debemos tener miedo de asumirlas. Pero para eso necesitamos prepararnos, confiar en nosotros mismos y, principalmente, en la ayuda de Dios.

Es muy importante la atención que la Iglesia procura dar a los jóvenes. Pero es importante que esa atención sea dada concretamente en el espacio en el que ellos viven, en comunidad, en la universidad, en los colegios. Es preciso procurar el contacto con ellos, ir a su encuentro, estar próximos y quizás también atraerlos dentro de nuestro espacio, para que allí se sientan bien, como en su casa, y les podamos ofrecer lo mejor que tenemos, que es justamente la fe en Nuestro Señor Jesucristo. El nos muestra un camino de vida donde nos realizamos mucho más, donde nos sentimos felices y hacemos mucho más bien a los otros. El camino de Jesús es el camino del amor, de la solidaridad. Sabemos que el amor traducido en solidaridad con el otro, en perdón, en justicia, en verdad, en respeto a la dignidad del otro, a sus derechos, ese camino nos hace sentir felices y colaborar con el mundo que queremos que sea mejor. Un mundo sólo será mejor si cada uno asume su responsabilidad en la sociedad.

Es preciso colaborar en la solución de los problemas, no huir, marginándose de la sociedad, encerrándose dentro de un individualismo, un egoísmo que parece muchas veces cómodo, tranquilo. Ninguno puede ser feliz si los otros no lo son, porque todos los problemas de la comunidad y de la sociedad afectan de alguna forma a cada ciudadano. En la medida en que procuro ayudar a solucionarlos, estoy haciendo este mundo mejor, mejor la vida de los otros, y en consecuencia también es mejor mi propia vida. Es preciso tener conciencia de eso: tengo el derecho y el deber de vivir en una sociedad más segura, con más paz y justicia, donde la dignidad humana es respetada, donde se defienden los derechos de cada uno, pero para eso tengo que dar mi aportación. Es preciso tomar conciencia de que yo también soy corresponsable de eso. El mundo dentro del proyecto de Dios es aquél en el que todos se sientan hermanos e hijos de Dios, donde cada uno tenga sus necesidades fundamentales atendidas y cada uno procure  ver en el otro un hermano suyo, creado a imagen y semejanza de Dios.

–¿Podría destacar alguna virtud que cada uno debería desarrollar en ese camino de construcción de una sociedad mejor?

-Monseñor Damasceno: Yo diría primero responsabilidad en el ejercicio de la propia profesión. Eso significa prepararse bien para ejercer la propia profesión y ejercerla bien. El cristiano debe procurar ejercer con más responsabilidad y competencia su profesión, quizá hasta más que otro que no tenga fe. Porque la profesión para el cristiano es una manera de practicar la caridad, el amor al otro. Eso es fundamental.

Gran parte de nuestra vida se pasa en el ejercicio de nuestra profesión. Pasamos prácticamente todo el día ejerciendo una profesión. La mayor parte de la vida, usted la pasa realizando un trabajo, cualquiera que sea. Entonces si usted lo hace con competencia, con responsabilidad, está contribuyendo al bien y al desarrollo de la sociedad. ¿Cómo un médico, por ejemplo, practicará la caridad con su prójimo? En primer lugar, ejerciendo bien su profesión, con competencia y responsabilidad. Hacer un donativo en la misa del domingo, pagar el diezmo, ayudar a una obra social también son maneras de practicar la caridad. Pero la manera más propia del cristiano, y ciertamente más agradable a Dios, y mucho más eficaz en términos de resultado, es su trabajo profesional hecho con competencia, responsabilidad y dedicación. Si la persona es un buen profesional, mejora su ambiente. Aquellos que están a su lado no podrán trabajar de cualquier manera y permanecer indiferentes.

El político, por ejemplo, ¿qué es el político? Es alguien que asume la responsabilidad de cuidar del bien de la sociedad, del bien del ciudadano. Ahora, si esta persona hace eso con competencia y responsabilidad, con honestidad, con conciencia de la dimensión y repercusión de su trabajo, produce un bien inmenso. Y eso sirve para todo tipo de trabajo. No hay un trabajo más noble, más digno. Todo trabajo es importante. Y eso supone, claro, que todo trabajo sea valorado, reconocido.

Después, destaco la conciencia de ser ciudadano. Por tanto, de formar parte de una sociedad. Es preciso tener conciencia de que cada uno es ciudadano y responsable junto con los otros del bien de la sociedad. En el ámbito profesional y en todos los otros ámbitos de la vida, ya sea como persona casada, soltera, como habitante de la ciudad, es preciso tener conciencia de solidaridad. Vencer el individualismo y el egoísmo. Necesitamos pensar en todos y corregir el dicho: «Cada uno por sí y Dios por todos», por otro: «Cada uno por todos y Dios por nosotros».

–En tiem
pos de crisis, de cansancio y desconfianza respecto al futuro, la propuesta de la Iglesia parece despertar un nuevo interés. ¿Cristo sigue atrayendo los corazones?

-Monseñor Damasceno: Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Al hacerse uno de nosotros, Cristo nos dio una llave para entender el misterio de nuestra existencia, de la creación. Nos dio una llave para entender cuál es nuestro origen, que es Dios, y hacia  dónde estamos caminando. Y al mismo tiempo, con sus palabras y actitudes, Él no vino sólo para salvarnos sino que también vino a encarnarse, a mostrar el camino a seguir, que es asumir los valores que Él mismo vivió aquí en esta vida. Fundamentalmente, para nosotros, el bien de la sociedad, nuestra felicidad y nuestra realización consisten en seguir los mismos pasos de Jesús, que se resumen en el amor a Dios y al prójimo. Si procuramos vivir eso, estamos contribuyendo a un mundo mejor, contribuyendo a construir un mundo mejor de este en el que estamos viviendo.

Por Alexandre Ribeiro, traducido del portugués por Nieves San Martín 

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ZENIT Staff

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