CIUDAD DEL VATICANO, jueves 9 de abril de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI dedicó la homilía de la Misa Crismal, celebrada en la mañana del Jueves Santo, en la basílica de San Pedro con los cardenales, obispos y sacerdotes presentes en Roma, a hablar del significado de la consagración sacerdotal, desvelando confidencias sobre la manera en que él la vivió el día de su ordenación.
En una larga y profunda homilía, Benedicto XVI explicó qué significa ser "consagrado", o "apartado del mundo para entregarse a Dios": " Consagrar algo o a alguien significa por tanto dar esa cosa o persona en propiedad a Dios, quitarla del ámbito de lo que es nuestro y meterla en su atmósfera, de modo que ya no pertenezca más a nuestras cosas, sino que sea totalmente de Dios".
De ahí que el sacerdocio, para la fe católica, consista en "un cambio de propiedad, un ser quitado del mundo y entregado a Dios", pero no como "una segregación": "el sacerdote viene apartado de las conexiones mundanas y entregado a Dios, y precisamente así, a partir de Dios, está disponible para los demás, para todos", explicó.
"Me consagro -me sacrifico: esta palabra abismal, que nos deja echar una mirada en la intimidad del corazón de Jesucristo, debería siempre ser objeto de nuevo de nuestra reflexión. En ella está contenido todo el misterio de nuestra redención. Y allí está contenido también el origen del sacerdocio en la Iglesia".
En su oración antes de la pasión, que contiene el evangelio de Juan leído hoy, explica el Papa, Jesús pide al Padre "que Dios mismo atraiga a los discípulos hacia sí, dentro de su santidad. Pide que Él los saque para el mismo y los tome como su propiedad, para que, a partir de Él, ellos puedan llevar a cabo el servicio sacerdotal para el mundo".
Importancia de la Escritura
En esta oración, recuerda el Papa, Jesús añade: "Tu palabra es verdad". "Los discípulos son por tanto llevados a lo íntimo de Dios mediante el ser inmersos en la palabra de Dios".
En este sentido, reafirmó la importancia del contacto constante de un sacerdote con la Sagrada Escritura. En este sentido, interpeló a los presentes.
"¿Estamos verdaderamente invadidos por la palabra de Dios? ¿Es verdad que ésta es el alimento del que vivimos, más de lo que lo son el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos de verdad? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que ésta dé realmente una impronta a nuestra vida y forma a nuestro pensamiento?", inquirió.
"¿Sabemos nosotros aprender de Cristo la recta humildad, que corresponde a la verdad de nuestro ser, y esa obediencia que se somete a la verdad, a la voluntad de Dios?", añadió, esxhortando a los presentes a "ser discípulos de esa verdad que se descubre en la palabra de Dios".
El unirse a Cristo, añadió "supone la renuncia. Comporta que no queremos imponer nuestro camino o nuestra voluntad; que no deseamos ser esto o lo otro,sino que nos abandonamos a Él, allí y en el modo en que Él quiera servirse de nosotros".
En este sentido, explicó, tanta importancia cobra el "sí" a cristo pronunciado el día de la ordenación sacerdotal, "como los pequeños 'síes' y las pequeñas renuncias".
"Este 'sí' de los pequeños pasos, que unidos constituyen el gran 'sí', podrá realizarse sin amargura y sin autocompasión sólo si Cristo es verdaderamente el centro de nuestra vida. Si entramos en una familiaridad con Él. Entonces, de hecho, experimentamos en medio de las renuncias que en un primer momento pueden causar dolor, la alegría creciente de la amistad con Él, todos los pequeños y a veces grandes signos de su amor, que nos da continuamente".
El amor y la verdad de Cristo, añadió el Papa, son "exigentes": "significa para nosotros también aceptar el carácter exigente de la verdad; contraponerse a la mentira tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, que de modo tan diverso está presente en el mundo; aceptar la fatiga de la verdad, porque su alegría más profunda está presente en nosotros".
"El amor verdadero no está de rebajas, puede ser también muy exigente. Opone resistencia al mal, para llevar al hombre al verdadero bien. Si nos convertimos una sola cosa con Cristo, aprendemos a reconocerlo en los que sufren, en los pobres, en los pequeños de este mundo", añadió.
Confidencias
El Papa concluyó la homilía con un recuerdo personal del día de su propia ordenación. "En la vigilia de mi ordenación sacerdotal, hace 58 años, abrí la Sagrada Escritura, porque quería recibir aún una palabra del Señor, para ese día y para mi futuro camino de sacerdote".
"Mi mirada se detuvo en este pasaje: "Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad". Entonces supe: el Señor está hablando de mí y me está hablando a mí. Precisamente lo mismo me sucederá mañana a mí", relató.Por Inma Álvarez