"Laudatio" del doctorado "honoris causa" a Kiko Argüello

Por don José Noriega, vicepresidente del Instituto Juan Pablo II

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ROMA, sábado, 16 mayo 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la «laudatio» que dirigió don José Noriega, vicepresidente del Instituto Pontificio Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, institución que tiene su sede en la Universidad Pontificia Lateranense de Roma, al entregar este 13 de mayo el doctorado «honoris causa» a Kirko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal

 

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La fecundidad es algo que pertenece al misterio de Dios Trinidad. Nosotros los hombres sabemos bien que no es algo que pueda venir de nosotros, pero que va acogido con alegría, sabiendo que Jesús ha venido para que tengamos fruto y fruto abundante.

 

El Instituto Pontificio Juan Pablo II otorga hoy a Kiko Argüello el Doctorado honoris causa porque reconoce una fecundidad muy especial por la plena valoración de la familia como sujeto eclesial y social, en plena consonancia con la forma de pensar de Juan Pablo II, a través del itinerario de formación cristiana post-bautismal iniciado por el junto a Carmen Hernández y que ha generado frutos abundantes en todo el mundo. 

El acercar a las personas a las aguas del bautismo ha permitido que el río de agua viva que surge de Cristo pueda devolver la vida a lo largo de su curso, haciendo posible que las familias puedan reconstruirse y florecer, en el imponente testimonio de la fecundidad de Dios Trinidad en la Santa Iglesia. En las pequeñas comunidades, en las cuales el camino neocatecumenal se ha estructurado y quiere vivir el misterio de la Sagrada Familia de Nazaret, cada familia ha sido acogida en su relación específica, sin que sus componentes hayan sido absorbidos indiferentemente, y ha sido promovida en la propia dimensión misionera. De este modo se construye una autentica pastoral familiar, que se sitúa bajo el espíritu de nuestro fundador el Papa Juan Pablo II.

Son tres los aspectos que nuestro Instituto quiere señalar respecto a los frutos del Espíritu en la obra del nuevo doctor. En primer lugar el haber acompañado un camino de fecundidad en las familia. En segundo lugar, haber ofrecido un camino concreto de culto familiar a Dios. Y en tercer lugar, haber fomentado la misión de la familia. 

El redescubrimiento de la fecundidad del bautismo en la vida de la pareja ha tenido uno de sus frutos más significativos en el descubrimiento de la santidad del acto conyugal entre los esposos. Visto como uno de los lugares donde Dios asiste, las parejas del camino han querido vivir su amor con una singular apertura a la vida, sabiéndose colaboradores de Dios en la creación de personas. En un momento de crisis y desorden por parte de muchos, la acogida sin reservas de la encíclica profética de Pablo VI Humanae vitae por parte de las familias de camino ha sido un auténtico testimonio para toda la Iglesia, mostrando que, más allá de nuestros miedos o de nuestras dificultades, es posible vivir como la Iglesia señala, como camino especifico de santidad de la pareja, si hay una comunidad viva que les acompaña.

La constitución de una familia, que tiene en su origen la acogida del misterio de la fecundidad de Dios, conlleva al mismo tiempo a la iniciación al misterio. Las familias del camino neocatecumenal han entendido rápido y han adoptado una forma de liturgia domestica: cada día en el matrimonio, pero aún más especialmente toda la familia el domingo, en la celebración de los laudes, vivida como un espacio donde favorecer el diálogo con Dios en un diálogo familiar. De este modo, la gran misión de trasmitir la fe a los hijos ha encontrado el ámbito propio del testimonio de los padres, los cuales ayudan a los hijos a comprender la relevancia de la Palabra en la propia historia concreta. En esto se demuestra como la relación entre padres e hijos busca ayudar a estos últimos en su modo de relacionarse con Dios que es Padre, es decir a entrar en una relación filial con el Señor así como nos lo ha dado a conocer Jesús. Esto ayuda a levantar los ojos hacia el verdadero Padre celestial, del cual hemos recibido verdaderamente la vida y el amor. Es aquí donde se reconoce una de las razones principales del gran fruto de vocaciones que las familias del camino han sabido llevar.

En el contexto de una secularización espantosa de «grandes zonas de la tierra, donde la fe esta en peligro de apagarse como una llama que no encuentra más de donde nutrirse», el Camino neocatecumenal ha sabido «poner a Dios presente de una manera singular»: hablo del gran testimonio de las familias en misión. De hecho, la realidad del misterio del Dios amor que vive un misterio de comunión en si, y que sale de si en misión para introducir al hombre en su comunión, se hace presente en una comunión humana, la Sagrada Familia de Nazaret, la cual se extiende en la vida de la iglesia y, a través de las familias, llega a cada hombre. Se trata de un protagonismo que viene vivido por toda la familia como tal, llevando a la parroquia y al mundo el testimonio de aquello que es una familia, con sus dificultades, pero sobretodo con sus grandes esperanzas. Así, el testimonio que ellos llevan es el testimonio de la Trinidad en misión, es decir, de la pasión del amor de Dios Trinidad por el hombre. De la convicción que el mundo necesita de testimonios ha nacido también el apoyo ofrecido por Kiko Argüello por la promoción del Family day con la idea de ayudar a todos a comprender la importancia de la familia fundada sobre el matrimonio por cada hombre y por la sociedad entera.

Son tantas las familias en misión que han recibido de Juan Pablo II el crucifijo. Él mismo, nuestro querido Kiko, lo ha recibido y lo lleva consigo como una reliquia. Hoy el Instituto académico fundado por el y que se enorgullece de llevar su nombre, le concede un Doctorado honoris causa. Alguno podría pensar que se trata de un cambio sustancial: ¡recibir la cruz no es lo mismo que recibir un doctorado! Todos nosotros estamos convencidos de que el siervo de Dios Juan Pablo II nos mira hoy con alegría desde la ventana del cielo y es su mirada nos damos cuenta que este título es una animación a continuar una misión a favor del hombre, a fin de que Dios pueda llevar a plenitud la fecundidad de aquella agua que Jesús nos ha regalado en la cruz.

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ZENIT Staff

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