La sociedad, sin la presencia de los sacerdotes, vuelve a la barbarie

Homilía del obispo de Querétaro (México) al inicio del Año Sacerdotal

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QUERÉTARO, lunes 22 de junio de 2009 (ZENIT.org).- Con la celebración de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús dio inicio, en México, el Año Sacerdotal, proclamado por el Papa Benedicto XVI bajo el lema «Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote».

Al celebrar ambos acontecimientos, el pasado viernes 19 de junio, el obispo titular de la diócesis de Querétaro, monseñor Mario De Gasperín y Gasperín, pronunció una vibrante homilía en el templo de Santa Clara, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, en la ciudad episcopal de Querétaro, misma que reproducimos a continuación:

* * *

Hermanas y hermanos:

1. Hoy celebramos, con toda la Iglesia, la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, fecha escogida por el santo Padre Benedicto XVI para inaugurar el Año Sacerdotal con el tema «Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote», recordando también el 150 aniversario de la muerte del santo Párroco de Ars san Juan María Vianney. Tres aspectos de un mismo misterio: a) El misterio del Amor de Dios manifestado en Cristo mediante el signo de su Corazón traspasado en el momento cumbre de su sacrificio en la Cruz; b) su Sacerdocio comunicado a los apóstoles en la institución de la santa Eucaristía, sacramento de su Amor; y c) la transmisión a la Iglesia de ese sacerdocio mediante el sacramento del Orden, cuyo modelo ejemplar de vida sacerdotal es el santo Párroco de Ars, san Juan María Vianney.

2. Aquí, en este templo parroquial, dedicado a honrar al Sagrado Corazón de Jesús, se encuentra también una significativa imagen de san Juan María Vianney, herencia de nuestros mayores; ésta es una circunstancia preciosa para sintonizar con el deseo del santo Padre el Papa Benedicto XVI de encomendar al Amor de Cristo a los ministros de su amor que son los sacerdotes. Hoy, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús honramos y agradecemos a ese Corazón divino el regalo de su Amor a la Iglesia mediante su sacerdocio; y voy a comenzar citando algunas frases del santo Párroco de Ars sobre el Amor de Dios y el sacerdocio; decía, por ejemplo,: «El Sacerdocio: es el Amor del Sagrado Corazón de Jesús»; y comenta el Papa Benedicto en su Carta del 16 de junio: «Esta conmovedora expresión nos da pie para reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma». El sacerdocio católico es una bendición para toda la humanidad. Otros textos del santo párroco de Ars: «Si yo encontrara a un sacerdote y a un ángel, yo saludaría primero al sacerdote y después al ángel. Éste es amigo de Dios, pero el sacerdote ocupa su lugar». «Todo nos llega por medio de un sacerdote». «Ustedes no podrán señalar un solo beneficio de Dios, sin encontrar al lado de este recuerdo, la imagen de un sacerdote». «El sacerdote no se llega a comprender si no es en el cielo». «El sacerdote debe siempre permanecer sacerdote para responder a las necesidades de las almas». «Cuando se quiere destruir la religión, se comienza por atacar a los sacerdotes». Todos estos textos están tomados de sus escritos, (Cfr. «Jean-Marie Vianney, Curé D’Ars. Sa pensée – Son Coeur», de Bernard Nodet, Pgs. 110 y 101) que a más de uno ahora podrán parecer exagerados, pero que reflejan la altísima estima que tenía el santo Párroco de Ars por el sacerdocio y por su ministerio sacerdotal y, quizá o sin quizá, muestran nuestra debilitada fe y decadente estima por un «Don y Misterio» tan excelso, como llamaba el papa Juan Pablo II al sacerdocio católico.

3. El sacerdocio es la expresión clara del amor de Jesús manifestada en su corazón abierto y también coronado de espinas. Su corazón tuvo que ser traspasado por la lanza y coronado de espinas para que de allí brotara el sacerdocio cristiano. Esto quiere decir que el sacerdocio cristiano y la vida sacerdotal están y estarán siempre marcadas por el dolor, el sufrimiento y la incomprensión. Comenta el Papa: «¿Cómo no recordar tantos sacerdotes ofendidos en su dignidad, obstaculizados en su misión, a veces incluso perseguidos hasta ofrecer el supremo testimonio de su sangre?». Numerosos sacerdotes mexicanos sellaron su amor a Cristo y coronaron su ministerio con el martirio. En medio de situaciones tan difíciles, no deja también de haber, añade el Papa, «situaciones bastante deplorables, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad de algunos de sus ministros. En estos casos es el mundo el que sufre el escándalo y el abandono». Estas heridas deben ser curadas y el sacerdocio de Cristo tiene que seguir brillando esplendoroso y alegre en un mundo opaco y en una humanidad ensombrecida, que lo necesita no sólo para tener vida en Cristo sino para poder sobrevivir, pues, como decía el santo Párroco de Ars: «Dejen una parroquia sin sacerdote veinte años y adorarán a las bestias». La humanidad, la sociedad, sin la presencia de los sacerdotes, se torna inhumana y vuelve a la barbarie.

4. Jesús, puesto de pie, exclamaba en los atrios del templo de Jerusalén: «El que tenga sed, que venga a mi y beba. De  aquel que cree en mi, brotarán torrentes de agua viva». Esto lo decía Jesús del Espíritu Santo que habrían de recibir todos los que creyeran en él. Esto lo dice aquí Jesús, para ustedes, hermanos confirmandos, por medio de su Obispo. Vengo a cumplir para ustedes esta promesa del Corazón de Jesús; vengo a darles el Don del Espíritu Santo, que es esa Fuente de agua viva que brota y salta hasta la vida eterna, que es capaz de elevarlos y llevarlos hasta Dios. Voy a citarles también algunas frases del santo párroco de Ars sobre el Espíritu Santo. Dice: «El Espíritu Santo es quien conduce las almas; sin Él, el alma nada puede. El alma poseída por Él es como una vid, de donde brota una vino sabroso cuando se la presiona. Sin el Espíritu Santo, el alma es como una piedra de donde nada se puede obtener». «El Espíritu Santo es como el jardinero que cultiva nuestra alma». «El Espíritu Santo es quien nos hace distinguir la verdad de la mentira, el bien del mal». «Quienes se dejan conducir por el Espíritu Santo experimentan toda clase de felicidad, más allá de ellos mismos; en cambio, los malos cristianos se revuelcan entre espinas y piedras». «Los que piensan que la práctica de la religión es aburrida, es que no tienen al Espíritu Santo». «En el cielo, nos alimentaremos del aliento (Espíritu) de Dios». (Obra citada, Pgs. 54ss).

5. Termino haciendo mía la oración de San Pablo, pues estamos a punto de concluir el año paulino. Así oraba san Pablo por sus fieles: «Me arrodillo ante el Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, para que, conforme a los tesoros de su bondad, les conceda que su Espíritu los fortalezca interiormente y Cristo habite por la fe en sus corazones. Así, arraigados y cimentados en el Amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese Amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios» (Ef 3, 18s). Sólo Dios puede colmar el deseo de felicidad del hombre. Sin Dios, jóvenes, ni ustedes ni nadie puede ser feliz. Abran su corazón al amor del Corazón de Cristo y déjense llenar el alma con el Espíritu Santo,  que ahora les ofrece la Iglesia y su Obispo en el sacramento de la Confirmación. Su vida -y México- cambiará. Es promesa de Dios.

+ Mario De Gasperín Gasperín
Obispo de Querétaro

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ZENIT Staff

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