La emigración desafía a la paz, según un obispo en tierras musulmanas

Pide afrontar las causas que llevan a los africanos a atravesar el desierto y el mar

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SAINT BRIEUC (FRANCIA), martes 28 de julio de 2009 (ZENIT.org).- No habrá paz serena entre las dos orillas del mediterráneo, la del norte y la del sur, hasta que el fenómeno doloroso de las migraciones no se resuelva, afirma un obispo en tierras musulmanas.

Monseñor Claude Rault, obispo de Laghouat, en Argelia, llegó a esta conclusión el pasado domingo durante una misa presidida con motivo de la peregrinación al popular templo de los siete santos dormientes de Éfeso, que se encuentra en la diócesis de Saint Brieuc, en Bretaña, que también es meta de peregrinación de creyentes musulmanes.

Monseñor Rault, religioso Misionero de África, de 68 años, ilustró cómo testimonia el Evangelio su comunidad, «de poco más de un centenar de fieles», colaborando con sus hermanos musulmanes «por una paz fraterna», a pesar de que «todo compromiso por la paz provoca adversidad».

En este contexto, consideró que es necesario afrontar el «drama doloroso» de la emigración, y se preguntó: «¿Por qué hay tantos hombres y mujeres de África que afrontan la doble travesía del desierto y del mar para llegar a la otra orilla, arriesgando sus vidas?».

«La respuesta debe ser fuerte y profunda, vital –reconoció–. Si no les damos el poder de acceder al nivel de vida al que tienen derecho, vendrán a esa tierra a buscar lo que no tienen en la suya y no tendremos el derecho de rechazarlo», afirmó.

Sin pretender ofrecer cuestiones técnicas a este problema global, el obispo consideró que la respuesta cristiana la ha mostrado Jesús, con el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

«¿Qué son cinco panes y dos peces para tantas personas?», se preguntó citando el Evangelio. «Al compartir nuestra pobreza podremos encontrar una justa respuesta a la pregunta», respondió, dejando el resto a la obra de Dios.

Eso sí, advirtió, «no habrá una paz serena entre las dos orillas hasta que este drama encuentre una solución».

Por Gisèle Plantec

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ZENIT Staff

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