Obispo congoleño en lágrimas denuncia el secuestro de sacerdotes

Monseñor Maroy Rusengo tiene que dejar el Sínodo tras la quema de una iglesia

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 7 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Un obispo ha conmovido a la asamblea del Sínodo de los Obispos de África al denunciar –con lágrimas en los ojos– el secuestro de sus sacerdotes o la recentísima quema de una de sus iglesias en medio del conflicto armado que tiene lugar en la República Democrática del Congo.

Por este motivo, para monseñor François Xavier Maroy Rusengo, arzobispo de Bukavu, su participación en el Sínodo termina ahora. Lo antes posible, quizá cuando el lector lea estas líneas, habrá tomado un avión para regresar a su diócesis y acompañar y consolar a la comunidad católica local aterrorizada.

«Mientras nosotros tomamos la palabra en esta Asamblea, los agentes pastorales de nuestra diócesis están preocupados por los enemigos de la paz», explicó en la tarde de este martes a la asamblea el obispo de 53 años, originario de Bukavu.

«Una de las parroquias de nuestra archidiócesis fue incendiada el viernes 2 de octubre de 2009, algunos sacerdotes fueron molestados, otros tomados como rehenes por hombres en uniforme, los cuales exigieron un elevado rescate que nos vimos obligados a pagar para salvar la vida de nuestros sacerdotes, que ellos amenazaban con masacrar», añadió con la voz entrecortada por el dolor.

El obispo sabe muy bien lo que se juega, pues su predecesor, monseñor Christophe Munzihirwa, fue asesinado en 1996 por su toma de posición durante la guerra congoleña, cuando gritó que ninguna lógica política vale más que la persona humana.

«Por estos gestos, la Iglesia es el único apoyo que le queda a un pueblo aterrorizado, humillado, explotado y dominado, que querrían reducir al silencio», aseguró el prelado, quien terminó su intervención con una súplica que conmovió a los presentes: «¡Señor, hágase tu voluntad, que tu reino de paz llegue pronto!».

Los padres sinodales no han quedado indiferentes. Ante todo, el cardenal el presidente delegado de esa congregación general del Sínodo, el cardenal Wilfrid Fox Napier, O.F.M., arzobispo de Durban (Sudáfrica), aseguró a monseñor Rusengo la oración de la asamblea.

Posteriormente, cuando llegó el turno de las intervenciones libres de los obispos, varios de ellos se apresuraron a transmitir su solidaridad a su hermano en el orden episcopal.

Monseñor Rusengo, en su intervención, explicó que por la experiencia de violencia que vive su país, «consideramos que la reconciliación no debe limitarse únicamente a la armonización de las relaciones interpersonales».

«Ineluctablemente debe tomar en consideración las causas profundas de la crisis de las relaciones, que se sitúan en el ámbito de los intereses y los recursos naturales del país, que habría que explotar y gestionar con transparencia y equidad en beneficio de todos; ya que la causa de la violencia en el Este de la República Democrática del Congo son, esencialmente, los recursos naturales», aseguró.

El prelado considera que es decisiva la atención a los jóvenes, a quienes la Iglesia propone «actividades recreativas y culturales que puedan favorecer la reconciliación en su ámbito, gracias a la implicación de todos y cada uno de ellos en la reconstrucción de los ambientes en los que viven».

«Este enfoque hay que entenderlo como una respuesta a los traumatismos comunitarios a menudo olvidados, con el fin de que las personas sean responsables y actores de un cambio positivo», aclaró.

Para evitar la violencia, el prelado consideró que es necesario reforzar «la educación en la base y la organización de las poblaciones con vistas a una mayor responsabilidad comunitaria».

«A su vez, requiere que se habiliten los espacios y se creen los marcos de intercambio y de diálogo para una participación eficaz de la población en la gestión de las riquezas, que deben contribuir a partir de ahora a la reconstrucción, el desarrollo, la reconciliación y a una cohabitación pacífica», indicó.

La diócesis de Bukavu cuenta con algo más de 1 millón 700 mil habitantes, de los cuales el 53.2% son católicos. Su catedral es de por sí un programa, pues está dedicada a Nuestra Señora de la Paz.

En Bukavu se perpetraron numerosas violaciones, matanzas y crímenes de guerra entre 1996 y 2006 por parte de las tropas de los militares rebeldes pertenecientes al Reagrupamiento Congoleño para la Democracia (RCD), en especial el general Laurent Nkunda y el coronel Jules Mutebesi.

Por Jesús Colina

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ZENIT Staff

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