CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 9 de octubre, de 2009 (ZENIT.org).- El Sínodo de los Obispos de África también tiene una palabra para los hombres y mujeres que viven en el continente americano, pero cuyos antepasados fueron arrancados di tierras africanas.
Monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal, C.I.M., arzobispo de Cartagena, en Colombia, intervino este viernes en la asamblea, en la que está participando por nombramiento expreso de Benedicto XVI.
Sus palabras, pronunciadas en español, sirvieron para recordar a los «miles y miles de seres humanos de raza negra que llegaron a toda América donde se les subastaba y se les hacia laborar hasta la muerte».
Cartagena, la ciudad de que es obispo monseñor Jiménez Carvajal, «tuvo la poca fortuna de haber sido puerto principal de este infame comercio pero tuvo la fortuna de albergar el mayor testimonio de santidad de aquel jesuita San Pedro Claver, apóstol de los esclavos cuyo cuerpo reposa en nuestra catedral, que vivió para protegerlos, conducirlos a la fe y enseñarles el amor a Dios y el amor de Dios que sin duda alguna los hizo sobrevivir para poder hoy día tener la capacidad de decir desde la fe cristiana su propia palabra».
«Pedro Claver esperaba los ‘barcos negreros’ con una óptica diferente a la de quienes negociaban con ellos. Para esos comerciantes llegaban ‘esclavos para el trabajo’, para el apóstol llegaban ‘hijos de Dios’, que exigían entender toda la verdad del Evangelio».
El prelado planteó la terrible disyuntiva que sintieron los africanos traídos a América: «El negro crece en la fe y la vive pero se pregunta por el látigo que usa un compañero suyo en la misma fe y no encuentra respuesta».
«Todo este capítulo de la ‘historia universal de la infamia'», reconoció el prelado, «ocurrió quince siglos después de la llegada del Señor Jesús y hace parte de las sombras que debemos superar a plenitud para llegar a alcanzar linderos de dignificación mayor de un mundo ‘falsamente globalizado'».
«África es la ‘patria grande’ todas nuestras negritudes desde Canadá a la Tierra del Fuego incluyendo toda la maravilla de la presencia de esta raza en las Antillas y en el Caribe».
«Cuántas cosas que hacen grande al continente americano sólo han sido posibles con el aporte de las negritudes herederas de tantas riquezas que siguen ocultas de esta raza, de tanta riqueza de símbolos que enriquecerían con el paso de los tiempos el mensaje cristiano, de tanta alegría en el creer en la fe, así la vida sea dura con ellos. La historia del Africa en América no es asunto del ayer, es un hoy viviente».
«Por eso creo que este Sínodo debe abarcar igualmente una palabra para las ‘negritudes’ americanas (espero que hayan notado que uso la palabra ‘americano’ para designar toda la América, la del norte, la del centro, la antillana, la caribeña, la del sur)», advirtió a los prelados.
«Gran parte del corazón de ellas vive aun y seguirá viviendo en el África y lo que les suceda aquí lo apreciarán y vivirán como propio», concluyó.
Por Jesús Colina