MILÁN, martes 20 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Se ha hablado demasiado prematuramente de la muerte del Cristianismo en Europa. Así lo afirma el experto en sociología de la religión Philip Jenkins, episcopaliano americano y autor de numerosos trabajos reconocidos mundialmente.
En una entrevista concedida al diario italiano Avvenire, Jenkins rebate la idea de que la religión cristiana esté desapareciendo en el viejo Continente ante el empuje del Islam, y afirma que “el cristianismo en Europa será muy distinto respecto a hace un siglo, pero podría estar aún muy vivo”.
Philip Jenkins es profesor en la Penn State University (Pennsylvania) y en la Baylor University (Texas). Ha publicado numerosos trabajos de investigación en la revista Religious Studies, y tiene obras traducidas en varios países.
En la entrevista, concedida a raíz de la publicación en Italia de su último libro, God’s Continent: Christianity, Islam, and Europe’s Religious Crisis (aún sin publicar en España), el experto afirma que “existen pocas posibilidades de que Europa llegue a ser musulmana”.
“Cuando se imagina un futuro similar, se piensa en el actual rápido crecimiento demográfico de los musulmanes y se proyecta en el futuro”, explicó.
Sin embargo, puntualizó, “en el momento en que los inmigrantes asimilan las costumbres europeas, su índice de natalidad se desmorona claramente. Además, por la influencia de sus parientes emigrados a Europa, también las tasas demográficas de los musulmanes residentes en países como Argelia y Marruecos están disminuyendo rápidamente”.
En su opinión, el Islam “no tiene otra elección que volverse europeo, y la fuerza principal que traerá este cambio serán los jóvenes musulmanes, en particular las mujeres”.
“Cuando observo este movimiento me viene a la mente la asimilación de los inmigrantes en Estados Unidos a principios del siglo XX, especialmente los italianos, tan distintos de los viejos americanos en cuanto a religión, lengua y costumbres”.
“Seguidamente se fusionaron de forma verdaderamente convincente, y se convirtieron en americanos hiperpatriotas: pero este cambio requirió al menos dos generaciones. No podemos esperar que sea más rápido el proceso de asimilación para los musulmanes en la Europa moderna”.
Laicismo
Jenkins apunta que la idea de una islamización de Europa y de la desaparición del cristianismo parte más bien de ciertas élites intelectuales europeas, que manifiestan simpatía hacia el Islam y rechazan el cristianismo como un “símbolo rancio de una Europa vieja”.
“Durante muchos años, los intelectuales han mirado al Islam como a la religión auténtica del Tercer Mundo, mientras que el cristianismo estaba considerada como la de Europa y Norteamérica”, explica.
En realidad, “el cristianismo está hoy notablemente arraigado en África, Asia y América Latina, especialmente entre los pobres, pero muchos europeos no lo reconocen”.
“En el momento en que conocen el extremismo de algunos musulmanes, los intelectuales europeos comprenden que se han basado en estereotipos engañosos. En países como Inglaterra, Dinamarca y Holanda, la gente está volviendo a mirar a las raíces cristianas de las ideas que construyeron sus sociedades, la idea de libertad y de individualismo”, agrega Jenkins.
Ciertamente, volver a estas raíces no significa odiar o temer al Islam, sino que obliga a los europeos a pensar de nuevo de dónde vienen, y cuáles son sus fundamentos en el campo intelectual y ético”.
Cambio y no desaparición
En opinión de Jenkins, lo que se ha perdido en la mayor parte de Europa “no es el cristianismo, sino el sentimiento de que éste sea – de forma obvia – la religión de todos, una especie de religión automática”.
Se trata, según él, del “final de una especie de gran monopolio, que había crecido cómodamente porque no tenía competidores, y que se había olvidado de sus objetivos principales”.
“Pero hay un largo trecho antes de proclamar la muerte de la Europa cristiana, incluso en la parte occidental”, rebate el sociólogo.
Las Iglesias ahora “deben trabajar más fuertemente en un mercado libre de las ideas, y por esto los nuevos organismos eclesiales son tan importantes. Tienen que mirar a Europa como un continente de misión, un objetivo de la evangelización”.
Uno de los grandes desafíos del cristianismo hoy, explica Jenkins, es presentar una perspectiva cristiana en temas sociales y políticos, como las biotecnologías”, y especialmente, “la defensa del concepto de humanidad”.
“Las Iglesias tienen muchos aliados mientras se reforman y se reestructuran, por ejemplo, los millones de fieles cristianos inmigrantes desperdigados por Europa”, concluye. “El cristianismo en Europa será muy distinto respecto al de hace un siglo, pero podría ser aún muy viva”.