CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 1 de enero de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos la crónica que publica la última edición en lengua española de «L’Osservatore Romano», firmada por Marta Lago, sobre la celebración europea de las familias que tuvo lugar en Madrid el 27 de diciembre.
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Ni afán de notoriedad ni alegría de fachada. Tantas familias de Europa se dieron cita en Madrid con sufrimientos de los que hablaron sus pastores, igual que del amor auténtico que las sostiene porque se fundamenta en el propio amor de Dios, que es familia trinitaria. Ha sido la clave de lectura de la gran celebración de la Sagrada Familia, netamente testimonial; vivida en unidad con el Sucesor de Pedro, con todo el continente y con el mundo. El intenso frío no fue obstáculo para cientos de miles de familias con tantísimos niños -hasta bebés-, ancianos, enfermos. Se previó espacio para todos en la céntrica plaza de Lima, donde hace veintisiete años el venerable siervo de Dios Juan Pablo II celebró la misa para las familias. Su frase «El futuro de la humanidad pasa por la familia cristiana» fue visible desde todos los puntos en este templo al aire libre.
La archidiócesis anfitriona, con el significativo apoyo del Camino Neocatecumenal, organizó el encuentro, que arrancó con la acogida por parte de las familias españolas. Primero se saludó a las de Austria -con los obispos Küng y Fischer-, Reino Unido, Irlanda y Portugal -junto al obispo Clemente, de Oporto-. Numerosos niños cantaron villancicos al pie del altar, junto a la cruz y el icono mariano de la Jornada mundial de la juventud. El calor de fiesta aumentó en espera de las palabras de Benedicto XVI. Numerosas manifestaciones de afecto a las familias de Escandinavia, Holanda -con el vicepresidente de su Episcopado, monseñor Wiertz- y Bélgica. Tres prelados de Francia acompañaron a las familias del país: Cattenoz, Aillet y el cardenal Barbarin, quien hablando a los participantes reconoció cuánto se mezcla «el amor y el sufrimiento en nuestras vidas humanas donde todo es tan frágil». Pidió la oración coral para que toda Europa «proteja en sus leyes» a la familia, porque «todos merecen más amor que el que el mundo les puede dar».
Los obispos hablaron para todo el continente y para sus propios fieles, en conexión radio-televisiva e internet. De Croacia, Eslovenia, Serbia, Bosnia, Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia y Ucrania llegaron igualmente muchas familias; numerosas las de Polonia, junto al cardenal Rylko -presidente del Consejo pontificio para los laicos-. «Vale la pena -dijo- testimoniar a Europa que es posible que marido y mujer se amen superando todas las dificultades»; «habitando entre nosotros el Señor derriba todas las barreras y nos concede la posibilidad de amarnos unos a otros». El presidente del episcopado polaco, monseñor Michalik, indicó a la Sagrada Familia de Nazaret como un «ideal posible» y se conmovió porque en un mundo atenazado por «una profunda crisis moral» «se ve que la familia cristiana sigue siendo realizable».
Se sumaron a la celebración familias de la República Checa, Eslovaquia, Albania, Malta y Hungría; las familias alemanas estuvieron acompañadas por el cardenal Cordes -presidente del Consejo pontificio «Cor unum»- y por el cardenal arzobispo de Berlín Sterzinsky, quien advirtió de la falta de espacio vital -fenómeno de temido crecimiento en todo el continente- para la familia, «lugar donde se cubren las necesidades de la persona», «fundamento esencial de toda sociedad humana, solidaria y con futuro». «Como obispo exijo que el Estado y la sociedad creen las condiciones necesarias para que las familias puedan llevar a cabo sus deberes»; «pero no queremos solamente exigir, sino actuar. Por eso -añadió- os hago un llamamiento, esposos cristianos: manteneos fieles a vuestras promesas y confiad en la fuerza que Cristo os ha donado con el sacramento del matrimonio, especialmente en los momentos de crisis»; «perdonaos en todo momento»; «proteged las vidas que Dios os ha confiado»; «estad agradecidos por haber sido llamados a una dignidad tan grande».
Mientras los pequeños alemanes movieron a miles de voces a cantar «Noche de paz», se recibió la procesión de ingreso de cardenales, arzobispos y obispos. Entre ellos los cardenales Rouco, Martínez Sistach, García Gasco y Amigo; más de cuarenta prelados de la Conferencia episcopal española y el nuncio apostólico monseñor Fratini.
Unas trece mil familias italianas recibieron la bienvenida junto al cardenal vicario del Papa para la diócesis de Roma Vallini. Un fuerte aplauso acogió sus primeras palabras: «Tengo el gran honor de traeros el saludo y la bendición del Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, que me ha encargado que os comunique su complacencia y alegría por el encuentro europeo en Madrid en el día de la sagrada familia de Nazaret. El Santo Padre está entre nosotros espiritualmente y nos bendice».
«Testimonio, anuncio y gratitud» fueron las propuestas del purpurado italiano en su saludo. Gratitud por el don de la fe, que permite comprender el sentido de la vida y del amor; gratitud por el don de la familia, cuna de la vida y del amor. Impulsó al testimonio del Evangelio de la familia, porque los dones recibidos son para disfrutarlos, pero también para compartirlos: «Debemos testimoniar el amor fiel entre marido y mujer, y de los padres hacia los hijos», «pero estamos llamados sobre todo a testimoniar ese amor difícil que se llama perdón». El cardenal Vallini subrayó el «valor público» del matrimonio y la familia: «Queremos reafirmarlo con respeto, pero con claridad y decisión». Y pidió el compromiso de «anunciar la belleza de la fe y de la familia cristiana» «ante tantos presuntos modelos de vida familiar; ante la crisis de las familias; ante el miedo de los jóvenes al amor estable». «Queremos anunciar -exhortó- el amor de Cristo que jamás nos abandona» y que «la familia es posible y es el camino de la felicidad humana».
El presidente del Consejo pontificio para la familia, el cardenal Antonelli, miró a su alrededor y recalcó: «Cuando la multitud se hace una en el amor, se manifiesta en la tierra el reino de Dios, un reflejo de la Trinidad divina, de su vida y de su belleza»; misterio de comunión que «se realiza en la Iglesia y en cada verdadera familia»; «vosotros lo testimoniáis».
Al filo del mediodía las familias de Europa correspondieron a esta acogida dando a su vez la bienvenida a las de toda España con un aplauso que se multiplicó durante la conexión televisiva con Benedicto XVI, que vivieron también las familias en la plaza de San Pedro en el Vaticano unidas a la madrileña plaza de Lima.
En la Eucaristía, el cardenal Rouco invitó a las familias de España y de Europa a la escuela de Nazaret, indispensable por los retos, con cobertura legal, de las rupturas -asimilables al repudio- y del supuesto derecho al aborto. Con todo, se vislumbra «la esperanza cristiana». «Con el «sí» gozoso a vuestro matrimonio y a vuestra familia» -afirmó el arzobispo de Madrid- «estáis abriendo de nuevo el surco para el verdadero porvenir de la Europa del presente y del futuro. Europa, sin vosotras, queridas familias cristianas, se quedaría prácticamente sin hijos o lo que es lo mismo, sin el futuro de la vida».
Entre cientos de banderas de España y de toda Europa, se mezclaron grandes globos azules con el sello de dos cabeceras: «La Razón» y «L’Osservatore Romano» que, encartado por primera vez en el diario nacional -con una tirada conjunta de 250.000 ejemplares-, se distribuyó en gran número entre los participantes.
La gran fiesta concluyó con la sorpresa sobre todo de los más pequeños: la cabalgata de los Reyes Magos, cargados de regalos, que llegó con paso solemne hasta postrarse en adoración a los pies de Jesús Niño.