CIUDAD DEL VATICANO, martes 16 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Ante los abusos sexuales de sacerdotes, Benedicto XVI ha elaborado en su pontificado un magisterio de enseñanzas que se basan en tres principios: ayuda a las víctimas, restablecer la verdad y la justicia, poner todos los medios para que algo así no vuelva a repetirse.
El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, en la rueda de prensa concedida este martes al concluir una reunión sobre este argumento de los 24 obispos diocesanos de Irlanda con el Papa, explicó que es posible comprender su actitud ante estos escándalos volviendo a leer las intervenciones que sobre el argumento ha pronunciado. En total han sido siete y en ellas se ha referido en particular a casos surgidos en Irlanda, Estados Unidos y Australia.
El Papa ya había afrontado la cuestión de los escándalos en Irlanda el 28 de octubre de 2006 al recibir a los obispos de ese país con motivo de su visita «ad limina apostolorum».
«Las heridas causadas por estos actos son profundas, y es urgente reconstruir la confianza donde ha sido dañada –dijo el Papa adelantándose a informes posteriroes–. En vuestros continuos esfuerzos por afrontar de modo eficaz este problema, es importante establecer la verdad de lo sucedido en el pasado, dar todos los pasos necesarios para evitar que se repita, garantizar que se respeten plenamente los principios de justicia y, sobre todo, curar a las víctimas y a todos los afectados por esos crímenes abominables».
El 15 de abril de 2008, en respuesta a una pregunta del periodista John Allen, en el vuelo hacia los Estados Unidos, el Papa confesó su propia consternación ante estos hechos: «Cuando leo la noticia de esos hechos, me resulta difícil comprender cómo es posible que algunos sacerdotes hayan podido fallar de ese modo en su misión de llevar consuelo, de llevar el amor de Dios a esos niños. Me da vergüenza y haremos todo lo posible para garantizar que eso no vuelva a repetirse en el futuro».
«Creo que deberemos actuar en tres niveles –añadió poco antes de pisar por primera vez como Papa tierras estadounidenses–: el primero es el nivel de la justicia, y el nivel político. En este momento no hablo de homosexualidad: este es otro asunto. Excluiremos rigurosamente a los pederastas del sagrado ministerio. Es absolutamente incompatible y quien es realmente culpable de pederastia no puede ser sacerdote. En este primer nivel podemos hacer justicia y ayudar a las víctimas, que han sufrido mucho. Estos son los dos aspectos de la justicia: uno, los pederastas no pueden ser sacerdotes; otro, ayudar a las víctimas de todos los modos posibles».
«Luego está el nivel pastoral –siguió diciendo–. Las víctimas necesitarán curación y ayuda, asistencia y reconciliación. Este es un gran compromiso pastoral y yo sé que los obispos, los sacerdotes y todos los católicos en Estados Unidos harán lo posible para ayudarlos, asistirlos y curarlos. Hemos hecho inspecciones en los seminarios y haremos todo lo posible para que los seminaristas reciban una profunda formación espiritual, humana e intelectual. Al sacerdocio sólo podrán ser admitidas personas sanas, personas con una profunda vida en Cristo, personas con una intensa vida sacramental».
«Yo sé que los obispos y los rectores de los seminarios harán lo posible para llevar a cabo un discernimiento muy estricto, porque es más importante tener buenos sacerdotes que muchos sacerdotes. Este es nuestro tercer punto, y esperamos poder hacer, haber hecho y hacer en el futuro todo lo que podamos para curar estas heridas», remachó.
El 16 de abril de 2008, al celebrar las vísperas con los obispos de los Estados Unidos en el santuario nacional de la Inmaculada Concepción de Washington, el Santo Padre les pidió «fajar las heridas causadas por cada violación de la confianza, favorecer la curación, promover la reconciliación y acercarse con afectuosa preocupación a cuantos han sido tan seriamente dañados».
El Papa reconoció que en ocasionies los episcopados han afrontado este drama «de pésimo modo», pero recordó que «la inmensa mayoría de los sacerdotes y religiosos «llevan a cabo una excelente labor por llevar el mensaje liberador del Evangelio a las personas confiadas a sus cuidados pastorales».
En la homilía de la misa que presidió el 17 de abril en el Nationals Stadium de Washington, el Papa pidió a todos los católicos «que estimen a sus sacerdotes y los reafirmen en el excelente trabajo que hacen. Y, sobre todo, oren para que el Espíritu Santo derrame sus dones sobre la Iglesia, los dones que llevan a la conversión, al perdón y el crecimiento en la santidad».
En el vuelo hacia Australia, para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud, el 12 de julio de 2008 en la respuesta a la pregunta del periodista australiano Auskar Surbaktiel pontífice aseguró: «para la Iglesia es de importancia fundamental reconciliar, prevenir, ayudar y también reconocer las culpas en estos problemas».
«Debemos aclarar tres aspectos –según el Papa–: el primero es nuestra enseñanza moral. Debe quedar claro, y siempre ha sido claro, desde los primeros siglos, que el sacerdocio, ser sacerdote, es incompatible con este comportamiento, porque el sacerdote está al servicio de Nuestro Señor, y nuestro Señor es la santidad en persona, que siempre nos enseña. La Iglesia siempre ha insistido en esto».
«Debemos reflexionar para descubrir en qué ha fallado nuestra educación, nuestra enseñanza, durante los últimos decenios», siguió diciendo. «Hay cosas que siempre son malas, y la pederastia siempre es mala. En nuestra educación, en los seminarios, en la formación permanente de los sacerdotes, debemos ayudarles a estar realmente cerca de Cristo, a aprender de Cristo, para ayudar así a nuestros hermanos los hombres, a los cristianos, y no ser sus enemigos».
«Por tanto, haremos todo lo posible para dejar claro cuál es la enseñanza de la Iglesia y para ayudar en la educación, en la preparación de los sacerdotes, en la formación permanente; haremos todo lo posible para curar y reconciliar a las víctimas –aseguró el obispo de Roma–. Creo que este es el contenido fundamental de la expresión ‘pedir perdón’. Creo que es mejor y más importante dar el contenido de la fórmula y creo que el contenido debe explicar en qué ha fallado nuestro comportamiento, qué debemos hacer en este momento, cómo podemos prevenir y cómo podemos todos sanar y reconciliar».
El 19 de julio de 2008, en la catedral de Sydney, el Papa recordó que el abuso de menores constituye una de las condenas más duras de Jesús en el Evangelio.
El obispo de Roma preparó su encuentro con los obispos irlandeses con una intervención pública pronunciada el 8 de febrero pasado ante la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, en la que explicó: «A lo largo de los siglos, la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Cristo, ha promovido la tutela de la dignidad y de los derechos de los menores y, de muchas maneras, se ha hecho cargo de ellos. Lamentablemente, en diversos casos, algunos de sus miembros, actuando en contraste con este compromiso, han violado esos derechos: un comportamiento que la Iglesia no deja y no dejará de deplorar y de condenar».
«Las duras palabras de Jesús contra quien escandaliza a uno de estos pequeños (cf. Mc 9, 42) comprometen a todos a no rebajar nunca el nivel de ese respeto y amor», concluyó.
Por Mercedes de la Torre