ROMA, miércoles 10 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- “Para ir a Estambul hace falta mucha fantasía: no os diremos qué teneís que hacer”. Esta fue la “consigna”, recibida por fray Rubén Tierrablanca, entonces guardián de la casa generalicia de los frailes menores en Roma, cuando hace algunos años acogió la invitación de crear con otros dos compañeros la Fraternidad internacional de Estambul, Turquía, para la promoción del diálogo ecuménico e interreligioso.

Fray Tierrablanca ha hablado de ello con ZENIT, cuando se aproxima el sexto aniversario de nacimiento de la comunidad y del proyecto ligado a ella.

--¿En qué consiste el proyecto?

Fr. Tierrablanca: Desde hace varios años, la Orden Franciscana, presente en Turquía desde el siglo XIII, pensaba en una presencia que promoviera de modo especial el diálogo ecuménico e interreligioso, a ejemplo de san Francisco y de su encuentro con el sultán Malik-al-Kamil en Damietta en 1219. La presencia de varias Iglesias cristianas –greco-ortodoxa, armenia, siríaca, protestante en sus diversas denominaciones- hace de Estambul un lugar especialmente adecuado para la promoción del diálogo ecuménico. Con naturalidad, de este desciende la apertura al encuentro con las comunidades musulmana y judía.

Los tiempos para la realización del proyecto maduraron en septiembre de 2003, cuando nos encontramos primero tres, luego cuatro, en el convento de S. Maria Draperis, en el céntrico barrio de Pera, para iniciar esta aventura. Acogimos como un signo de la Providencia el que los cuatro frailes menores que se encontraron allí provenieran de cuatro países y continentes diversos: Corea (Asia), Congo (África), Francia (Europa) y México (América).

Ya a partir de nosotros se hace real el desafío de una convivencia entre culturas y lenguas diversas, en un país que no es de ninguno de los cuatro. La fraternidad fue inaugurada oficialmente en febrero de 2004 por el ministro general, fray José Rodríguez Carballo.

--¿Qué actividades desempeñan?

Fr. Tierrablanca: Nos movemos en diversos niveles. Sobre todo, queremos ser presencia franciscana para la relación con las Iglesias cristianas. Esta disponibilidad se traduce en la atención a las festividades, ceremonias religiosas, eventos relevantes vividos por cada Iglesia –para compartirlos con sencillez- y en la organización de momentos comunes de contraste y oración.

Acaba de terminar hace poco la semana de intercesión por la unidad de los cristianos durante la cual, como se suele hacer en todas partes, ha habido celebraciones juntos en las diversas iglesias. Ha sido bello constatar no sólo una mayor participación de los fieles, sino también una mayor mezcla entre ellos y la presencia en las celebraciones en las iglesias diferentes de la propia. Por primera vez, además, en esta ocasión las Iglesias orientales han usado el turco para la oración y no el griego o el siríaco: no son pasos de poca importancia. De manera progresiva, se adquiere cada vez más confianza los unos en los otros.

La fraternidad de Estambul tiene también el objetivo de ser presencia franciscana en búsqueda de la relación con el Islam. Aunque no nos consideramos especialistas en la materia, realizamos un estudio constante y profundo de las religiones con las que entramos en contacto.

Otro empeño es el de ofrecer a los hermanos de todo el mundo períodos de formación sobre el diálogo ecuménico e interreligioso. La experiencia directa de vivir junto a las otras Iglesias y comunidades religiosas permite entrar más fácilmente en el espíritu del diálogo. Son abiertos a quien lo desee y se realizan en octubre, normalmente del 17 al 28, porque el 27 hay una oración interreligiosa en el espíritu del encuentro de Asís querido en aquella fecha por Juan Pablo II en 1986.

El último aspecto de nuestra actividad es llevar fuera de Turquía –allí donde nos inviten a hacerlo- reflexiones y exeriencias realtivas a nuestro camino aquí.

--Un proyecto que hay que inventar cada día...

Fr. Tierrablanca: Todo por inventar, por soñar incluso. Con espíritu franciscano: no se enseña nada, más bien se aprende.

De los proyectos elaborados en un despacho, a menudo derivan desilusiones. Quizá no hemos encontrado todo lo que esperábamos al venir aquí, pero mucho más de lo que deseábamos. Descubrimos el deseo de todos los cristianos de tener un contacto y esta es la bendición de ser pocos.

El diálogo con el Islam no es siempre fácil, pero en Turquía hay buenas relaciones de amistad y acogida en comparación con otros países.

--¿No pesa ser una minoría?

Fr. Tierrablanca: Minoría suena a estadística y queja. No siempre donde están garantizadas todas las posibilidades de expresión, la Iglesia es más auténtica y fuerte. Aquí se nos da la ocasión de vivir una profundización radical de la fe a través del reconocerse hermanos en Cristo, centrando atención y espíritu en la fe trinitaria y con la Eucaristía como punto de referencia especial.

Veneramos juntos a los santos del calendario católico y del de la Iglesia oriental: esto abre a la riqueza de la tradición cristiana, es decir la comunión de los santos. Siendo pocos tenemos la posibilidad de conocernos todos y caminar juntos con el deseo de ser una presencia significativa.

La situación de minoría se convierte en una gracia y la vocación religiosa y cristiana se purifica y se profundiza. Se rompen todas las estructuras mentales sobre el “si” y “cómo”. Una cosa que no había nunca soñado antes.

--¿Hay restricciones en su actividad?

Fr. Tierrablanca: Purificar la fe significa también establecer el orden de las proridades. Por ley –vale para todos, incluso para el Islam--, fuera de los lugares de culto está prohibida toda actividad religiosa, excepto la voz del imam y el sonido de las campanas. No se puede celebrar en los hospitales, por ejemplo, o en las escuelas y las procesiones en el exterior no se pueden hacer, pero no se puede decir que una fe que no puede ser manifestada en este modo sea menos significativa. Hay una mayor libertad: nada que defender, todo es ganancia.

Cierto, existen dificultades. En los últimos años, el gran crecimiento de la industrialización ha creado zonas habitadas fuera de la ciudad, donde viven también cristianos y católicos y no hay iglesias. Ellos no pueden venir siempre al centro y nosotros podemos visitar a las familias pero no más de una vez, si no esta actividad es entendida como proselitismo y se corre el riesgo de expulsión.

Pero no vivimos todo esto con el peso que parece tener: por otra parte, ni Jesús ni Pablo cambiaron al imperio romano; se limitaron a ir adelante.

El espíritu franciscano es sencillez, alegría y respeto. Somos huéspedes y agradecemos la acogida en este país. Las limitaciones no nos impiden vivir nuestra fe sino que nos ayudan a esforzarnos. Las reglas a respetar nos dan el espacio para hacer las cosas que se pueden hacer.

--En octubre, tendrá lugar el Sínodo sobre Medio Oriente. ¿Qué itinerario de preparación está previsto?

Fr. Tierrablanca: Hemos leído los Lineamenta y estamos programando el itinerario de reflexión sobre el documento. Justo en estos días ha habido un encuentro de las tres casas de la familia franciscana –frailes menores, conventuales y capuchinos- para hacer un congreso juntos.

Con vistas al Sínodo, se pensó también en una reflexión común con los musulmanes pero quizá es proyecto demasiado ambicioso. Queda sin embargo la propuesta de un encuentro a mitad de septiembre junto a exponentes de la comunidad musulmana y profesores universitarios para una reflexión sobre los valores espirituales que tenga un enfoque más pastoral que doctrinal, de manera que se ponga en el centro la vida concreta de la gente y de todos nosotros.

Espero que el Sínodo nos ayude a madurar un pensamiento compartido sobre las necesidades más evidentes hoy en la vida de nuestras comunidades: la necesidad de volver a las raíces de la fe para dar renovado vigor a la Iglesia en Turquía y la necesidad de ampliar el diálogo ecumnénico e interreligioso a todos los niveles, no sólo el institucional.

--Usted es mexicano y ha estado largo tiempo en Roma. ¿Cómo se encuentra en esta nueva y compleja realidad?

Fr. Tierrablanca: He redescubierto la alegría de “manifestarse” como cristianos. Aquí un ‘rahiq’, un consagrado, es muy estimado por la gente, porque hay gran respeto por la consagración a Dios, más allá de la religión de pertenencia.

Quien me conoce sabe que digo a menudo: “He nacido a los 50 años cuando vine a Estambul”.

Por Chiara Santomiero, traducido del italiano por Nieves San Martín