ROMA, lunes 1 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- El arzobispo de la diócesis estadounidense de Denver, monseñor Charles Chaput, alertó a los artistas del peligro que representan el orgullo y la vanidad, que pueden traicionar su misión de manifestar la gloria de Dios al mundo.

Lo hizo este miércoles en el Quinto Simposio de Roma organizado por la Comunidad del Emmanuel y el Pierre Goursat University Institute en colaboración con el Instituto Pontificio Redemptor Hominis sobre el tema “Sacerdotes y laicos en misión”.

“Una tentación fundamental de nuestra época es la voluntad de poder”, afirmó.

“Emerge claramente en nuestra política y en la ciencia, en la constante erosión de nuestro respeto por los débiles, los enfermos, los concebidos y los discapacitados”, indicó.

“El impulso del orgullo -que quiere romper los tabús e inflar el ego- llama de una manera más natural a los artistas y a los creadores de cultura de alto nivel”.

En su intervención, titulada “El Príncipe de este mundo y la evangelización de la cultura”, el arzobispo Chaput afirmó que “el genio alimenta la vanidad, y la vanidad alimenta el conflicto y el sufrimiento”.

“La vanidad del genio creativo tiene un pedigrí que lleva atrás en el tiempo hasta el primerísimo 'non serviam' del mismo Satanás”.

“Él es el primer representante del orgullo y la rebelión, y el gran seductor de la persona -añadió-. Satanás es real”.

Urgencia

“Vivimos en una época que se considera postmoderna y postcristiana”, constató el arzobispo, que continuó: “Es un momento definido por el ruido, la urgencia, la acción y el hambre de resultados prácticos”.

“Nuestras urgencias -señaló- ocultan una profunda inquietud al enfrentar el futuro, una especie de egoísmo y desesperación bien modelados”.

“El mundo que nos rodea tiene un hueco en el corazón, y el vacío duele -continuó-. Sólo Dios puede llenarlo”.

“Dios nos llama a diversas formas de servicio en su Iglesia, pero somos todos iguales en el Bautismo, y todos compartimos la misma misión de llevar el Evangelio al mundo, y de llevar el mundo al Evangelio”, añadió.

“Dios nos llama a vivir aquí hoy y a hacer discípulos de todas las naciones, pero en primer lugar nos llama a amarlo”.

Licencia para amar

Centrándose en los que tienen una influencia especial en la cultura, sobre todo los artistas, el arzobispo Chaput afirmó que “Dios nos permite conocer, amar y ennoblecer el mundo a través de la obra del genio humano”.

“Nuestra creatividad como criaturas es un eco de la gloria creativa de Dios”.

Para los cristianos, afirmó el prelado, “el arte es una vocación santa que tiene el poder de elevar el espíritu humano y de llevar a los hombres y a las mujeres a Dios”.

“Como católicos tenemos el deber de estudiar y de comprender el mundo que nos rodea”, declaró.

“Tenemos el deber no sólo de entrar en él y de comprometernos con él, sino también de convertirlo a Jesucristo”.

“Esta obra nos afecta a todos -clero, laicos y religiosos- por igual -concluyó-. Seamos misioneros”.