ROMA, jueves 25 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- El rasgo más significativo de la personalidad y de la obra de Luigi Giussani debe buscarse en su hacerse promotor de un encuentro personal con Cristo, el único que puede apagar las ansias del corazón humano.

Así lo afirmó, en una entrevista a Radio Vaticano, Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación (CL), en el quinto aniversario de su muerte.

“Cuanto más vamos adelante, más sentimos la paternidad de don Giussani, cada vez más vemos el efecto que tiene sobre nuestra vida y esto nos suscita la gratitud hacia él”, afirmó Carrón.

La característica de Giussani, prosiguió, es la de haber “vuelvo a partir desde esta propuesta del cristianismo como un acontecimiento que entra en línea con la estructura más profunda del ser humano, que es el corazón”.

“Esto permanece siempre – añadió –: el corazón, también en las situaciones más alejadas de las personas, en las heridas de la vida, en las preguntas más urgentes que el hombre encuentra dentro de sí, espera una respuesta”.

“Y esto, ninguna situación cultural y social lo puede cambiar, y es por ello que tantas más urgencias hay en la vida, tanto más está el hombre abierto al posible encuentro con el cristianismo. Y lo encuentra no como una ley, sino cono un testimonio en una Persona”.

Con sus enseñanzas, Giussani recordó a una sociedad como la moderna, dominada por la autodeterminación y por la autosuficiencia, que “es necesaria la sencillez, que tiene le hombre sencillo, de abrirse a Algo que tiene precisamente la energía y la capacidad de darnos lo que nosotros no conseguimos hacer por nosotros solos”.

Don Giussani nació en 1922 en Desio, un pueblecito en las cercanías de Milán. Jovencísimo, entró en el seminario diocesano de Milán, prosiguiendo los estudios y finalmente completándolos en la Facultad teológica de Venegono.

Los años transcurridos en el seminario diocesano de Milán fueron para Luigi Giussani años de estudio intenso y de grandes descubrimientos, como la lectura de Giacomo Leopardi con la cual, contaba él mismo, solía a veces acompañar la meditación después de la Eucaristía.

Quien le educó en la música fue en particular el Beniamino, socialista de tendencias anarquistas, que gastaba el poco dinero que ahorraba en invitar a casa el domingo a grupos de músicos. Don Giussani hizo un tesoro de esta pasión, también durante sus años de enseñanza en el liceo Berchet “cuando – explica – para demostrar la existencia de Dios iba a la escuela con un tocadiscos y hacía escuchar a Chopin y Beethoven”.

Ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1945, Giussani se dedicó a la enseñanza en el mismo seminario de Venegono. En esos años se especializó en el estudio de la teología oriental, de la teología protestante americana y en la profundización de la motivación racional de la adhesión a la fe y a la Iglesia.

A mitad de los años cincuenta pidió poder dejar la enseñanza en el seminario por el de las escuelas medias superiores. Durante diez años, entre 1954 y 1964, enseñó en el Liceo clásico “Berchet” de Milán. Comenzó a desarrollar en esos años una actividad de estudio y de publicística dirigida a dirigir hacia dentro y hacia fuera de la Iglesia la atención sobre el problema educativo.

Y precisamente en 1954, don Luigi Giussani dio vida, a partir del Liceo clásico “Berchet”, a una iniciativa de presencia cristiana llamada Juventud Estudiantil (GS), con el fin de "elaborar una propuesta cultural propria para el crecimiento desde dentro y desde abajo del mundo juvenil y estudiantil”.

La denominación actual, Comunión y Liberación (www.clonline.org), apareció por primera vez en 1969. En 1982 el Consejo Pontificio para los Laicos lo reconoció como Asociación de fieles de derecho pontificio. Ésta sintetiza la convicción de que el acontecimiento cristiano, vivido en la comunión, es el fundamento de la auténtica liberación del hombre.

“La intuición pedagógica original” de CL, como escribió Juan Pablo II en la carta a Giussani, con ocasión del 50 aniversario del movimiento, celebrado en octubre de 2004, está en volver a proponer (…) de modo fascinante y en sintonía con la cultura contemporánea, el acontecimiento cristiano, percibido como fuente de nuevos valores, capaces de orientar la entera existencia”.

En una carta enviada al Santo Padre en vista de aquellas celebraciones, Giussani afirmó no sólo que no había pretendido “fundar nada”, sino ver “el genio del movimiento” en “haber sentido la urgencia de proclamar la necesidad de volver a los aspectos fundamentales del cristianismo, lo que es lo mismo, la pasión del hecho cristiano como tal en sus elementos originales, y basta”, donde el cristianismo “se identifica con un Hecho – el acontecimiento de Cristo –, y no con una ideología.

Comunión y Liberación, para la que no está prevista ninguna forma de pertenencia, sino solo la libre participación de las personas, tiene como objetivo la educación cristiana madura de los propios seguidores y la colaboración en la misión de la Iglesia en todos los ámbitos de la sociedad contemporánea.

Instrumento fundamental de formación de los seguidores es la catequesis semanal denominada “Escuela de comunidad”. La revista oficial del movimiento es el mensual internacional Tracce- Litterae Communionis,disponible en once idiomas (italiano, inglés, español, brasileño, portugués, polaco, ruso, francés y alemán, y, con una cierta periodicidad, también en japonés y en húngaro).