CIUDAD DEL VATICANO, domingo 22 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha nombrado como arzobispo de Praga al obispo dominico Dominik Duka, de 66 años, quien hasta ahora era pastor de la diócesis de Hradec Králové, y que sufrió la cárcel en tiempos del comunismo.

Sustituye al cardenal Miloslav Vlk, de 77 años, quien había presentado su renuncia al Papa por razones de edad, según establece el Código de Derecho Canónico.

Monseñor Duka nació el 26 de abril de 1943 en Hradec Králové, Bohemia del Este. El 6 de enero de 1969 emitió la profesión temporal en la Orden de los Dominicos y el 22 de junio de 1970 fue ordenado sacerdote. Durante cinco años trabajo en varias parroquias de la arquidiócesis de Praga y, el 7 de enero de 1972, emitió la profesión solemne en la Orden de Santo Domingo.

Estudió en la Facultad Teológica de Litomerice y después, en 1979, alcanzó la licencia en Teología en la Facultad Teológica de San Juan Bautista en Varsovia.

En 1975 las autoridades comunistas le quitaron la autorización estatal para ejercer el ministerio sacerdotal y fue destinado a trabajar durante casi 15 años en las fábricas de automóviles Skoda de Plzen, como diseñador (hasta 1989). Mientras tanto, trabajó en secreto en la Orden como maestro de novicios y profesor de teología.

Entre 1981 y 1982 fue encarcelado en Plzen, según revelan los datos biográficos distribuidos por la Oficina de Información de la Santa Sede.

De 1986 a 1998 fue provincial de los dominicos en Bohemia y Moravia.

Tras la caída del comunismo, fue elegido presidente de la Conferencia Federal de los Superiores Mayores y, en los años 1992-1996, vicepresidente de la Unión de las Conferencias Europeas de los Superiores Mayores.

De 1990 a 1999 fue profesor en la Facultad de Teología en la Universidad Palacky de Olomouc, en particular, de "Introducción a la Sagrada Escritura" y de "Antropología bíblica".

El 6 de junio de 1998 Juan Pablo II le eligió obispo de Hradec Králové y el 26 de septiembre de 1998 recibió la ordenación episcopal.

Indonesia: Aceh en el post-tsunami, una esperanza para Haití

MEDAN, viernes 12 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Del mal se puede sacar bien; de la tragedia, la esperanza y la nueva vida.

Ése es el mensaje que Aceh, provincia del extremo norte de la isla de Sumatra, destruida por el tsunami en 2004, lanza a Haití, afectado por un violento terremoto producido el pasado 12 de enero.

Según cifras oficiales, Haití lamenta 112.000 muertos, 196.000 heridos y dos millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria básica, entre ellas 200.000 huérfanos, informó este miércoles “Eglises d’Asie”, la agencia de las Misiones extranjeras de París (MEP).

En Aceh, el tsunami de diciembre de 2004 devastó la costa, dejando 160.000 muertos y 500.000 refugiados, arrasando ciudades y pueblos enteros.

Aceh fue entonces calificado como “provincia rebelde” debido a los enfrentamientos militares muy fuertes entre un movimiento separatista local, el GAM, y las fuerzas armadas gubernamentales.

Bastión de un Islam rigorista, Aceh ha sido, además, la única provincia del país donde la charia ha estado en vigor, desde 2002.

Cinco años después de la catástrofe, Banda Aceh, capital de la provincia, es actualmente el símbolo de “triunfo sobre el tsunami”.

Es un lugar donde la calidad de vida ha aumentado, donde la armonía interreligiosa es una realidad y donde “hay un renacimiento que lleva esperanza al mundo entero, especialmente a la población de Haití”.

Así lo declara a la agencia Fides monseñor Antonius Sinaga, arzobispo católico de Medan, la principal ciudad de Sumatra-Norte, que afirma que el tsunami dio impulso para un nuevo comienzo.

Según monseñor Sinaga, “la población es hoy muy abierta, en lo humano y en lo social. Banda Aceh se ha convertido en una ciudad internacional y, desde la tragedia del tsunami, ha nacido una ciudad muy diversa en lo que se refiere a lo social”.

“La población está muy agradecida por las ayudas llegadas del extranjero, sobre todo de los Estados Unidos y de países europeos, llamados “países cristianos”, que han permitido reconstruir más de 140.000 casas”.

Gracias a las ayudas aportadas por un valor total de más de 6,7 mi millones de dólares, se han podido reconstruir también 1.700 escuelas, 996 edificios públicos, 36 aeropuertos y puertos, 3.800 mezquitas, 363 puentes y más de 20.000 kilómetros de carreteras.

“Se comprende por qué actualmente los cristianos de los países donantes son llamados amigos o incluso hermanos”, indica el arzobispo.

“La mejora es significativa: la ciudad está pacificada a todos los niveles. No hay tensión social, ni interreligiosa y el clima político es muy favorable. El bienestar social y económico es más elevado que en otras regiones de Sumatra”, continúa el prelado.

Los cristianos, que forman una pequeña minoría en la provincia de Aceh, viven libremente y en paz.

“La Iglesia católica ha instaurado una excelente relación con el Gobierno y las autoridades civiles, en un clima de diálogo sereno -explica-. Igualmente, las relaciones con los líderes musulmanes locales son más que buenas”.

El arzobispo también se muestra tranquilizador sobre el tema de la charia. “La ley islámica, en vigor en la provincia, no representa un problema: las autoridades, los medios de comunicación, los tribunales, respetan que se aplique sólo a los musulmanes y que los creyentes de otras religiones puedan vivir libremente”.

“Hay que decir que esto está muy claro en el ámbito oficial, pero en el popular -sobre todo en las aldeas remotas y de cultura tradicionalista que no han estado en contacto con la modernidad-, la situación es más difícil y hay restricciones que a veces causan problemas a la población”.

Por eso, algunos grupos de defensa de los derechos humanos, como la ONG indonesia Kontras, han denunciado “la violación de los derechos humanos y de la misma legislación indonesia en la aplicación de penas previstas por la charia”.

“A pesar de todo, en conjunto, las condiciones sociales de la población y de los cristianos (4.000 fieles sobre 3,5 millones de habitantes en Aceh) han mejorado considerablemente”, indica el arzobispo, y las perspectivas son buenas.

Es cierto que a la Iglesia católica todavía no le está permitido crear nuevas obras sociales, como escuelas u hospitales, pero la esperanza aumenta.

Respecto al proyecto de abrir una clínica católica en Aceh, el Gobierno declaró que apoya el proyecto, pero que pensaba postponerlo a un momento en el que el clima cultural y social en Aceh lo permita.

Monseñor Sinaga concluye: “Creo que este momento se aproxima”.