JERUSALÉN, viernes 2 de abril de 2010 (ZENIT.org).- El patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Fouad Twal, presidió en la mañana de este Viernes Santo la celebración de la Pasión del Señor en el Santo Sepulcro.
En el rito, estuvo acompañado por el cardenal John Patrick Foley, gran maestro de la Orden del Santo Sepulcro en Jerusalén, por el obispo auxiliar recién elegido, monseñor William Shomali, y por numerosos sacerdotes, religiosos, en particular franciscanos seminaristas y fieles.
Más tarde, en la mañana, en la Calle de la Amargura, numerosos grupos de cristianos se unieron al Vía Crucis, en el que también participó el patriarca Twal. Numerosos bloqueos de la policía regulaban el enorme flujo de peregrinos.
En este año tanto los católicos como los ortodoxos celebran en la misma fecha la Pascua. Por este motivo, se podían ver también a muchos ortodoxos de Europa del Este, que cargando grandes cruces también recorrían el camino de la pasión del Señor.
Fieles de la parroquia latina de San Salvador, junto a religiosos locales y a muchos peregrinos, se unieron a la procesión de los franciscanos, presidida por el custodio de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa,custodio franciscano de Tierra Santa.
El Vía Crucis atravesó el Calvario hasta llegar a la tumba vacía, donde se rezó por las intenciones de Benedicto XVI.
El Jueves en la tarde como todos los años, tuvo lugar la peregrinación de los franciscanos al Cenáculo, junto a fieles de diferentes países, donde se leyeron los pasajes evangélicos que narran la Última Cena, y donde tuvo lugar el lavatorio de los pies de los niños de la parroquia latina.
Se trata de una celebración muy significativa, pues los franciscanos no pueden celebrar la liturgia en este lugar, del que son custodios desde el año 1333, pues les fue arrebatado en 1948 y desde 1967 es utilizado como escuela rabínica. Los franciscanos sólo pueden utilizarlo dos veces al año: en el Jueves santo y en la víspera de Pentecostés.
Las oraciones del Jueves Santo concluyeron en Getsemaní con una vigilia animada por los franciscanos y presidida por el padre Pizzaballa para conmemorar la agonía de Jesús, ante la Roca en la que, según la tradición, sudó sangre, en medio de los olivos milenarios que fueron testigos de la angustia del Señor antes de la traición.
La oración concluyó con una procesión de las antorchas que, como un río de luz, iluminó el Valle de Cedrón, hasta llegar al santuario de San Pedro en Gallicantu, donde según la tradición el apóstol negó a Jesús, y donde se encontraba el palacio de Caifás, que se convirtió en prisión del Hijo de Dios.