CIUDAD DEL VATICANO, lunes 3 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- “Cada celebración de exequias nuestra se coloca bajo el signo de la esperanza: en el último suspiro de Jesús en la cruz”. Con estas palabras quiso el Papa Benedicto XVI despedir al difunto cardenal Paul Augustin Mayer, en una celebración exequial hoy en la Basílica de San Pedro.
“En una época como la nuestra, en la que el miedo a la muerte lleva a muchas personas a la desesperación y a la búsqueda de consuelos ilusorios, el cristiano se distingue por el hecho de que pone su seguridad en Dios, en un Amor tan grande que puede renovar el mundo entero”.
La razón de esta confianza es que Dios “se entregó enteramente a la humanidad, colmando el vacío abierto por el pecado y restableciendo la victoria de la victoria de la vida sobre la muerte”, afirmó el Papa ante los presentes.
Por esto, agregó, “cada hombre que muere en el Señor participa por la fe en este acto de amor infinito, de algún modo entrega el espíritu junto con Cristo, en la segura esperanza de que la mano del Padre lo resucitará de entre los muertos y lo introducirá en el Reino de la vida”.
En este sentido, afirmó, “la Iglesia y, en particular, la comunidad monástica, constituyen una prefiguración sobre la tierra de esta meta final”.
Este es un anticipo “imperfecto”, marcado “por límites y pecados”, y necesitado de “conversión y purificación”; y, con todo, “en la comunidad eucarística se pregusta la victoria del amor de Cristo sobre aquello que divide y mortifica”.
Precisamente, este era el lema del difunto cardenal: “El amor de Cristo nos ha reunido en la unidad”.
El Papa dedicó un sentido recuerdo al cardenal Mayer, procedente, como el propio Joseph Ratzinger, de Baviera.
“Él había nacido, hace casi un siglo, en mi misma tierra, precisamente en Altötting, donde surge el célebre Santuario mariano al que están ligados muchos afectos y recuerdos de nosotros, los bavareses”, explicó.
El Papa narró las vicisitudes del cardenal Mayer, entre Metten (Alemania), donde fue abad, y Roma, donde desempeñó varios cargos, entre ellos el de primer presidente de la Comisión Pontifica Ecclesia Dei.
Fue también, bajo el pontificado de Pablo VI, secretario de la Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares. “Durante los años de servicio de este Dicasterio, promovió la progresiva actuación de las disposiciones del Concilio Vaticano II respecto a las familias religiosas”.
Posteriormente, Juan Pablo I le confiaría el cargo de Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
“Seguidamente, le nombró primer presidente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei; y también en este nuevo y delicado cargo el cardenal Mayer se confirmó servidor fiel y celoso, intentando aplicar el contenido de su lema: El amor de Cristo nos ha reunido en la unidad”, concluyó Benedicto XVI.