La cuestión de la ética en la información eclesial

El periodista Fabrizio Mastrofini afronta el tema de la info – ética.

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ROMA, miércoles 12 de mayo de 2010 (ZENIT.org) ¿Tiene sentido continuar discutiendo sobre una posible objetividad de la información? ¿o es preferible que los periodistas sigan una ética del concreto en la aproximación a la comunicación? Respecto a la segunda hipótesis ZENIT entrevistó a Fabrizio Mastrofini, periodista de la Radio Vaticano. Recientemente ha publicado el libro Info-etica. L’informazione e le sue logiche) (Info – ética. La información y sus lógicas n.d.t). Edizioni Dehoniane Bologna

En su libro, con prólogo del portavoz vaticano, padre Federico Lombadi S.I, este periodista especializado en temas de la información religiosa y de la comunicación, autor de otros libros sobre este tema, parte de la situación italiana para analizar la relación entre economía y medios y sugerir algunos criterios prácticos para una info- ética aplicable al mundo católico.

-¿Cuáles son las ideas claves de su libro?

Mastrofini: La idea principal del libro es la que habla de ética de la información en manera concreta, es decir, desde el punto de vista de quien está comprometido todos los días en el trabajo de la redacción. Digo esto porque los textos de ética de la comunicación y de la información que circulan son textos escritos por docentes universitarios y no reflejan otra cosa que enfoques teóricos. O se focalizan especialmente en el problema de la objetividad de la información y no tanto en el concepto de trabajo cotidiano, que se desarrolla en las redacciones, donde se toman las decisiones sobre las noticias que deben entrar o dejarse fuera.

Y entonces es necesario entender cuáles son los criterios de base que se utilizan para esta decisión. La primera pregunta es, entonces: ¿quiénes son los dueños de los diversos medios de comunicación? Por ejemplo, hoy en Italia y también en el extranjero se observa la tendencia que va consolidándose cada vez más por la que ya no existe un editor puro, porque a menudo los propietarios de los medios de comunicación son sociedades o empresas.

En este caso, resulta evidente que los periódicos estén al servicio de intereses económicos y comerciales. Tanto es así que en los últimos informes, por ejemplo de la Fundación Rosselli o de Agacom se habla normalmente de “industria de la comunicación”, porque puede poner a circular cerca de 100 mil millones de euros al año.

-¿Cómo se aplica este discurso a la comunicación institucional de la Iglesia?

Mastrofini: La comunicación de la Iglesia debería tener una diferencia. En sustancia cualquier comunicación que quiera tener una aproximación ética debe diferenciarse, es decir, debe explicitar siempre su punto de vista, debe decir claramente de qué parte está y debe realizar una nueva forma de interacción entre los remitentes y destinatarios de la información. Si aplicamos el concepto de Pueblo de Dios a la comunicación, podremos fácilmente entender cómo la comunicación debe involucrar cada vez más al propio público e interactuar con él. Para hacer esto sería necesario un proyecto. Este tipo de comunicación no puede improvisarse. También se encuentran los recursos para realizarlo, porque esto implica además una formación de los profesionales de la comunicación.

-¿El reto de la web 2.0 puede hacerse realidad?

Mastrofini: Debe ser una revolución comunicativa. Si analizamos la doctrina de la Iglesia sobre las comunicaciones sociales encontramos que en los años 50 se ponía el problema de la opinión pública al interior de la Iglesia. Los medios de comunicación de masa tienen este objetivo que a lo mejor hoy se ha perdido un poco. Hoy se advierte siempre más la necesidad de personas informadas y formadas. De aquí, tiene origen un problema general: en lugar de lamentarnos sobre el hecho de que los medios de comunicación de todo el mundo puedan en ciertos momentos atacar a la Iglesia o darnos una imagen distorsionada, ¿porque nosotros buscamos entender cómo poder dar vida a los medios de comunicación eclesiales, a las fuentes de información para que los demás puedan tener información bien hecha, creíble, realizada con métodos profesionales?

La Santa Sede, por ejemplo, está presente en el mundo digital o de la información general a través de la página oficial www.vatican.va, en la que se puede consultar la Sala de Prensa, el diario L’Osservatore Romano, el servicio de noticias de Vatican Information Service (VIS), las transmisiones del Centro Televisivo Vaticano y la Radio Vaticano, pero también con una casa editora, la Librería Editora Vaticana a que se le están agregando diferentes ramificaciones e iniciativas paralelas.

La pregunta es: ¿por qué debemos pensar que todo este patrimonio, todos estos recursos valen menos que Wall Street Journal o que The New York Times?  ¿Por qué razón tenemos que sufrir este complejo de inferioridad? El problema es que se trata de un patrimonio enorme que no está coordinado, no se trabaja en sinergia, de manera organizada.

-¿No piensa que en los programas de formación de los futuros comunicadores de la Iglesia las ciencias sociales deberían dar un mayor respeto a la teología?

Mastrofini: Diría que el problema fundamental aquí es saber hablar a los demás. Si se sabe hablar al propio público interno, entonces se sabe hablar también al público externo. Es necesario ser fácilmente comprensibles para todos. En un comunicado de prensa no cuenta la exactitud teológica, cuenta que haya un núcleo, un mensaje que se haga de manera apropiada. Es decir, no hay comunicadores improvisados. La comunicación es un arte refinado que se aprende con los años, que está en manos de personas preparadas. Debemos huir de los informes académicos y al contrario, dar alma a lo que hacemos. El público necesita contenidos.

-En su opinión, ¿la Iglesia ha seguido demasiado la agenda de los periódicos en la crisis abierta de los escándalos de abusos sexuales por parte de algunos miembros del clero?

Mastrofini: Respondo diciendo sólo que la comunicación debe ser cuidadosamente planificada porque vivimos en una situación en la que se observa siempre más el fenómeno definido como agenda-setting: los medios de comunicación con su penetración, intromisión y fuerza pueden condicionar las agendas de los gobiernos, de las grandes instituciones políticas y sociales y también de las iglesias. Esto porque los periódicos, cuando seleccionan de manera concentrada un argumento e insisten sobre este argumento, logran entrar prepotentemente en el debate público, social y eclesial llevando con ellos su aproximación o su punto de vista. De frente a este gran riesgo una comunicación bien organizada, bien congregada y bien programada debe saber cómo responder. No yendo a remolque, sino proponiendo cosas nuevas. Y esto implica también la capacidad de saber prevenir los eventos.


Por Mirko Testa. Traducción del italiano por Carmen Elena Villa.

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ZENIT Staff

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