LIMA, jueves 20 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Respondiendo a la convocatoria del Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), se reunieron en Lima, Perú, del 10 al 12 de mayo, 40 personas de la Pastoral Social Caritas, procedentes de 19 países de América Latina y del Caribe. Su objetivo era afrontar el desafío de pensar otra manera de entender y hacer economía “desde la justicia y la equidad, para que el bien común se haga realidad en nuestros pueblos”.
En sus conclusiones, los asistentes reconocen que la sociedad en que viven está en “permanente cambio” y que aparecen “nuevos paradigmas que cuestionan los sistemas vigentes y obligan a dar respuestas adecuadas a los tiempos de profundos cambios que vivimos”.
Constatan ante esta realidad, que “las recientes crisis energética, financiera, económica, humanitaria, de cambio climático y alimentaria, están afectando gravemente la calidad de vida de poblaciones enteras, sumergiendo a millones de personas en la pobreza” lo que “hace mucho más evidente una crisis de los valores subyacentes en las sociedades”.
Todo esto indica, afirman los asistentes, “que la economía implementada desde un proceso globalizador, no ha dado los resultados esperados”.
Frente a este tipo de globalización, aseguran citando el Documento de Aparecida, “se necesitan nuevas alternativas que vayan encaminadas a “promover una globalización diferente, que este marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos” (DA 64).
En el hoy de América Latina y El Caribe, creen conveniente “crear estructuras que consoliden un orden social, económico y político en el que no haya inequidad y donde hayan posibilidades para todos” (DA 384).
Una de las acciones necesarias, afirman, “es revertir en primera instancia los efectos del actual modelo económico que rige en nuestros países, y en segunda instancia, el cambio de dicho modelo”.
Para ello, aseguran, “se abren esperanzadoramente una serie de iniciativas que van surgiendo en distintas comunidades, como levadura en la masa, como ‘chispas’ que mantienen vivo el calor del fuego en los hogares, y que van permeando poco a poco el ámbito financiero y organizativo de la economía”.
En esta dinámica constatan importantes oportunidades: “la toma de conciencia de los pueblos de ser actores de cambio, el incremento de relaciones económicas solidarias desde las comunidades y para las comunidades, el trabajo en redes sociales y económicas alternativas, el surgimiento de nuevos liderazgos sociales, experiencias de diálogo y consenso para superar los conflictos, la presencia de ‘minorías proféticas’ que vienen impulsando formas de economía solidaria, comercio justo y finanzas populares”.
“El enfoque de promoción del desarrollo humano integral ‘desde lo local’ ayuda a disminuir las vulnerabilidades de cara a la inserción en el mercado, el acceso al crédito y la capacitación técnica y en gestión, pero también se van generando organizaciones autogestionarias y cooperativas, creando modelos sociales basados en las identidades locales, con oportunidades para hacer alianzas estratégicas entre la sociedad civil y los gobiernos locales con la finalidad de buscar la sostenibilidad y sustentabilidad de estas experiencias”, afirman los responsables de Caritas.
Desde el ámbito eclesial, sugieren, “para lograr el desarrollo de estas experiencias y su impacto en nuestras sociedades, se requiere crear una visión compartida de futuro en la perspectiva de la construcción del Reino de Dios, con el cambio de estructuras caducas que obstruyen la acción del Espíritu e impiden salir al encuentro del hermano con una actitud solidaria sostenida por el amor en la verdad” (cfr. DA 365).
La Iglesia misma, señalan, “necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del continente” (DA 362).
Consideran que “es un imperativo ético asumir los principios de la Doctrina Social de la Iglesia de la supremacía del trabajo sobre el capital, de la destinación universal de los bienes y de la subsidiaridad, para impulsar la construcción de una economía justa y solidaria en la región”.
Los asistenten sienten, por último, “la apremiante necesidad de renovar y fortalecer la espiritualidad cristiana de quienes trabajamos al servicio de los pobres, para que ella esté fundamentada en la experiencia de la atenta escucha y meditación profunda de la Palabra de Dios como fuente principal de energía, de sabiduría y de amor, para discernir los signos de los tiempos y crear nuevos imaginarios que nos permitan vivir la civilización del amor, como signo evidente del Reino de Dios entre nosotros”.
Por Nieves San Martín