CIUDAD DEL VATICANO, lunes 24 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación los textos de los dos discursos que el Papa Benedicto XVI pronunció el sábado por la mañana, al recibir separadamente a dos delegaciones procedentes de Bulgaria y de la ex-República Yugoslava de Macedonia, presentes en Roma con motivo del la fiesta de San Cirilo y San Metodio.
La delegación búlgara estaba encabezada por el Primer Ministro, Boïko Borissov, mientras que la macedonia estaba presidida por el presidente del Parlamento, Trjako Veljanoski.
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[A la delegación de la República de Bulgaria]
Señor Primer Ministro,
Honorables Miembros del Gobierno y distinguidas Autoridades,
Venerados hermanos de la Iglesia ortodoxa y de la Iglesia católica,
Estoy contento de poder dar una cordial bienvenida a cada uno de vosotros, honorables Miembros de la Delegación Oficial, venidos a Roma en la feliz celebración de la memoria litúrgica de los santos Cirilo y Metodio. Vuestra presencia, que atestigua las raíces cristianas del pueblo búlgaro, ofrece la ocasión propicia para confirmar mi estima hacia esta querida Nación y nos permite reforzar nuestra amistad, valorada por la decisión por los dos santos Hermanos de Tesalónica.
A través de una incansable obra de evangelización, llevada a cabo con verdadero ardor apostólico, los santos Cirilo y Metodio arraigaron providencialmente el cristianismo en el ánimo del pueblo búlgaro, de modo que éste está anclado en esos valores evangélicos, que siempre refuerzan la identidad y enriquecen la cultura de una nación. El Evangelio, de hecho, no debilita cuanto hay de auténtico en las diversas tradiciones culturales; al contrario, precisamente porque la fe en Jesús nos muestra el esplendor de la Verdad, ésta da al hombre la capacidad de reconocer el verdadero bien y le ayuda a realizarlo en la propia vida y en el contexto social. Por ello, con razón se puede sostener que los santos Cirilo y Metodio han contribuido significativamente a modelar la humanidad y la fisionomía espiritual del pueblo búlgaro, insertándolo en la común tradición cultural cristiana.
En el camino de integración plena con las demás naciones europeas, Bulgaria está por tanto llamada a promover y dar testimonio de esas raíces cristianas que descienden de las enseñanzas de los santos Cirilo y Metodio, hoy aún más actuales y necesarias que nunca; está llamada, por tanto, a mantenerse fiel y a custodiar el precioso patrimonio que une entre sí a cuantos, tanto ortodoxos como católicos, profesan la misma fe de los Apóstoles y están unidos por el bautismo común. Como cristianos, tenemos el deber de conservar y reforzar el vínculo intrínseco que existe entre el Evangelio y nuestras respectivas identidades culturales; como discípulos del Señor, en el respeto recíproco d las diversas tradiciones eclesiales, estamos llamados al testimonio común de nuestra fe en Jesús, en el nombre del cual obtenemos la salvación.
Auguro de corazón que este encuentro pueda ser para todos vosotros, aquí presentes, y para las realidades eclesiales y civiles que representáis, motivo de relaciones fraternas y solidarias cada vez más intensas. Con estos sentimientos, animo al pueblo búlgaro a perseverar en el propósito de edificar una sociedad fundada en la justicia y en la paz; para ello aseguro mi oración y mi cercanía espiritual. Le renuevo, señor Primer Ministro, y a cada uno de vosotros, mi bendiciente saludo, con el que quiero llegar a todos los ciudadanos de vuestro amado país.
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[A la delegación de la ex-República Yugoslava de Macedonia]
Señor Presidente del Parlamento,
Honorables Miembros del Gobierno y distinguidas Autoridades,
Venerados Hermanos de la Iglesia ortodoxa y de la Iglesia católica,
Estoy contento de acogeros y de expresar al Señor, dador de todas las gracias, la alegría y el reconocimiento por este momento que os ve unidos al invocarle por intercesión de los santos Cirilo y Metodio, patronos celestiales de vuestro pueblo y de toda Europa, en la peregrinación anual que realizáis a Roma para venerar las reliquias de san Cirilo.
Mi amado predecesor, el venerable Juan Pablo II, en la encíclica Slavorum Apostoli, quiso recordar a todos que, gracias a la enseñanza y a los frutos del Concilio Vaticano II, nosotros podemos hoy mirar de modo nuevo la obra de los dos santos Hermanos de Tesalónica, “de los cuales nos separan ya once siglos, y leer, asimismo, en su vida y actividad apostólica los contenidos que la sabia Providencia divina inscribió en ellos, para que se revelasen en una nueva plenitud en nuestra época y trajesen nuevos frutos» (n. 3). Verdaderamente abundantes fueron, en su tiempo, los frutos de la evangelización de Cirilo y Metodio. Éstos conocieron sufrimientos, privaciones y hostilidades, pero soportaron todo con fe inquebrantable y esperanza invencible en Dios. Con esta fuerza se consumieron por los pueblos a ellos confiados, custodiando los textos de la Escritura, indispensables en la celebración de la sagrada Liturgia, traducidos por ellos a la lengua paleoeslava, escritos en un nuevo alfabeto y sucesivamente aprobados por la autoridad de la Iglesia. En las pruebas y en las alegrías, éstos se sintieron siempre acompañados por Dios y experimentaron cotidianamente su amor y el de los hermanos. También nosotros comprendemos cada vez más que cuando nos sentimos amados por el Señor y sabemos corresponder a este amor, somos envueltos y guiados por su gracia en cada actividad y acción nuestra. Según la efusión de los múltiples dones del Espíritu Santo, cuanto más sabemos amar y nos donamos a los demás, tanto más el Espíritu puede venir en ayuda de nuestra debilidad, indicándonos nuevas vías para nuestra actuación.
Según la tradición, Metodio permaneció hasta el final fiel a las palabras que su hermano Cirilo le había dicho antes de morir: “Hermano, compartíamos la misma suerte, empujando el arado en el mismo surco; yo ahora caigo en el campo al concluir mi jornada. Tu… no abandones tu acción de enseñanza…» (ibid., n. 6). Queridos hermanos y hermanos, pongamos la mano en el arado y sigamos trabajando sobre el mismo surco que Dios en su providencia indicó a los santos Cirilo y Metodio. Que el Señor bendiga vuestro trabajo al servicio del bien común y de toda vuestra nación, e infunda con abundancia sobre ella los dones de su Espíritu de unidad y de paz.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]