CIUDAD DEL VATICANO, lunes 24 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI reiteró el pasado sábado que la ética es indispensable para que se construya un orden mundial justo, basado en la solidaridad.
Así lo afirmó al recibir a los participantes en el Congreso de estudio, con el tema “Desarrollo, progreso y bien común», celebrado en Roma por la Fundación Centesimus Annus-Pro Pontifice, institución de derecho pontificio creada para dar a conocer la doctrina social de la Iglesia en el ámbito empresarial y social.
Los miembros del congreso, encabezados por el presidente de la Fundación, el español Domingo Sugranyes Bickel, fueron recibidos por el Papa al terminar sus actividades.
El Papa se dirigió a ellos tratando sobre los temas del congreso, y en especial, profundizó en la cuestión de la ética, pues el bien común, afirmó, no consiste solo en asegurar los bienes materiales.
El bien común y la finalidad dan sentido al progreso y al desarrollo, “los cuales de otra forma se limitarían solo a la producción de bienes materiales; éstos son necesarios, pero sin la orientación al bien común terminan por prevalecer el consumismo, el despilfarro, la pobreza y los desequilibrios; factores negativos para el progreso y el desarrollo”.
Por ello, el Papa insistió en la necesidad de construir un orden económico y productivo “socialmente responsable y a medida de hombre”, así como el reforzamiento de las “garantías propias del Estado de derecho, un sistema de orden público justo y eficaz, en el pleno respeto de los derechos humanos, como también instituciones verdaderamente democráticas y participativas”.
“Lo que es fundamental y prioritario, de cara al desarrollo de la entera familia de los pueblos, es el trabajar para reconocer la verdadera escala de bienes-valores. Sólo gracias a una correcta jerarquía de los bienes humanos es posible comprender qué tipo de desarrollo debe ser promovido”.
El desarrollo integral de los pueblos “no se produce sólo con la difusión de la empresa”, ni tampoco con “los bienes materiales y cognitivos como la casa y la instrucción”, sino que es necesario un “bien humano integral”, un objetivo “a cuya luz es pensado y querido el desarrollo”.
“La noción de desarrollo humano integral presupone coordinadas precisas, como la subsidiariedad y la solidaridad, así como la interdependencia entre Estado, sociedad y mercado”.
“La política debe tener la primacía sobre las finanzas, y la ética debe orientar cada actividad”.
Además, el Pontífice subrayó la importancia del diálogo interreligioso: “las religiones son decisivas, especialmente cuando enseñan la fraternidad y la paz, porque educan a dar espacio a Dios y a estar abiertos a lo trascendente, en nuestras sociedades marcadas por la secularización”.
“La exclusión de las religiones del ámbito público, como, por otro lado, el fundamentalismo religioso, impiden el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad; la vida de la sociedad se empobrece en motivaciones y la política asume un rostro oprimente y agresivo”, añadió.
Globalización y crisis
El Papa abordó dos de las cuestiones capitales de la reflexión actual de la doctrina social de la Iglsia, que son la globalización y la actual crisis económica.
En este sentido, subrayó que la crisis y las dificultades que en el presente sufren las relaciones internacionales, los Estados, la sociedad y la economía “son en gran medida debidas a la falta de confianza y de una adecuada inspiración solidaria, creativa y dinámica, orientada al bien común, que lleve a relaciones autenticamente humanas de amistad, de solidaridad y de reciprocidad también ‘dentro’ de la actividad económica”.
El Papa explicó que uno de los mayores riesgos hoy es el de una globalización exclusivamente económica, a la que “no corresponda la interacción ética de las conciencias y de las inteligencias, de la cual pueda surgir como resultado un desarrollo verdaderamente humano»
Puso como ejemplo de ello a los gobernantes que, “frente a renovados episodios de especulaciones irresponsables hacia los países más débiles, no reaccionan con adecuadas decisiones de gobierno financiero”.
“Hoy más que nunca, la familia humana puede crecer como sociedad libre de pueblos libres cuando la globalización es guiada por la solidaridad y por el bien común, como también por la respectiva justicia social, que encuentran en el mensaje de Cristo y de la Iglesia una fuente preciosa”.
Por ello concluyó animando a la Fundación a seguir profundizando en el conociminto de la Doctrina Social.
“La visión cristiana del desarrollo, del progreso y del bien común, como surge de la Doctrina Social de la Iglesia, responde a las expectativas más profundas del hombre y vuestro compromiso en profundizarla y difundirla es una válida aportación para edificar la civilización del amor”, añadió.
Por Inma Álvarez