CANNES, miércoles 26 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- La película sobre siete monjes cistercienses franceses asesinados en Argelia en 1996 Des hommes y des dieux (Hombres y dioses, n.d.t.) ha recibido el Gran Premio del Jurado de Cannes de la 63ª edición del festival de cine, que acabó este domingo.
Se trata de una “película muy limpia”, según Radio Vaticano, que narra los tres últimos años de vida de los monjes del monasterio de Nuestra Señora del Atlas en Tibhirine.
El segundo premio más alto del festival ha recaído sobre esta recreación de la vida cotidiana de la comunidad de religiosos que vio truncada su vida con el secuestro y posterior asesinato de sus siete miembros a manos de los Grupos Islámicos Armados (GIA).
La noche del 26 al 27 de marzo de 1996, un comando armado formado por una veintena de hombres irrumpió en el monasterio y secuestró a los siete trapenses de nacionalidad francesa.
Un mes después, reivindicaba el acto criminal el jefe de los «Grupos islámicos armados» (GIA), Djamel Zitouni, en un comunicado en el que proponía a Francia un intercambio de prisioneros.
Al mes siguiente, un segundo comunicado de los GIA anunciaba sus muertes: “Les hemos cortado las gargantas a los monjes”. Ocurrió el 21 de mayo de 1996. Nueve días después fueron hallados sus cuerpos.
Para uno de los huéspedes del monasterio de Nuestra Señora del Atlas en la noche del secuestro, el padre Becker, sacerdote de la diócesis argelina de Orán, “lo que cuenta es la herencia de los monjes de Tibhirine”.
Y resume esta herencia, recogida en el film galardonado, como “un mensaje de pobreza, de abandono en las manos de Dios y de los hombres, de compartir con todos la fragilidad, la vulnerabilidad, la condición de pecadores perdonados”.
Y ello “en la convicción de que sólo desarmados se puede lograr un encuentro con el Islam y descubrir en los musulmanes una parte del rostro total de Cristo”.
Esos días, se celebraba en Tibhirine un encuentro de Ribat es-Salâm, el Vínculo de Paz, un grupo de diálogo islamo-cristiano que se orientaba a compartir las respectivas riquezas espirituales a través de la oración, el silencio y la comparación de experiencias.
El padre Christian de Chergé, prior de la comunidad, solía decir a sus hermanos: “Somos orantes en medio de un pueblo de orantes”.
Todos los miembros de la comunidad había decidido permanecer en Tibhirine conscientes del riesgo que ello conllevaba para sus vidas.
La película Des hommes y des dieux se detiene en mostrar cómo vivían los religiosos la amenaza de la violencia que finalmente acabó con sus vidas.
El monasterio de Nuestra Señora del Atlas se había despojado de sus riquezas, había donado casi toda su tierra al Estado, compartía su gran jardín con el pueblo vecino.
Los monjes habían hecho una elección de pobreza: también en el sentido de abandono total a la voluntad de Dios y de los hombres.
El prior trapense Christian de Chergé dejó plasmada su fe y amor a Cristo y a su Iglesia en una carta conocida como su “testamento espiritual”, fechada el 1 de enero de 1994.
El escrito comienza expresando que “si un día me aconteciera –y podría ser hoy– ser víctima del terrorismo que actualmente parece querer alcanzar a todos los extranjeros que viven en Argelia, quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recordaran que mi vida ha sido donada a Dios y a este país”.
Muestra su voluntad de “que aceptaran que el único Señor de todas las vidas no podría permanecer ajeno a esta muerte brutal”.
En la carta, pedía también oraciones por su persona y la capacidad de “asociar esta muerte a muchas otras, igualmente violentas, abandonadas a la indiferencia y el anonimato”.
“Al llegar el momento, querría poder tener ese instante de lucidez que me permita pedir perdón a Dios y a mis hermanos en la humanidad, perdonando al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiere golpeado”, dejó escrito el padre Christian de Chergé.
En referencia al extremismo, indicó: “Sé de cuánto desprecio han podido ser tachados los argelinos en su conjunto y conozco también qué caricaturas del islam promueve cierto islamismo”.
Y añadió: “Es demasiado fácil poner en paz la conciencia identificando esta vía religiosa con los integralismos de sus extremismos”.
“Si Dios quiere -auspició- podré, pues, sumergir mi mirada en la del Padre para contemplar junto a Él a sus hijos del Islam, así como Él los ve, iluminados todos por la gloria de Cristo, fruto de su Pasión, colmados por el don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias”.
“De esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios porque parece haberla querido por entero para esta alegría, por encima de todo y a pesar de todo”, aseguró.
“En este “gracias”, en el que ya está dicho todo de mi vida, os incluyo a vosotros, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí, junto con mi madre y mi padre, mis hermanas y mis hermanos y a ellos, ¡céntuplo regalado como había sido prometido!”.
“Y a ti también, amigo del último instante, que no sabrás lo que estés haciendo, sí, porque también por ti quiero decir este “gracias” y este a-Dios en cuyo rostro te contemplo”, añadió.
La carta concluye pidiendo “que nos sea dado volvernos a encontrar, ladrones colmados de gozo, en el paraíso, si así le place a Dios, Padre nuestro, Padre de ambos. Amén. Inchalá”.