CIUDAD DEL VATICANO, jueves 27 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- La clave de la crisis de la educación actual radica en una falsa idea de la autonomía del hombre. Así lo explicó el Papa Benedicto XVI hoy a los obispos italianos, a quienes recibió en audiencia con motivo de su 65ª Asamblea Plenaria.
El Papa dedicó un extenso discurso a profundizar en cuáles son las claves de la “emergencia educativa”, tema al que ha dedicado buena parte de su magisterio pontificio, especialmente en los últimos años.
En este sentido, alabó que la Conferencia Episcopal Italiana haya elegido este tema como centro de su plan pastoral para los próximos diez años.
Benedicto XVI invitó a los prelados a ir “hasta las raíces profundas de esta emergencia para encontrar también las respuestas adecuadas a este desafío”.
El Papa señaló dos causas “profundas” de la crisis: por un lado, “un falso concepto de autonomía del hombre”; y por otro, el escepticismo y el relativismo.
Falsa autonomía
Según la pedagogía actual, explicó el Papa, “el hombre debería desarrollarse solo por sí mismo, sin imposiciones por parte de los demás, los cuales podrían asistir a su autodesarrollo, pero no entrar en este proceso”.
Sin embargo, esto no es verdadero, pues para la persona humana “es esencial el hecho de que llega a ser ella misma sólo desde el otro, el ‘yo’ se convierte en sí mismo sólo desde el ‘tu’ y desde el ‘vosotros’, está creado para el diálogo, para la comunión sincrónica y diacrónica”.
“Por ello la llamada educación antiautoritaria no es educación, sino renuncia a la educación”, afirmó, señalando que este es un punto clave: “esta falsa idea de autonomía del hombre, como un ‘yo’ completo en sí mismo”.
Respecto la segunda clave, el escepticismo y el relativismo, el Papa explicó que éstos se basan “en la exclusión de las dos fuentes que orientan el camino humano”, la naturaleza y la Revelación.
La naturaleza “es considerada hoy como algo puramente mecánico, y que por ello de su ser no procede orientación alguna. La Revelación se considera como un momento del desarrollo histórico, y por tanto relativo, como todo el desarrollo histórico y cultural”, o como algo «sin contenido».
“Y si callan estas dos fuentes, la naturaleza y la Revelación, también la tercera fuente, la historia, deja de hablar, porque también la historia se convierte sólo en un aglomerado de decisiones culturales, ocasionales, arbitrarias, que no valen para el presente y para el futuro”.
Por tanto, explicó el Pontífice, es fundamental “volver a encontrar un concepto verdadero de la naturaleza como creación de Dios que nos habla”, y la Revelación, reconociendo “que el libro de la creación, en el que Dios nos da las orientaciones fundamentales, está descifrado en la Revelación, está aplicado y hecho propio en la historia cultural y religiosa, no sin errores, pero de una manera sustancialmente válida, que cada vez hay que desarrollar y purificar”.
“En un tiempo en el que la gran tradición del pasado corre el riesgo de quedarse en letra muerta, somos llamados a acercarnos a cada uno con disponibilidad siempre nueva, acompañándolo en el camino de descubrimiento y asimilación personal de la verdad”, añadió.
Nueva pedagogía
El Papa reconoció que “las dificultades son grandes”, pero sin embargo invitó a “no ceder a la desconfianza y a la resignación”.
“Educar no ha sido nunca fácil, pero no debemos rendirnos: minusvaloraríamos el mandato que el Señor mismo nos ha confiado, llamándonos a apacentar con amor a su rebaño”, afirmó.
Esta “pasión educativa”, explicó, debe ser “una pasión del ‘yo’ por el ‘tu’, por el ‘nosotros’, por Dios, y que no se resuelve en una didáctica, en un conjunto de técnicas ni tampoco en la transmisión de principios áridos”, sino un “acompañamiento”.
“Educar es formar a las nuevas generaciones, para que sepan entrar en relación con el mundo, fuertes en una memoria significativa que no es sólo ocasional, sino acrecentada por el lenguaje de Dios que encontramos en la naturaleza y en la Revelación, por un patrimonio interior compartido, por la verdadera sabiduría que, mientras reconoce el fin trascendental de la vida, orienta el pensamiento, los afectos y el juicio”, añadió el Papa.
Esta nueva forma de educar “necesita lugares creíbles: ante todo la familia, con su papel peculiar e irrenunciable; la escuela, horizonte común más allá de las opiniones ideológicas; la parroquia, ‘fuente del pueblo’, lugar de experiencia que inicia a la fe en el tejido de las relaciones cotidianas”.
En ellos la educación se juega en “la calidad del testimonio, vía privilegiada de la misión eclesial”, afirmó, subrayando que “la acogida de la propuesta cristiana pasa, de hecho, a través de relaciones de cercanía, lealtad y confianza”.
En este sentido, concluyó invitando a los prelados presentes a “no perder nunca la confianza en los jóvenes”, utilizando nuevos lenguajes y medios, pero sin adulterar el anuncio cristiano.
“No se trata de adecuar el Evangelio al mundo, sino de sacar del Evangelio esa perenne novedad, que permite en cada tiempo encontrar las formas adecuadas para anunciar la Palabra que no pasa, fecundando y sirviendo a la existencia humana”.
[Por Inma Álvarez]