CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 30 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- En la mañana de este sábado, la Basílica de San Pedro vivió un acto totalmente extraordinario: una adoración eucarística de reparación por los pecados de sacerdotes.
En el encuentro se puso ante Dios el drama que en estos meses ha descubierto con dolor toda la Iglesia: el pasado de niños «pisoteado» por clérigos que con la pedofilia traicionan las palabras de Jesús: «¡Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis!».
La iniciativa surgió entre estudiantes de las universidades pontificias de Roma como gesto de solidaridad con Benedicto XVI y fue patrocinada por el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Basílica y vicario general del Papa para el Estado de la Ciudad del Vaticano.
A la adoración eucarística, en el Altar de la Cátedra de la Basílica, le siguió la meditación del conocido «fiscal» del Vaticano para casos de abusos sexuales del clero, monseñor Charles Scicluna, cuyo cargo oficial es promotor de Justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
«¡Cuántos pecados!»
Sus palabras fueron muy fuertes: «¡Cuántos pecados se cometen en la Iglesia por la arrogancia, por la ambición insaciable, por el abuso y la injusticia de quien se aprovecha del ministerio para hacer carrera, para aparecer, por fútiles y miserables motivos de vanagloria!».
El sacerdote maltés, que durante años ha tenido que investigar y comprobar casos de pedofilia y pederastia cometidos por sacerdotes, constató que Cristo utiliza sus palabras más duras contra los autores de esos crímenes.
«Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar», dijo, recogiendo las palabras del Evangelio de Marcos (9, 42).
El niño, dijo el prelado en esta iniciativa que tiene lugar en plena recta final del Año Sacerdotal, es «precioso a los ojos de Dios y a los ojos del verdadero discípulo de Jesús».
Ahora bien, denunció, «¡qué árida se vuelve la tierra y qué triste el mundo cuando esta imagen tan hermosa, este icono tan santo, es pisoteado, roto, ensuciado, abusado, destruido!».
«Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela»
Ante los fieles presentes, entre los que podían verse numerosos seminaristas, monseñor Scicluna recordó las palabras de Jesús «Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela» .
El predicador interpretó esa «mano» que hay que desgajar «como el amigo querido, con el que compartimos nuestra vida, al que estamos ligados con vínculos de afecto, concordia y solidaridad. Hay un límite a este vínculo».
«La amistad cristiana se somete a la ley de Dios –aclaró–. Si mi amigo, mi compañero, la persona a la que quiero es ocasión de pecado para mí, es un obstáculo en mi peregrinar, no tengo otra opción, según el criterio del Señor, que cortar este vínculo. ¿Quién negaría el tormento de tal opción?».
«¿No se trata de una cruel amputación? –siguió preguntándose el fiscal vaticano–. Y sin embargo, el Señor es claro: es mejor para mí entrar solo en el Reino (sin una mano, sin un ojo, sin un pie), que con mi amigo ir ‘a la gehena, al fuego que no se apaga'».
Y ante la difícil situación que vive en estos momentos la Iglesia, el predicador concluyó con esta imploración del Misal Romano: «Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles ‘La paz os dejo, mi paz os doy’, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad».
La homilía completa de monseñor Charles Scicluna puede leerse en página web de ZENIT (www.zenit.org).
Por Jesús Colina